La guerra comercial de Donald Trump con China no empezó en la madrugada del martes, cuando entraron en vigor los aranceles que el presidente de EE.UU. impuso a través de una orden ejecutiva el pasado fin de semana. La sacudida de esta semana, … en medio de negociaciones entre Washington y PekÃn para llegar a un acuerdo que reconduzca la situación, es solo la secuela, la continuación del primer mandato del multimillonario neoyorquino.
Desde ayer, los cerca de 400.000 millones de dólares que EE.UU. recibe en importaciones desde China -según los datos del año pasado- tendrán un arancel adicional del 10%. Es adicional porque esa tasa se suma a los aranceles que han sobrevivido de la primera guerra comercial de Trump con China, en la que el gravamen afectó a cerca del 60% de los productos que el gigante asiático envÃa a la primera potencia mundial.
Entonces, Trump tomó esa decisión por prácticas comerciales injustas de China -en especial, robo de propiedad intelectual-, mientras que la de ahora la justifica por la entrada masiva de fentanilo en EE.UU., cuyos ingredientes quÃmicos vienen en muchas ocasiones desde el otro lado del PacÃfico.
PekÃn dejó claro que responderÃa con represalias en el caso de nuevos aranceles y, pocas horas después de la entrada en vigor de las medidas de Trump, China anunció las suyas.
A partir del próximo lunes, China aplicará un gravamen del 15% al carbón y gas natural licuado estadounidense y un 10% al crudo, la maquinaria agrÃcola y los automóviles de gran tamaño, según adelantó su Ministerio de Finanzas. «El aumento unilateral de aranceles por parte de EE.UU. viola gravemente las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC)», denunció el organismo en un comunicado oficial. «No solo no ayuda a resolver sus propios problemas, sino que también perjudica la cooperación económica y comercial normal».
Las autoridades chinas dieron un segundo golpe a Google, mediante la apertura de una investigación por presuntas prácticas monopolÃsticas, sin que la Administración Estatal de Regulación del Mercado haya ofrecido más detalles al respecto. El motor de búsqueda está censurado en el paÃs, pero la tecnológica estadounidense mantiene operativos sus servicios publicitarios para empresas locales.
Por otro lado, el Ministerio de Comercio incluyó en su «lista de entidades no confiables» a la biotecnológica Illumina y al grupo PVH Cord, propietario de marcas como Calvin Klein. Ambas están acusadas de adoptar «medidas discriminatorias» contra sus contrapartes chinas y «dañar los derechos e intereses legÃtimos» de las mismas.
Y una medida más, aunque esta no está necesariamente centrada en exclusiva en EE.UU.: China restringirá la exportación de algunos minerales crÃticos para la producción industrial, como el wolframio, el telurio o el molibdeno.
«Medidas perversas»
El Gobierno de PekÃn habÃa mantenido hasta ahora una respuesta indeterminada, limitándose a criticar los aranceles estadounidenses y amenazando con una réplica junto a una simbólica denuncia ante la OMC. Este compás de espera, atribuido en parte a las vacaciones de año nuevo lunar que han paralizado el paÃs durante la última semana y hasta ayer, ha llegado a su fin en el mismo momento en que las medidas de Trump entraban en vigor.
El ministerio de Comercio chino calificó las medidas de Trump como «perversas», mientras que la embajada del paÃs en Washington defendió que la contraofensiva de PekÃn es una «respuesta necesaria» con medidas «completamente justificadas y razonables».
Quien no ha hablado todavÃa es el lÃder del paÃs, Xi Jinping. No lo habÃa hecho anoche con el propio Trump, después de que el presidente estadounidense asegurara en la vÃspera que pensaba hablar con su homólogo chino «en las próximas 24 horas». Por la mañana, Peter Navarro -asesor comercial de Trump y representante comercial de EE.UU. en su primer mandato- aseguró que la llamada iba a producirse durante el dÃa. Algo similar aseguró la jefa de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, que dijo que el contacto «ocurrirá muy pronto». Más tarde, fuentes gubernamentales aseguraron a Reuters que la llamada finalmente no se iba a producir.
Las idas y venidas sobre la conversación entre los presidentes para anunciar un acuerdo o avances en las negociaciones son la evidencia de las diferencias de la guerra arancelaria de EE.UU. con Canadá y México, por un lado, y China, por otro.
Canadá y México son paÃses aliados y vecinos de EE.UU., unidos durante décadas por tratados de libre comercio que han dado lugar a sectores económicos -como el de la automoción- muy interconectados. Tienen una relación constante y amistosa y comparten miles de kilómetros de frontera con la primera potencia mundial. Y, EE.UU. es, con diferencia, el principal mercado de sus exportaciones, su economÃa está muy expuesta a una pelea arancelaria. Los lÃderes de ambos paÃses, Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum, no tardaron en descolgar el teléfono y ofrecer concesiones a Trump -en esencia, compromisos para el refuerzo de la frontera- para que el presidente de EE.UU. pueda apuntarse tantos polÃticos de puertas adentro en dos asuntos populares: la lucha contra el fentanilo y el control de la inmgración masiva.
China es una historia muy diferente. Es un rival directo, el gran desafÃo al liderazgo global de EE.UU. Contener a China ha sido la intención de las dos últimas Administraciones. Trump lo intentó en su primer mandato a través de la guerra comercial, que acabó con un acuerdo en 2020 entre ambas potencias. En la llamada ‘fase uno’ de ese acuerdo, China se comprometÃa a importar productos estadounidenses adicionales por un valor de 200.000 millones de dólares. No cumplió en su totalidad y Trump mantuvo los aranceles, al igual que hizo Joe Biden al llegar al poder en 2021. La intención del expresidente demócrata era persistir en la contención de China y reforzar sus alianzas en la región Asia-PacÃfico, unos esfuerzos distraÃdos por las guerras en Ucrania y en Gaza.
Palo y zanahoria
Ahora Trump recupera su empeño original. Y su diplomacia de palo y zanahoria. Una de las primeras personas con las que habló tras su victoria electoral de noviembre fue con Xi. Llegó incluso a invitar al presidente chino a su investidura en Washington del mes pasado, cuando es infrecuente que mandatarios extranjeros acudan al Capitolio para este acto, mucho menos de potencias rivales (sà acudió un vicepresidente, la mayor representación china de la historia en una jura presidencial).
Al lado de las buenas formas, el ataque comercial. Trump advirtió que los aranceles del 10% son solo la «salva inicial». China está mucho menos expuesta que Canadá o México a los aranceles estadounidenses. Pero eso no impide que la guerra comercial le pueda salir muy cara. El gigante asiático está lastrado por un estancamiento en su crecimiento económico, y el único aspecto en el que está brillando su economÃa es en las exportaciones, que el pasado diciembre batieron un récord histórico.
Los aranceles de Trump son peligrosos y quizá eso explica una respuesta, por el momento, decidida, con una muestra de que puede castigar a EE.UU. por varios flancos, pero también calibrada. Los aranceles chinos recién anunciados afectarÃan a exportaciones estadounidenses por valor de 20.000 millones de dólares, muy lejos de los 400.000 millones en exportaciones chinas sobre los que pesan el 10% de Trump.