Publicado: febrero 9, 2025, 2:59 am
Donald Trump eligió seis palabras para definir su programa en los próximos cuatro años en la Casa Blanca: «Nada se interpondrá en nuestro camino». Lo dijo en su discurso de toma de posesión de 29 minutos en el Congreso ante cientos … de invitados. Quería dejar claro que nada le frenará en su segundo mandato para construir esa «república imperial» hegemónica en el mundo, un término acuñado por el historiador Arthur Schlesinger, asesor de John F. Kennedy.
Trump no apeló en su intervención a los ideales de los padres fundadores sino a los intereses de la nación. «América reclamará su lugar como la nación más grande, más poderosa y más respetada de la Tierra», unas palabras que entroncan con la doctrina del «destino manifiesto» que sustentó la expansión territorial de Estados Unidos en el siglo XIX. El nuevo inquilino de la Casa Blanca nunca ha ocultado su convicción de que Estados Unidos es un país elegido por Dios con el derecho y la obligación de expandir sus valores por el globo.
En su intervención en el Capitolio, Trump personificó en William McKinley, presidente desde 1897 a 1901, el espíritu con el que quiere gobernar tras expresar su admiración por él. Fue asesinado en Búfalo por un anarquista que le disparó a bocajarro tras haber logrado su reelección frente al demócrata William Jennings Bryan. Poco podía suponer McKinley que, 124 años después de su muerte, sería reivindicado por un Trump que le ensalzó en varios pasajes de su discurso. «Logró hacer muy rico a nuestro país gracias a los aranceles y su talento», dijo. «Era un hombre de negocios y le dio a Teddy Roosevelt el dinero para muchas de las grandes cosas que hizo como el canal de Panamá».
Trump calificó a McKinley de «gran presidente» y anunció que el monte Denali, el pico más alto de Alaska, volverá a recuperar el nombre de su antecesor, revirtiendo una decisión adoptada por Obama. El Golfo de México también pasará a llamarse Golfo de América en una demostración de que su poder se extiende también a la geografía.
Un estilo de gobierno
La elección por parte de Trump de McKinley como referencia no es arbitraria. Vale tanto como una declaración de principios como un estilo de gobierno que pretende imitar. Los paralelismos entre ambos personajes son obvios y llegan incluso a aspectos personales. McKinley falleció por dos disparos de un anarquista de origen polaco llamado Leon Czolgosz cuando confraternizaba con sus seguidores. Trump salvó la vida en julio pasado cuando una bala le produjo una herida leve en una oreja mientras se dirigía a su electorado en un mitin. Semanas más tarde, el FBI frustró un nuevo atentado en un campo de golf de Florida. McKinley no tuvo tanta suerte.
Trump ganó las elecciones con el apoyo de 77 millones de votantes en su segundo mandato. Lo logró contando con generosas donaciones de magnates como Elon Musk y otros barones de los negocios que estuvieron presentes en su toma de posesión.
McKinley ganó sus primeras elecciones gracias al apoyo de su amigo Marcus Hanna, un rico industrial que aportó tres millones de dólares para financiar su campaña.
Al igual que Trump se ha rodeado de los mejores expertos para mejorar su imagen y difundir sus ideas en las redes sociales, McKinley llegó a la Casa Blanca mediante técnicas innovadoras de publicidad, buscando nuevos canales para conectar con el público y creando mensajes de impacto. Como Trump, nunca eludió el contacto con los periodistas.
Pero las semejanzas van mucho más allá del terreno de lo personal y se extienden también a la ideología. McKinley fue un firme partidario del proteccionismo, llevó a cabo la expansión territorial de Estados Unidos y tomó medidas para frenar la inmigración. Tres aspectos que coinciden con los planes de Trump.
McKinley fue elegido miembro de la Cámara de Representantes en 1877, donde ejerció el cargo de presidente de la Comisión de Revisión de Leyes. Gracias a su influencia y un empeño activo, el Congreso aprobó un incremento de los aranceles que, en algunos casos, se elevaron un 50%. Fue apodado por la prensa como el ‘Napoleón del proteccionismo’.
Trump ha anunciado aranceles del 25% para los bienes procedentes de México y Canadá, aunque ha paralizado su aplicación durante un mes. También ha dictado un decreto para gravar las importaciones chinas. McKinley rechazó el liberalismo de Adam Smith, se convirtió en un adalid de la planificación industrial, subvencionó al sector siderúrgico e impuso aranceles a los productos que competían con los fabricados en el interior, incluyendo algunas materias primas.
Anexiones territoriales
William McKinley ha pasado a la historia como el presidente que se anexionó Filipinas, Guam y Puerto Rico. Lo hizo tras «llevar heroicamente a la nación a una victoria en la guerra hispano-estadounidense» de 1898, según los términos de un decreto presidencial firmado por Trump horas después de su toma de posesión.
![Imagen - McKinley apoyó la independencia de Cuba y declaró su soberanía sobre Puerto Rico y Filipinas, lo que derivó en una cruenta guerra](https://gerente.com/cl/wp-content/uploads/sites/15/2025/02/William_mckinley344-U07126174782KST-170x170@diario_abc.jpg)
‘El Napoleón del proteccionismo’
McKinley apoyó la independencia de Cuba y declaró su soberanía sobre Puerto Rico y Filipinas, lo que derivó en una cruenta guerra
Tras el incidente del Maine, declaró la guerra a España, instigado por los periódicos de William Randolph Hearst, que hicieron una feroz campaña belicista. Tras la derrota del Ejército español, McKinley apoyó la independencia de Cuba, a la que quería convertir en un satélite económico y político, y declaró su soberanía sobre Filipinas y Puerto Rico. La anexión de Filipinas derivó en una cruenta guerra que ganó Estados Unidos con un enorme coste material y en vidas humanas. McKinley se arrepintió de su decisión.
Al iniciar su nuevo mandato, Trump ha dejado claro que quiere incorporar a Canadá y Groenlandia como nuevos territorios.
También ha abogado por volver a hacerse con el control del canal de Panamá, incluso por la fuerza si es necesario. Trudeau, el primer ministro canadiense, ya ha expresado su total rechazo a la idea. Dinamarca también se opone a vender Groenlandia, una vasta isla casi deshabitada. Trump ha dicho que los submarinos chinos y rusos que navegan por el Ártico son una amenaza a la seguridad de Estados Unidos. En realidad, su interés está más motivado por los ingentes recursos naturales de Groenlandia, donde existen grandes yacimientos minerales, gas y petróleo. Tanto en un caso como en el otro, el problema reside en que ambos territorios están dentro de la OTAN.
En cuanto al canal que une los dos océanos, Marco Rubio, secretario de Estado, advirtió hace unos días a José Raúl Mulino, presidente del país, de que Estados Unidos no tolerará que las empresas chinas monopolicen su uso para perjudicar sus intereses. «Nuestra nación tomará las medidas necesarias» si Panamá no cede a las exigencias de Trump, aseguró Rubio. Mulino se apresuró a anunciar que Panamá rompe sus acuerdos comerciales con Pekín y se comprometió a reducir el peaje a los barcos americanos.
Paralelismos en lo ideológico y personal
McKinley fue asesinado por un anarquista en Búfalo. Falleció por dos disparos. Trump salvó la vida en julio de 2024, pero una bala le hirió la oreja
McKinley culminó también la anexión de Hawái en 1898 mediante una resolución del Congreso. Sus habitantes, que no tenían la condición de ciudadanos estadounidenses, fueron sometidos a una explotación salvaje. Trump ha sorprendido esta semana a la comunidad internacional con su extravagante idea de crear un paraíso turístico en Gaza tras expatriar a sus habitantes.
Desde la Casa Blanca, McKinley tomó medidas para frenar la entrada de no europeos en Estados Unidos, especialmente, de los chinos. Durante su mandato, creció un movimiento que denunciaba la amenaza que suponían los inmigrantes para la identidad nacional. Nombró comisario general de inmigración a Terence Powderly, líder de un sindicato llamado Knights of Labor, que organizó una campaña contra los trabajadores chinos y defendió la segregación racial. McKinley no era racista, pero permitió la explotación de los trabajadores negros y latinos, que no tuvieron derechos laborales plenos hasta 1964.
Evangelizadores
El presidente era un fervoroso creyente, tanto que, durante la guerra de Filipinas, escribió que Dios le reveló mientras dormía que debía expulsar a los españoles de su posesión colonial. Afirmó que ese sueño le ayudó a comprender que el Ser Supremo había elegido a Estados Unidos para «civilizar y cristianizar» a la población filipina.
No es difícil encontrar en los discursos de Trump referencias a que Dios guía sus pasos en su combate contra el mal. Justin Jackson, historiador y profesor del Bard College, afirma que «nunca McKinley había tenido un momento estelar como éste» desde su muerte. La revista ‘The Economist’ publicó una portada con el titular ‘Proyecto 1897, la presidencia imperial’ en referencia a la similitud entre ambos proyectos. No hay duda de que Trump quiere emular a McKinley en la construcción de esa república mayestática, aunque es muy pronto para saber si lo conseguirá.