Publicado: octubre 4, 2025, 8:43 am

El futuro político de Japón luce, más que en femenino, al fondo a la derecha. Sanae Takaichi ha ganado esta mañana las primarias del Partido Liberal Democrático (PLD) y se convierte por tanto en la nueva líder de la formación hegemónica del país, gobernante … durante 66 de los últimos 70 años. Una correlación que, una vez oficializada por la Dieta, hará de ella la primera jefa de Gobierno en la historia de Japón, un irónico hito para una ultraconservadora que ha reducido su género a anécdota.
El arranque del giro consumado en estas primarias se remonta, en realidad, a las anteriores. En septiembre del año pasado el PLD afrontaba una situación crítica ante varios escándalos de corrupción, con tres salidas posibles. Entre la ortodoxia de Takaichi, la telegenia de Shinjiro Koizumi y el idealismo de Shigeru Ishiba eligió, contra todo pronóstico, a este último.
Era el cuarto –y definitivo– intento de un veterano cuya trayectoria había quedado relegada al terreno de la utopía, en tanto que némesis de Shinzo Abe, el gran estadista del Japón de posguerra. Sin embargo, su aterrizaje en la realidad resultó un fracaso: el PLD perdió la mayoría en ambas cámaras en menos de un año, desastre sin precedentes desde su fundación, y a principios del pasado mes de septiembre Ishiba acabó por dimitir.
Así, el PLD se encontraba esta mañana en la misma encrucijada que hace un año, con la situación aún más crítica y las salidas reducidas a dos. Tal y como cabía esperar, la fragmentación de voto en la ronda inicial provocó que ningún candidato alcanzara la mayoría. Takaichi iba en cabeza, con 183 votos entre parlamentarios y afiliados (31%), pero la previsible confluencia de bloques favorecía a Koizumi pese a sus 164 (28%). En el desempate, no obstante, ella ha afianzado su ventaja: 185 a 145, 54% a 46%. EL PLD, y con él Japón, ha elegido su camino.
«La victoria de Takaichi Sanae en las elecciones presidenciales del PLD de hoy muestra cómo los miembros de la Dieta y los afiliados del Partido se han alineado con el sentimiento público expresado en las elecciones recientes: que Japón necesita un líder fuerte que se preocupe por el pueblo japonés», explica Rintaro Nishimura, analista de The Asia Group.
Género sin ideología
Dicho líder ha acabado por resultar lideresa. Titular de cinco ministerios, el último Seguridad Económica (2022-2024); casada dos veces con el mismo hombre, un compañero de partido que contra la norma acabó por adoptar su apellido; y con Margaret Thatcher como referente, cuya biografía cita con devoción; el futuro aguarda ya a esta mujer de 64 años.
«Junto a muchos de ustedes, hemos forjado una nueva era para el PLD», ha celebrado Takaichi esta tarde tras el anuncio del resultado. «Más que sentirme feliz, el verdadero desafío está por delante. Estoy convencida de que hay una montaña de trabajo que debemos solventar juntos, aunando nuestros esfuerzos».
Ahora bien: este paso adelante lo es, simultáneamente, hacia atrás. Si la elección de Ishiba vino a enmendar el legado de Abe, ahora Takaichi desenmienda. Cuenta esta con la legitimidad –casi sobrenatural– de haber recibido el apoyo del difunto primer ministro en las últimas primarias antes de su magnicidio y desempeñar, por tanto, el papel de heredera oficial.
«Pero Takaichi no será lo mismo que Shinzo Abe, ya que su apoyo político dentro del partido es más débil. Abe contaba con un equilibrio perfecto entre la simpatía de los líderes de las diversas facciones y su propio apoyo», puntualiza Nishimura. «Lo interesante será ver si emula al primer Abe o al segundo. Si decide ir a fondo con una línea totalmente conservadora puede que no dure mucho. Si aprende de aquello y realmente da prioridad a la unidad del partido, podría tener éxito y mantener intactas algunas políticas conservadoras».
Luchas pendientes
Cabe incidir, ante lecturas superficiales, que a corto plazo la elección de una mujer no supone en modo alguno una victoria progresista. Más bien al contrario. Su programa ha ignorado esta cuestión y se opone, por ejemplo, al matrimonio homosexual. En cierto modo, el PLD pivota hacia donde Japón ya parece estar. Esto es, más a la derecha.
La sorpresa de las elecciones a la Cámara Alta del pasado mes de julio, que sentenciaron a Ishiba, fue la emergencia de Sanseito. Esta formación de extrema derecha saltó de 1 a 15 escaños tras haber posicionado la inmigración como uno de los principales temas de campaña. En ese sentido, su aparición habría impulsado a Takaichi frente al centrismo de Koizumi.
«Desde un punto de vista puramente electoral, el éxito de Sanseito sugiere que los votantes a nivel nacional quieren políticas económicas que beneficien a la población en edad de trabajar y que ayuden al pueblo japonés primero», concluye Nishimura. «La imagen de que el PLD se había vuelto moderado ahora cambiará».
El 104º primer ministro nipón lo será, previsiblemente, en femenino. Solo se interpone en la trayectoria de Takaichi la propia debilidad parlamentaria del PLD y, con ella, la inusitada incertidumbre política que impera en Japón. La minoría de su coalición de Gobierno con Komeito impide su nombramiento automático y exige negociaciones con otras fuerzas, en especial el propio Sanseito o el también emergente Partido Democrático para el Pueblo, los cuales buscarán obtener rédito.
Y, más allá de eso, otra última parada: la posibilidad de disolver la Cámara Baja y convocar elecciones generales para aprovechar su posición de fuerza y afianzar su legitimidad electoral. Durante la campaña Takaichi ha descartado esta maniobra para centrarse en «aliviar la inflación» pero la política, por novedosa que parezca la jugadora, sigue siendo un juego antiguo.
