Publicado: abril 7, 2025, 6:27 am
En pocos lugares de Sevilla convive de manera tan intensa el fervor cofrade con la fe sevillista como en la Taberna de Juan. Situada en Hernando del Pulgar, en la linde entre Nervión y El Greco, en sus paredes se mezclan las viejas glorias del sevillismo con la variada imaginería hispalense, hasta el extremo de que uno no sabría muy bien decir si es más un bar cofrade o un bar sevillista. Ayer a mediodía, en la previa del encuentro contra el Atleti, la confusión era absoluta. Mientras que en la televisión emitían el Pregón de la Semana Santa, decenas de parroquianos con camisetas del equipo de Nervión compartían sus desvelos sobre el encuentro y la penosa situación del Sevilla, entregándose generosamente al cerveceo como antídoto. Era Domingo de Pasión y Domingo de canguelo para la parroquia sevillista; en las reuniones de la Taberna de Juan, el pronóstico, con múltiples variables, era unánime: hoy vamos a palmar. El Domingo de Pasión es un día hermoso en Sevilla. Tiene aroma de feliz víspera, por todo lo bueno y bonito que está por venir. La víspera del Domingo de Pasión del Sevilla no era tan feliz. Pasión de los Fuertes es una de las obras maestras de John Ford, todo un clásico del western, sin duda el canon de las ficciones sobre el célebre tiroteo de OK Corral. Llevada muchas veces al cine, en el tiroteo siempre gana el bueno de Wyatt Earp con la ayuda del inefable Doc Holliday. En Nervión, los buenos siempre son el Sevilla, pero ayer, a la hora de las cañas, todo el sevillismo tenía metido el miedo en el cuerpo, porque sabía de antemano que su nivel de pólvora es absolutamente insuficiente para contener el asedio de un equipo como el Atlético de Madrid . Pasión de los débiles parecía a priori un título más acorde para el western de ayer. Claro que había que echar a rodar el balón; había que ver la película. El ambiente era bronco . Después de la tumultuosa protesta frente al azulejo previa al encuentro, la afición entró en el campo muy encendida. Los gritos de Directiva dimisión se iniciaron desde el mismo momento en que arrancó el partido. Se hicieron más fuertes incluso con el gol primerizo del Sevilla. Y acabaron rompiendo la cuarta pared. Ya lo saben: volvimos a perder. Y lo hicimos en los minutos de descuento, ante un Atlético de Madrid muy mediocre y discreto, seguramente su peor versión en el Sánchez Pizjuán de los últimos años. No jugaron mejor que el Sevilla, pero sí fueron más eficaces, estuvieron mejor plantados, no cometieron tantos errores y creyeron en la victoria hasta el final. El Sevilla, en cambio, fue desinflándose como un globo de helio, y los cambios propuestos por García Pimienta en el último tramo del encuentro estropearon aún más al equipo. Pero la derrota ni siquiera fue lo más destacable del encuentro. Lo realmente reseñable fue cuando el espectáculo futbolístico rompió la cuarta pared. La cuarta pared se rompe en el cine o el teatro cuando los actores salen de la propia historia para dirigirse al público, hablándole a la pantalla o a la platea. En el fútbol, la cuarta pared se rompe cuando el fútbol queda suspendido por la voz de la afición. Quienes hablan son los aficionados, apelando a una realidad que no está exactamente en el terreno de juego pero que influye en ella. Hacia el minuto 55, el estadio entero prorrumpió en gritos y protestas contra la directiva. El Gol Norte se inundó de cartulinas amarillas que pedían a Junior su marcha. Las cartulinas, hechas pedazos, cayeron sobre el césped, así como otros objetos, obligando durante dos minutos a detener el encuentro. La afición se apoderó del partido, y todos los gritos, toda la furia, iba dirigida al unísono contra el palco presidencial. La cuarta pared quedó resquebrajada, convirtiendo en un clamor lo que es más que una evidencia: por más sustitutos que busquen en el banquillo, por más cabezas de turco que sacrifiquen, todo el Sánchez-Pizjuán sabe perfectamente dónde está la enfermedad.