Publicado: abril 6, 2025, 7:45 pm

Este lunes se cumplen 90 días desde que Rafael Tudares, yerno del presidente electo Edmundo González, fue abordado por funcionarios de seguridad en Caracas. Y desde entonces no se sabe nada de él.
Su esposa, Mariana González, ha visitado todos los centros de … detención, pero nadie es capaz de calmar su angustia. Ninguna autoridad quiere, o no puede, compartir información sobre Tudares.
Mariana asegura que lo tienen «oculto y en cautiverio, clandestinamente, en algún lugar desconocido» y que «han ordenado a sus funcionarios no permitirme saber el lugar real y concreto donde se encuentra Rafael».
«Reitero mi solicitud al Estado, de una fe de su vida mediante visita personal que se me permita hacerle en el lugar donde tengan a Rafael, para verificar su integridad y estado de salud», compartió este sábado Mariana González en sus redes sociales.
La publicación iba acompañada de imágenes que recogen los artículos de la Constitución que defienden el derecho a la vida, la libertad y la integridad física así como la prohibición a la autoridad pública de tolerar la desaparición forzada de las personas.
Tudares fue secuestrado el 7 de enero, tres día antes de la toma de posesión en Venezuela, cuando Edmundo González estaba a punto de viajar a Caracas para juramentarse. Unos hombres encapuchados interceptaron su vehículo y, frente a sus hijos pequeños, se lo llevaron.
Estos meses han sido de «mucha indignación y dolor» para Mariana González. «He presenciado como funcionarios de los centros de detención ocultan información a los familiares que buscan a sus seres queridos. En momentos en que inevitablemente he llorado de la indignación e impotencia por no encontrar a Rafael, se me ha tratado de forma cruel, porque pareciera que hasta llorar ante estas circunstancias está prohibido», dijo en un comunicado publicado hace un mes.
A finales de febrero, Mariana pudo conocer que su esposo Rafael había sido sometido a una «irregular» audiencia de presentación ante los tribunales penales que se ocupan de asuntos terroristas.
Como es costumbre en el país caribeño, al acusado no se le permite ser asistido por un abogado de confianza ni tampoco comunicarse con alguien.
«Hay graves irregularidades en la presentación de Rafael ante Tribunales», denunció su esposa en marzo. Primero le dieron informaciones erradas con respecto a la futura fecha de audiencia de presentación de su marido. Luego le dijeron que la audiencia ya había pasado, pero que el defensor asignado de Tudares no había estado presente. Había asistido un asistente anónimo. «En resumen, solo he podido tener un conocimiento muy general y ‘referencial’, muy genérico y vago, de esa irregular e inconstitucional audiencia de presentación a la que fue sometido Rafael».
«A Rafael lo mantienen en una cruel situación de desaparición forzada sólo por ser yerno de mi padre», argumenta Mariana. «Hace ya prácticamente un año, las vidas de todos los miembros de mi familia, incluyéndome, dio un giro inesperado, ninguno de nosotros lo buscó. Mi papá fue por muchos años un servidor del Estado venezolano, un diplomático de carrera, quien dejó bien en alto el nombre nuestro amado país. Su único interés ha sido poner su grano de arena para construir un mejor país para TODOS los venezolanos. Si bien siempre hemos sido, somos y siempre seremos una familia fuerte, unida y formada con buenos principios y valores, hoy somos una familia destruida».
«Yo aún no supero el destierro de mis padres y ahora enfrento una cruel e inhumana realidad», lamenta la hija de Edmundo González. «Mis hijos no pudieron despedirse de sus abuelos, con quienes compartían a diario. Mis hijos vieron la cruel forma en que se llevaron a su papá y los dejaron solos en la calle. Eso es simplemente un acto total y absolutamente inhumano. Explicarles el motivo por el cual se llevaron a su padre es cruel y doloroso, tanto para ellos como para mí. Nosotros criamos y formamos a nuestros hijos solo con la verdad por lo tanto mentirles y ocultarles lo que ellos mismos vivieron no era una opción. En sus cabecitas se quedó la idea de que Venezuela no era un país seguro para sus abuelos y por eso se fueron».
«Me pregunto que pasará ahora por sus pensamientos al ver cómo pasan los días y los meses y su papá aún no regresa a casa», dice Mariana. «No podemos perder la esperanza de la libertad que nos pertenece. La dignidad humana se respeta, no se negocia».