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La UE y China se encaminan a una cumbre marcada por la confrontación

Publicado: julio 14, 2025, 5:32 pm

El vuelco de la relación entre la Unión Europea y Estados Unidos provocado por el regreso de Donald Trump no ha alterado el vínculo comunitario con China. Este permanece tan tirante como antes, es decir, una manera de ir a peor.

Entretanto, a ambos lados se les viene encima la Cumbre UE-China, programada para el próximo 24 de julio en Pekín, la cual venía a escenificar la celebración del 50º aniversario de las relaciones diplomáticas y quizá acabe escenificando una colisión.

La última en tomar pulso a esta dinámica ha sido Teresa Ribera. La vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea ha concluido este lunes una visita oficial de dos días a la capital china, donde ha presidido el Sexto Diálogo de Alto Nivel China-EU sobre Medio Ambiente y Clima en compañía del viceprimer ministro Ding Xuexiang.

«Por supuesto hay una serie de cuestiones en las que estamos dispuestos a seguir trabajando e identificando cómo podemos solucionarlas, pero también diré que es una relación que merece atención y confianza», ha apuntado Ribera al término de su viaje, durante una rueda de prensa celebrada en la delegación de la UE.

Mediante esta perífrasis la exvicepresidenta española venía a confirmar el delicado momento, al tiempo que reconocía que la agenda climática es quizá «el área en el que [ambos lados] estamos más cómodos». Micrófonos aparte, fuentes diplomáticas europeas retratan con menos cautela una profunda confrontación.

«La cumbre probablemente será tensa y poco fructífera, debido a los intereses enfrentados y las posturas inflexibles de ambas partes. El encuentro, que originalmente iba a durar dos días, se ha reducido tras el fracaso de las reuniones preparatorias, marcadas por un endurecimiento de posiciones y expectativas poco alineadas. Las recientes visitas del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, a Bruselas, Berlín y París no lograron generar el impulso positivo que se esperaba para preparar la cumbre», apuntaba un informe reciente de la consultora Eurasia.

Los preparativos, en efecto, prefiguran un fracaso. La duración inicial de dos jornadas, una en Pekín y otra en Hefei, ha quedado reducida a solo la primera. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, António Costa, mantendrán un encuentro político con el líder Xi Jinping, otro económico con el primer ministro Li Qiang y, por último, un banquete. La intervención, o no, del líder podría confirmar el fiasco.

«Como resultado, el encuentro podría convertirse, en el mejor de los casos, en un diálogo de sordos y, en el peor, en un escenario de hostilidad explícita, especialmente si el presidente Xi Jinping decide de forma inesperada cancelar su participación», aventuraba la nota.

Comercio y Rusia

Por un lado, la UE exige a China que aborde cuestiones estructurales en su relación comercial pendientes desde tiempos antediluvianos: equilibrar el enorme déficit, controlar el impacto del exceso de capacidad de su industria y ofrecer mejores condiciones de acceso a las empresas europeas en suelo chino.

Por otro, que use su influencia sobre Rusia para facilitar la paz en Ucrania. En ese sentido, la inesperada franqueza del ministro de Exteriores Wang Yi en su reunión a principios de mes con la Alta Representante Kaja Kallas. Según recogió el diario ‘South China Morning Post’, el mandatario aseguró entonces que su país no quiere ver una derrota de Rusia en Ucrania, pues eso permitiría que EE.UU. focalizara su atención en China.

Los equilibrios de la triangulación entre China, EE.UU. y la UE no acaban de encajar, convertidos en una sucesión de impactos sin lógica de continuidad. Con motivo de la guerra comercial desatada por Trump y el consiguiente intercambio de restricciones, el gigante asiático descubrió el poder de los controles de exportación sobre las tierras raras, materiales fundamentales en todo tipo de industrias modernas sobre los cuales mantiene un monopolio casi absoluto.

Así, pese a su intento de atraer a la UE a su causa para hacer frente a EE.UU., comenzó a aplicar estas mismas restricciones a las empresas del Viejo Continente, ante la alerta y el enfado de las autoridades comunitarias. La supuesta «ofensiva de encanto» china se caía a pedazos, si es que alguna vez existió. «Han descubierto un arma poderosísima y la están usando también contra nosotros», explicaba a este periódico una fuente involucrada en las negociaciones. «Dicen que han relajado los controles, pero sigue habiendo todo tipo de problemas».

Las desavenencias se intensificaron con los aranceles impuestos por la UE a los coches eléctricos chinos aplicados de manera provisional en julio del año pasado. Ambos lados podrían llegar a un acuerdo para aplicar otra fórmula, como precios mínimos.

Más allá de eso, China no ambiciona más cambios, pues el statu quo sirve a sus intereses. «No existe un conflicto de intereses fundamental entre China y la UE, y ambas partes comparten amplios intereses comunes», incidía el comunicado oficial emitido por el ministerio de Exteriores tras la reunión de Kallas y Wang Yi.

Así, hay poco espacio al optimismo. «Las industrias europeas seguirán viéndose amenazadas de forma existencial por la competencia china», concluía el informe de Eurasia. «El modelo económico de Pekín y su respaldo a Moscú obligarán a Europa a dar prioridad a la seguridad, lo que a largo plazo colocará a la UE en un rumbo de colisión con China».

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