Publicado: agosto 12, 2025, 1:18 am

Muriel Bowser (1972) tiene al menos un logro en su haber: bajo su mandato, Washington ha vuelto a cifras de homicidios que no se veían en largas décadas. Cuando asumió la alcaldía en 2015, la ciudad registraba poco más de un centenar de asesinatos … al año; desde entonces, los crímenes se han disparado, con picos como el de 2023, cuando se contabilizaron 274, el mayor número desde mediados de los noventa. Incluso con el descenso de 2024, a 187 asesinatos, la capital sigue muy por encima de los niveles previos a su gestión.
En 2020, el aciago año de la pandemia, Washington se convirtió en escenario de una tormenta perfecta de violencia y agitación. Los homicidios repuntaron con fuerza, los robos se multiplicaron y el centro de la ciudad amanecía con estatuas derribadas y lunas rotas. Durante las protestas raciales tras la muerte de George Floyd, el saqueo arrasó comercios y la tensión se disparó. Trump, en plena campaña de reelección, estalló contra las autoridades locales y desplegó a unidades militares en la capital. No lo hizo para asumir tareas de ley y orden en sentido estricto, sino para contener las manifestaciones, en un despliegue inédito que marcó un punto de ruptura en la relación entre la Casa Blanca y la ciudad.
Bowser le hizo un regalo en su despedida: ordenó pintar en enormes letras amarillas el lema ‘Black Lives Matter’ (‘Las Vidas Negras Importan’) a las puertas de la Casa Blanca y rebautizó la plaza como Black Lives Matter Plaza. Fue una suerte de despedida amarga para un presidente que, tras negar su derrota electoral, vio desde la Casa Blanca cómo en su propia ciudad se producía el asalto al Capitolio, un saqueo que selló su mandato y dejó a Washington como epicentro de una crisis nacional.
Bowser, una astuta política demócrata llegó a sonar como posible candidata a la vicepresidencia con Joe Biden, cuando el entonces aspirante buscaba una mujer negra para el cargo. Finalmente la elegida fue la senadora Kamala Harris, y Bowser se quedó para romper otro récord: convertirse en la primera alcaldesa reelegida por segunda vez desde 1986. Lo logró en tiempos aciagos, con la economía de la capital en crisis, hundida por los confinamientos de la pandemia que obligó a cerrar numerosos negocios. El Gobierno federal no volvió a exigir la presencia física de sus empleados hasta la llegada de Trump, lo que dejó a amplias zonas del centro desiertas durante años.
Los años de Bowser han sido los del regreso de la capital de EE.UU. a un viejo pasado de auge de la delincuencia, con atracos constantes y saqueos habituales. Más de 29.000 delitos graves al año. Supermercados y farmacias han tenido que colocar bajo llave hasta los desodorantes y el detergente. Los tiroteos se han vuelto parte del paisaje urbano, muchos de ellos simples reyertas sin heridos, pero igual de alarmantes. Los campamentos de personas sin hogar, instalados en parques y jardines, provocaron emergencias sanitarias que la ciudad no logró resolver hasta que Trump ordenó desplegar a los forestales y al FBI para trasladar a esas personas a albergues y centros psiquiátricos, donde se les sometió a evaluaciones.
La alcaldesa intentó frenar la toma de control. En enero retiró el rótulo de ‘Black Lives Matter Plaza’, después acudió al Despacho Oval y buscó acercar posturas con Trump. El gesto fracasó, y ahora pierde el control hasta de su propia Policía.