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Papúa Occidental, el conflicto olvidado que desafía a Indonesia

Publicado: noviembre 5, 2025, 1:10 am

El 17 de agosto de 1945, Sukarno declaró unilateralmente la independencia de Indonesia para dejar de ser una colonia de Holanda, que solo aceptó la situación cuatro años después y tras una guerra sangrienta. Tras la descolonización, hubo una parte del país que no quedó precisamente contenta con las novedades geopolíticas: Papúa Occidental.

Esta región acabó bajo el control de Yakarta después de un referéndum en el que solo votaron mil papúes elegidos a dedo de los más de 800.000 registrados en el censo de 1969. Desde entonces, buena parte del pueblo papú viene exigiendo una consulta popular de verdad y, sobre todo, más libertades y menos persecución.

El Gobierno indonesio, en cambio, insiste en que respeta los derechos humanos pese a que varias ONG y la propia ONU han denunciado sus abusos en la región.

Nada más aterrizar en el aeropuerto Domine Eduard Osok de Sorong, capital de la provincia indonesia de Papúa Suroccidental y puerta de entrada a la exclusiva zona de buceo de Raja Ampat, uno asume que ya no está en el sureste asiático. La Melanesia y sus autóctonos dominan un paisaje que incluso difiere del resto del país. Llaman poderosamente la atención los colores vivos con los que sus vetustos edificios y paupérrimas casas se muestran ante el visitante.

La avenida Ahmad Yani parte a Sorong en dos en paralelo al océano Pacífico y a un puerto que se cae a pedazos. Los papúes no entienden que, en una tierra que ellos consideran suya, la arteria principal de la ciudad homenajee al comandante de las fuerzas armadas indonesias, un ultranacionalista contrario a cualquier movimiento independentista. «Ahmad Yani no era de aquí. Nuestras calles deberían homenajear a los cientos de miles de hermanos papúes que han sido asesinados, desaparecidos y encarcelados desde el comienzo de la invasión de Indonesia», nos explica Apey Tarami, líder del movimiento Por la Solidaridad y Democracia del Pueblo Papú, ilegal para Yakarta. Lo hace camino de una choza perdida, lejos de la ciudad. Según nuestros enlaces, toda seguridad es poca, ya que la Inteligencia indonesia les revisa sus terminales móviles y redes sociales cada dos por tres o, directamente, visita en sus propios hogares o lugares de trabajo a todos aquellos que reclaman la independencia de Papúa Occidental, así como a sus familiares directos.

Imagen - «Si esta falta de las libertades más esenciales continúa, estaremos dispuestos a llevar la lucha armada hasta las ciudades»

«Si esta falta de las libertades más esenciales continúa, estaremos dispuestos a llevar la lucha armada hasta las ciudades»

Apey Tarami

Líder del movimiento Por la Solidaridad y Democracia del Pueblo Papú

Sin periodistas extranjeros

Además, Indonesia presiona a cualquier periodista extranjero que intente conocer la opinión de quienes se atreven a poner en tela de juicio el ‘statu quo’ impuesto por Yakarta. Por supuesto, la prensa local jamás se hace eco de asuntos que estorben al poder. Hace algo más de diez años, dos periodistas franceses, Thomas Dandois y Valentine Bourrat, fueron detenidos en esta isla cuando grababan un documental para el canal Arte sobre el movimiento separatista en Papúa Occidental. Ambos dieron con sus huesos en la cárcel por espacio de dos meses y quince días en el penal de Jayapura, ciudad interior cercana a la frontera de la otra mitad de la isla, la nación soberana de Papúa Nueva Guinea. Este país prácticamente no tiene tratos, ni vuelos, con Indonesia. Yakarta les acusó de ejercer su trabajo como periodistas con visados de turista. Cuando reconocieron los hechos y pidieron perdón públicamente, fueron deportados. Romper las leyes de inmigración en Indonesia puede suponer al causante penas de hasta cinco años de prisión. A su vez, Indonesia jamás concede visados de trabajo a periodistas que desean tratar temas como el del movimiento independentista papú.


Un grupo de papúes muestran la que consideran su bandera nacional


J. C.

En esta región, los movimientos insurgentes son bien conocidos. Hace solo dos años, el Ejército de Liberación de Papúa Occidental (conocido por sus siglas TPNPB), brazo armado del Movimiento de Liberación de Papúa (OPM), secuestró durante 19 meses al piloto comercial neozelandés Philip Mehrtens. Tras una negociación entre el comandante local, Egianus Kogoya, y los militares indonesios, el piloto fue liberado gracias al apoyo diplomático neozelandés. Es habitual que en las zonas con menor densidad de población se secuestre a extranjeros con la idea de utilizarlos, no solo como moneda de cambio, sino con fines propagandísticos, para así mostrar al mundo la desastrosa situación en que se encuentra el pueblo de Papúa Occidental.

En esas zonas remotas, de difícil acceso, son comunes desde hace 70 años los enfrentamientos entre guerrillas independentistas y militares de Yakarta, cada vez más frecuentes desde hace un lustro. Según los nativos, son ya demasiadas las bajas que están sufriendo por los adelantos militares de Indonesia y la imposibilidad de que el resto del mundo pueda ser testigo de esta masacre.

Inversiones y mano dura

Las hostilidades han aumentado porque los sucesivos gobiernos indonesios tratan de imponer políticas contra la insurgencia basadas en operaciones militares o en programas de desarrollo y una supuesta autonomía que no satisface para nada a los papúes. El descontento indígena se debe a que Yakarta se niega a reconocer sus demandas con inversiones y mucha mano dura.

Pero Yakarta siempre supo de la escasa predisposición papú. Y por eso, en un programa de transmigración sin precedentes, cambió por la fuerza la demografía de la región tras haber enviado a cientos de miles de indonesios llegados de otras partes del país, esencialmente de las islas de Java, Sumatra y Célebes (Sulawesi). Con este cambio de población, los papúes ya no son mayoría en algunos lugares de su propia tierra, de la que han sido desplazados o por la que han muerto en los constantes enfrentamientos entre los indígenas y los militares. La mayoría del trabajo oficial siempre ha ido a parar a los que llegan de fuera, quienes, sin capacidad crítica, saben a qué han ido a Papúa Occidental. Esa oferta laboral suele concentrarse en las grandes ciudades donde el nativo, al contrario que en las zonas de interior, ya no es mayoría.

Otro asunto que molesta al indígena es el concepto de territorio especial: Yakarta considera a esta región como una zona autónoma, algo que los papúes niegan. Además, aseguran que el anterior presidente, Joko Widodo, prometió durante su primer mandato mejoras e incluso liberar a varios presos políticos papúes. Pero todo se rompió durante una manifestación pacífica en las tierras altas de Papúa en 2015, cuando los militares indonesios abrieron fuego matando a numerosas personas, incluidos cuatro adolescentes.

El actual presidente, Prabowo Subianto, intervino en septiembre de forma apasionada en la Asamblea General de las Naciones Unidas reivindicando el Estado palestino mientras golpeaba el atril reclamando ayuda para Gaza, el pueblo sometido

Tras negarse a abrir la zona a periodistas extranjeros, Widodo decidió, durante su segunda legislatura iniciada en 2019, apaciguar el conflicto invirtiendo en la zona en forma de autopistas, mejoras en las pequeñas ciudades y creación de zonas turísticas estratégicas. Además, impulsó el más polémico de los proyectos para el pueblo papú: las kilométricas plantaciones para producir aceite de palma que han destruido miles de hectáreas de bosques primarios y jungla y el hábitat de los nativos que no residen en la zona costera.

Benny Wenda es el actual líder tribal de Papúa Occidental en el exterior. Tras luchar contra la invasión indonesia y haber pasado temporadas en la cárcel, se exilió en Londres, donde lleva residiendo más de 20 años defendiendo la causa papú tanto en el Parlamento Británico como en el Parlamento Europeo y en la ONU. Pero, para Apey Tarami, líder del movimiento Por la Solidaridad y Democracia del Pueblo Papú en Sorong, su tiempo, el de Benny Wenda, ya pasó.

«Amenazados y vigilados»

«Él ya no sabe lo que ocurre aquí. Ha dejado el día a día para convertirse en alguien que no conoce nuestra propia causa. Se ha moderado», asegura a ABC Tarami. «Cada vez que organizamos en la ciudad trabajos de concienciación de nuestro pueblo, somos reprendidos, golpeados, amenazados y detenidos. Nos vigilan las redes sociales. Y no disponemos de un solo periodista que quiera hacernos de altavoz. Si esta falta de las libertades más esenciales continúa, estaremos dispuestos a llevar la lucha armada hasta dentro de las ciudades», denuncia con rotundidad.

El actual presidente, Prabowo Subianto, intervino en septiembre de forma apasionada en la Asamblea General de las Naciones Unidas reivindicando el Estado palestino mientras golpeaba el atril reclamando ayuda para Gaza, el pueblo sometido. Tras ver su intervención, que los medios indonesios han repetido sin cesar en las televisiones nacionales, Apey Tarima echó de menos algo: «Me avergüenzo de que el presidente indonesio acuse a Israel de machacar a Palestina cuando él mismo y los anteriores mandatarios de Yakarta llevan décadas aplastándonos, sometiéndonos, robándonos, encarcelándonos. ¡Qué incoherencia!», denuncia Tarami.

Además, reclama que no solo los Estados Federados de Micronesia y Vanuatu apoyen la causa de la República de Papúa Occidental: «¿No es Europa la tierra de las libertades, la que apoya de forma masiva al pueblo palestino? ¿Pues a qué esperan para apoyar nuestra causa? ¿A que nos exterminen?».

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