Publicado: enero 24, 2025, 7:12 pm
Entre los hábitos arraigados del pasado que Donald Trump ha desechado en tan solo unos días al frente de la Presidencia de Estados Unidos destaca la tradición de otorgar prioridad absoluta a los socios históricamente más cercanos de Washington: Reino Unido, Francia, … Alemania y Canadá. El nuevo presidente no ha dudado en amenazarlos con aranceles, sin ofrecer explicaciones ni preocuparse por suavizar sus declaraciones.
Ayer, cuando cuatro años después volvió a montarse en el helicóptero Marine One, dando como le gusta una improvisada rueda de prensa, Trump mostró cuánto han cambiado esas dinámicas. Preguntado por los aranceles a la Unión Europea y por cómo es su relación con Giorgia Meloni, de Italia, dijo que está encantado con ella, que le cae muy bien y que por tanto ya se verá lo de los aranceles.
Las breves declaraciones de Trump, justo cuando Meloni enfrenta presiones de sus socios europeos por la excarcelación y repatriación de un general libio buscado por la Corte Penal Internacional por tortura, subrayan cómo, en la nueva América de Trump, la sintonía personal prevalece sobre los lazos históricos. Meloni ha jugado sus cartas con astucia: lo ha elogiado, lo ha visitado en su mansión de Florida y ha sido invitada a su toma de posesión. Esto la posiciona como la líder europea mejor situada para negociar una salida que permita a la UE evitar los temidos aranceles que Trump viene considerando, y con los que volvió a amenazar durante su discurso del jueves en el Foro de Davos.
Los demás socios de la OTAN están prácticamente en cuarentena en Washington. Trump exige que incrementen su gasto en defensa hasta un 5% del PIB, una meta inalcanzable en las circunstancias actuales. Incluso EE.UU., la mayor potencia militar del mundo, destina menos del 4% a este rubro. En este contexto, España se encuentra en una posición especialmente vulnerable, con un gasto en defensa del 1,29%, una cifra que, para Trump, resulta irrisoria y ha sido objeto de constantes críticas por su parte.
En lugar de realizar las tradicionales primeras llamadas a Londres o Berlín, Trump optó por contactar el miércoles con Mohamed bin Salman, el heredero saudí, a quien pidió aumentar una inversión prevista de 600.000 millones de dólares en EE.UU. a un billón. Más tarde, aceptó la llamada del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, líder de una pequeña nación sin precedentes de prioridad en Washington.
Llamada con Bukele
Para ponerlo en perspectiva: cuando Joe Biden asumió la presidencia en 2021, Bukele llegó a Washington sin invitación y no fue recibido. Ahora, en cambio, tuvo línea directa con Trump, cuyo equipo destacó después el compromiso mutuo de reducir la inmigración irregular. Poco después de la llamada, la Casa Blanca difundió imágenes que parecían sacadas del manual de Bukele, conocido por su política de mano dura contra los delincuentes, que frecuentemente exhibe esposados y hacinados, desestimando cualquier crítica sobre presuntos derechos individuales. En este caso, las fotos mostraban a detenidos siendo repatriados desde EE.UU. en avión militar, sin especificar los países de destino.
En su primer viaje como jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio también ignora a Europa. Su gira se centra en Centroamérica y el Caribe, incluyendo una escala especialmente delicada en Panamá. Trump ha manifestado su interés en recuperar el control del Canal, una infraestructura construida por EE.UU. y transferida definitivamente a esa pequeña nación en 1999. Por ahora, el Capitolio ha iniciado gestiones para presionar al Gobierno panameño a expulsar a China y otorgar un trato preferente a Estados Unidos, un movimiento que podría ser el preludio de medidas más contundentes.
