Publicado: abril 22, 2025, 6:31 am
Abordar un ictus en el menor tiempo posible es clave porque la atención rápida al paciente minimiza el daño cerebral de esta patología que tiene una incidencia creciente. En este contexto el nuevo salto de calidad está en el ‘Código sala’: el traslado directamente a la sala de angiografía para el diagnóstico y el tratamiento sin pasar por las Urgencias.
Este innovador circuito se está poniendo en práctica ya en algunos hospitales, como son el Virgen del Rocío de Sevilla, el Vall d’Hebron de Barcelona y el Clínico de Madrid. El nuevo modelo para agilizar los tiempos de asistencia con el traslado directamente a sala, evitando pasar por Urgencias, permite a los profesionales realizar la prueba diagnóstica e intervenir sobre el paciente en un mismo espacio, y reduce el tiempo de atención en una situación en la que ahorrar minutos es clave.
Cuando el paciente es recibido primero en Urgencias, luego se le traslada a una sala para el TAC y después es conducido a la sala de angiografía si necesita una trombectomía. Por eso, el denominado ‘Código Sala’ supone saltarse pasos en beneficio del paciente. El ictus se desarrolla rápidamente, por lo que los especialistas insisten en la importancia que tiene reconocer los síntomas y buscar cuanto antes la atención necesaria.
Enrique Palacio, jefe de sección de Neurología en el Hospital Valdecilla de Santander, y Andrés González, especialista de Radiología, explica que, «afortunadamente», el nivel de conocimiento de los síntomas del ictus que tiene la población cada vez es más alto. Palacio destaca además que se sabe que es una patología urgente y que hay que acudir lo antes posible al hospital.
Las señales de alarma ante un posible ictus pueden ser variadas, porque dependen de la zona del cerebro que se esté viendo afectada, aunque los síntomas más frecuentes y conocidos son la pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, la desviación de la comisura de la boca, problemas de lenguaje o de comprensión, alteraciones de la visión, o inestabilidad al caminar, entre otros.
El tiempo es oro
Tanto Palacio como Andrés González insisten en que cuanto más se tarde en acudir al hospital tras estos síntomas del ictus, menos probabilidades tendrá el paciente de que le puedan aplicar tratamiento con el resultado más eficaz. «El tiempo es cerebro», asegura el jefe de sección de Neurología.
Además, subrayan que el ictus es una patología compleja que requiere un manejo multidisciplinar, que abarca desde las Urgencias, a Neurología, Radiología, Medicina Interna, Rehabilitación y otras muchas especialidades, sin olvidar a la Enfermería y otras categorías, como los trabajadores sociales, que desarrollan un papel clave en la recuperación.
Los especialistas advierten asimismo de que se detecta un aumento de la prevalencia del ictus, que atribuyen en parte al aumento de la edad media de la población. En general, los estudios indican que en España la prevalencia del ictus se sitúa en un 6% de la población. Al margen de la edad, otros factores de riesgo para tener un ictus son la hipertensión, la diabetes o también las alteraciones de lípidos.
Y por eso los hábitos de vida saludables cobran especial relevancia en la prevención, con una dieta sana y la práctica regular de ejercicio físico. Palacio destaca que la actividad física moderada, como salir a pasear al menos treinta minutos al día, una dieta saludable, pobre en grasas, en sal y en hidratos de carbono, además de evitar los alimentos procesados y no fumar ni beber alcohol ayudan a disminuir el riesgo de ictus. La obesidad, que cada vez es más frecuente, por el contrario, incrementa ese riesgo, al igual que el estrés.
Secuelas
Gracias a los tratamientos, las tasas de mortalidad y las secuelas que impiden la autonomía del paciente han disminuido mucho tras el ictus. En el Hospital Valdecilla, por ejemplo, más del 50 % de los pacientes quedan sin secuelas o son leves, no discapacitantes.
Pero entre las que se pueden dar, las más frecuentes son los problemas al tragar o de movilidad por pérdida de fuerza, la falta de coordinación o de reconocimiento corporal o alteraciones del lenguaje. También puede haber secuelas cognitivas o de conducta, que no se manifiestan en la fase aguda, sino a posteriori, como problemas de depresión, ansiedad, irritabilidad, cambios de carácter o trastornos de conducta.