Publicado: julio 8, 2025, 4:57 am

Benjamin Netanyahu orquestó una jugada maestra de diplomacia ‘trumpista’: en su visita de este lunes a la Casa Blanca, le comunicó a Donald Trump que le había nominado para el premio Nobel de la Paz.
Los mandatarios de todo el mundo … ya saben que no es suficiente con regalar el oído del presidente de EE.UU., la premisa infaltable para contar con su favor. Friedrich Merz, el canciller alemán, se presentó el mes pasado con el certificado de nacimiento en Alemania del abuelo de Trump (no se le olvidó colocarlo en un marco dorado, el gusto del presidente de EE.UU.). El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, viajó un poco antes con una carta del rey Carlos II invitándole a acudir a la antigua metrópoli. Algo más exagerados fueron los cataríes, que le regalaron el polémico avión para renovar el Air Force One.
Netanyahu fue capaz de unir el detalle personal con una de las grandes obsesiones de Trump, alzarse con el Nobel de la Paz. En la comparecencia ante la prensa de ambos líderes antes de compartir una cena con sus altos cargos, Netanyahu se levantó de su silla y produjo la carta que ha escrito al Comité Noruego del Nobel para condecorar al presidente de EE.UU.
«Él está forjando la paz, mientras hablamos, en un país detrás de otro, en una región detrás de otra», dijo Netanyahu. «Así que le quiero presentar, señor presidente, la carta que he mandado al Comité del Premio Nobel, su nominación al premio, que es muy merecida y debería conseguir».
«Muchas gracias, no tenía ni idea de esto», reaccionó Trump, que no disimuló su satisfacción con el gesto. «Viniendo de ti, en particular, significa mucho», le dijo al primer ministro de Israel, aunque no dejó por qué respondió así a Netanyahu, que no tiene especiales credenciales como pacificador y sobre el que pende una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional por las operaciones militares en Gaza.
En su campaña electoral del año pasado, Trump prometió acabar con las «guerras interminables» que han implicado a las arcas de EE.UU. y a su ejército en conflictos de todo el mundo. En su discurso de investidura, el multimillonario neoyorquino prometió ser una «pacificador» y aseguró que su legado estará marcado no solo por las guerras con las que acabará, sino también «con las que no empezaremos».
El presidente de EE.UU. obtuvo un gran logro diplomático al final de su primer mandato con los Acuerdos de Abraham, en los que medió para la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán. También ha mediado en conflictos como los ataques entre Pakistán e India, el acuerdo de paz entre Ruanda y Congo o las tensiones entre Serbia y Kosovo.
Su intención nada más llegar a la Casa Blanca era conseguir acuerdos históricos que le abrirían la puerta del Nobel. En el periodo de transición, antes de jurar el cargo, su equipo logró una tregua en Gaza que se demostró endeble y se rompió a las pocas semanas. Su promesa de acabar con la guerra de Ucrania «en 24 horas» cada día envejece peor. Y la implicación de EE.UU. en Irán con el bombardeo de instalaciones nucleares le puso en contra al sector aislacionista del ‘trumpismo’.
Pero el final de la guerra entre Irán e Israel y la posibilidad de alcanzar un nuevo alto el fuego en Gaza -ambos pilares para la expansión de los Acuerdos de Abraham, el gran objetivo, a potencias regionales como Arabia Saudí- le vuelve a colocar como candidato para el Nobel para sus incondicionales.
La de Netanyahu no es la primera nominación que Trump recibe. Lo han hecho otros en muchas ocasiones. Muchas veces -al igual que el primer ministro israelí- para consagrarse con el hombre más poderoso del mundo. El último había sido un diputado republicano, Buddy Carter, hace solo un par de semanas, para celebrar el alto el fuego entre Irán e Israel. Carter es conocido por impulsar legislación para agradar a Trump, como la propuesta de ley para cambiar el nombre de Groenlandia, el territorio bajo soberanía danesa que el presidente ansía, por algo así como ‘Rojo-Blanco-Azul-Landia’, en homenaje a los colores de la enseña nacional.
A Trump le molesta que otra de sus obsesiones -Barack Obama, su némesis en política- sí tenga el premio, que le fue concedido en 2009 sin mayores méritos que haber pasado nueve meses en la Casa Blanca. Otro antecesor del que no tiene gran opinión, Jimmy Carter, también se lo llevó, aunque en su caso fue por su labor humanitaria tras la presidencia. Y dos presidentes más -Theodore Roosevelt, en 1906, y Woodrow Wilson, en 1919- también lo obtuvieron.
No parece que Trump haya acumulado ya opciones reales para ganar el Nobel de la Paz, un premio para el que ya hay casi 350 nominados en la edición de este año. Pero él no deja de hacer campaña por sí mismo. «Estoy parando guerras, estoy parando guerras», insistió Trump ante Netanyahu. «Odio ver cómo se mata a la gente».