Publicado: julio 4, 2025, 9:43 am
Más allá de ser una estrategia eficaz para perder peso, el ayuno intermitente en días alternos (ADA) podría convertirse en una herramienta clave para proteger la salud del cerebro. Así lo demuestra un estudio liderado por investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA Plataforma BIONAND). La investigación, publicada en ‘ Gut ‘, muestra que esta una pauta alimentaria que alterna días de alimentación normal con días de restricción calórica severa no solo reduce la grasa corporal, sino que también mejora significativamente funciones cognitivas como la memoria, la atención sostenida y el control inhibitorio en personas con obesidad. La obesidad es una de las principales preocupaciones de salud pública a nivel mundial. Además de su relación conocida con enfermedades como la diabetes tipo 2 y la hipertensión, diversos estudios han evidenciado su impacto en la función cerebral, incluyendo un deterioro cognitivo más temprano. Este estudio, señala a ABC Salud Francisco J. Tinahones , colíder de la investigación, «muestra de forma clara que el ayuno intermitente puede mejorar las capacidades neurocognitivas de los sujetos que lo practican, especialmente en comparación con otras estrategias de tratamiento para la pérdida de peso«». Uno de los hallazgos más relevantes, destaca, «es que el ayuno intermitente mejora el rendimiento cerebral, lo cual, desde una perspectiva evolutiva, tiene sentido. Es lógico pensar que, en épocas de escasez de alimento, el ser humano debía estar más alerta y con mayor agudeza mental para poder buscar comida. Si tras un período de ayuno nuestro cerebro se adormeciera o redujera su rendimiento, probablemente como especie no habríamos sobrevivido, ya que los homínidos vivieron durante largos períodos en condiciones de hambruna». Hasta ahora, muchas estrategias dietéticas se han centrado en el control del peso, pero pocas han abordado simultáneamente los efectos metabólicos y neurológicos. Este nuevo estudio aporta evidencia sólida sobre cómo un patrón de alimentación específico puede actuar sobre el eje intestino-cerebro para lograr ambos objetivos. El ensayo clínico, con una duración de tres meses, incluyó a 96 adultos con obesidad , divididos aleatoriamente en tres grupos: uno con dieta mediterránea hipocalórica, otro con dieta cetogénica y un tercero que realizó ayuno intermitente en días alternos. Todos los participantes fueron evaluados mediante pruebas neuropsicológicas antes y después de la intervención, y se analizaron también marcadores de inflamación en sangre y la composición de su microbiota intestinal. En el caso del grupo ADA, se realizaron además estudios in vitro con células microgliales derivadas de su sangre, así como trasplantes de su microbiota en modelos animales. Aunque los tres grupos lograron una pérdida de peso similar (alrededor del 7 %), los mayores beneficios cognitivos se observaron en el grupo que siguió el ayuno intermitente. Este grupo mostró una mejora superior en pruebas de memoria de trabajo, velocidad de procesamiento y control ejecutivo. «Aunque el estudio duró solo tres meses, los resultados sugieren que el ayuno intermitente podría tener efectos positivos a largo plazo en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Aún es pronto para hacer recomendaciones personalizadas basadas en la microbiota, pero hay evidencia creciente de que la alimentación —como una dieta mediterránea o el ayuno intermitente— influye directamente en su composición y, por tanto, en la salud cerebral», asegura Tinahones. En paralelo, se detectó una reducción significativa de marcadores proinflamatorios como la ferritina y el MCP-1, y una profunda remodelación de la microbiota intestinal: aumentaron los microorganismos productores de ácidos grasos beneficiosos como el butirato, y disminuyeron aquellos asociados a inflamación crónica y neurotoxicidad. Además, los experimentos en ratones confirmaron que la microbiota de los participantes que realizaron ADA mejoraba la función inmunitaria del cerebro, activando microglía «limpiadora» y reduciendo la neuroinflamación asociada a la obesidad. «Estos hallazgos cambian el paradigma: no solo importa qué comemos, sino cuándo lo hacemos. Dos dietas pueden lograr la misma pérdida de peso, pero con efectos muy diferentes sobre el cerebro», destaca Francisco J. Tinahones , colíder de la investigación. « El ayuno genera señales químicas desde el intestino que actúan directamente sobre el sistema inmune cerebral », añade Virginia Mela, codirectora autora del estudio. «Y lo hace de forma accesible, sin suplementos, fármacos ni alimentos exóticos», concluye la también líder del trabajo Isabel Moreno-Indias. Este estudio sienta las bases para futuras investigaciones clínicas centradas en poblaciones con alto riesgo de deterioro cognitivo, como personas con prediabetes, síndrome metabólico o adultos mayores. El equipo de IBIMA Plataforma BIONAND ya trabaja en el desarrollo de programas de nutrición de precisión para el cerebro, integrando el ADA con recomendaciones personalizadas según la microbiota de cada individuo. No obstante Tinahones, reconoce que «todavía estamos en una etapa temprana para hacer recomendaciones dietéticas personalizadas basadas en la microbiota individual. Sin embargo, ya contamos con evidencia científica suficiente para afirmar que la alimentación es clave en el desarrollo y la composición de la microbiota. Lo que comemos determina qué bacterias proliferan en nuestro intestino».