Publicado: julio 6, 2025, 2:39 am
La verdad está, por ejemplo, en los libros. Por eso desaparecen. Acudía este corresponsal a una librería independiente en el distrito de Wanchai, encaramada en lo alto de uno de los espigados edificios característicos y conocida por sus vínculos con los extintos movimientos sociales. Buscaba … un ensayo titulado ‘Aftershock’, un relato coral de las protestas prodemocracia escrito por un colectivo de periodistas locales, y con él la huella del olvido forzoso. Nada en las estanterías.
—¿Os queda algún ejemplar? —preguntó a la joven al otro lado del mostrador.
—No, parece que no tenemos ninguno —contestó esta tras pulsar varias teclas en su ordenador.
—¿Y sabes si lo vais a recibir en el futuro o si se puede pedir?
La dependienta escrutó la pantalla en silencio durante unos segundos, confundida.
—No lo sé. Aquí no dice nada. Imagino que no.
He ahí el nuevo Hong Kong. Un lugar que reescribe sobre la marcha, con tosquedad, su peculiar pasado mediante sobrentendidos, desapariciones, silencios. Un lugar diferente en el mismo sitio desde hace un lustro, el tiempo transcurrido desde la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional.
En marzo de 2020, el régimen impuso desde Pekín este marco legal, el cual castiga con hasta cadena perpetua todo acto considerado «separatismo, terrorismo, subversión de los poderes del Estado o colusión con fuerzas extranjeras». El Ejecutivo local lo empleó para acallar todo pluralismo, convertido en disidencia.
China vulneraba así la Declaración Conjunta Sino-Británica para la devolución de soberanía, su acuerdo internacional más importante, y la Ley Básica que rige el territorio, según los cuales se comprometía a respetar los derechos y libertades herederos de la época colonial durante al menos medio siglo, una fórmula sintetizada por el líder Deng Xiaoping como ‘Un país, dos sistemas’. Iban a ser cincuenta años, acabaron siendo menos de la mitad: veintitrés.
Los acontecimientos se precipitaron a partir de junio de 2019, a causa de un proyecto de extradición según el cual ciudadanos hongkoneses podrían ser juzgados en suelo continental. Estalló entonces una protesta de magnitudes nunca vistas, con más de un millón de personas en un territorio de siete tomando las calles hasta en tres ocasiones en apenas dos meses
La incapacidad para reaccionar del Ejecutivo Local elevó la movilización a cita semanal. Los manifestantes se convirtieron en una suerte de guerrilla urbana que campaba a sus anchas por el centro de la ciudad, a su vez un campo de batalla enturbiado por los gases lacrimógenos y la brutalidad policial.
Fugaces victorias
Sin saber que pronto no habría marcha atrás, el movimiento inició su asalto a las instituciones. En las elecciones municipales de noviembre de 2019 las fuerzas prodemocracia cosecharon una mayoría histórica. Estas pasaron de aglutinar 124 escaños de un total de 479 a 388 –del 26 al 81%–, mientras que el bando prochino cayó de 331 a 89 –del 69 al 19%–, gracias a una participación también histórica del 71%.



Entre los triunfadores de aquella noche, clímax de la democracia en Hong Kong, estaba Carmen Lau. A sus 24 años acababa de conquistar la circunscripción de Wang Tau Hom para el Partido Cívico. «Yo nunca pretendí dar un paso adelante y ser candidata, pero las circunstancias me empujaron», rememora por teléfono.
«Estaba en mi último año de secundaria cuando en 2012 comenzaron las protestas contra la Educación Patriótica y Moral. No me afilié a Scholarism [la formación que lideraba el movimiento] pero sí organicé varias manifestaciones en mi instituto. Por eso decidí estudiar Ciencias Políticas. Luego llegó la Revolución de los Paraguas en 2014, y acabé trabajando para un legislador del Partido Cívico. Casi todos están en la cárcel ahora».
Después de un siglo y medio, el Reino Unido devuelve Hong Kong a China, que se compromete a respetar durante 50 años sus libertades, mayores que en el continente, bajo el principio de ‘Un país, dos sistemas’.
En el sexto aniversario de la devolución, medio millón de hongkoneses se manifiestan contra el artículo 23 de la Ley Básica para penar la subversión, lo que obliga al Gobierno local a retirarlo.
Más de 90.000 personas, sobre todo estudiantes, toman las calles para protestar contra la Ley de Eduación Patriótica que quería imponer China. De este movimiento surgen líderes como Joshua Wong, hoy en la cárcel.
Las acampadas contra la reforma del sistema electoral hongkonés, que quería impulsar Pekín, derivan en manifestaciones masivas y el bloqueo de calles y avenidas, que se prolongan hasta el 15 de diciembre de ese año.
Tras una manifestación multitudinaria tres días antes, decenas de miles de personas tratan de impedir en el Parlamento la ley de extradición a China. Estalla la segunda ‘Revuelta de los Paraguas’ por la represión policial.
En plenas protestas contra la ley de extradición a China, que derivaron en una violenta guerrilla urbana durante la segunda mitad del año, miles de manifestantes asaltan y vandalizan el Parlamento local
El régimen chino impone la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong, que pena con entre tres años y cadena perpetua «la subversión, la secesión, el terrorismo (que incluye vandalismo) y las injerencias extranjeras».
Entra en vigor la Ley de Seguridad Nacional aprobada cuatro días antes por el Parlamento de Hong Kong, que amplía la norma impuesta desde Pekín con nuevos delitos para desarrollar el artículo 23 contra la subversión.
Al cumplirse 28 años del traspaso de soberanía, y cinco de la Ley de Seguridad Nacional, se disuelve el último partido de la oposición, la Liga de los Socialdemócratas. Se consuma la pérdida de libertades en la excolonia británica.
El siguiente paso de la oposición consistía en presentar una lista unitaria a las siguientes elecciones legislativas, previstas para septiembre de 2020. Pretendían maximizar sus posibilidades de controlar por primera vez el Consejo Legislativo, el parlamento territorial, pese a las trabas de un sistema representativo solo en parte.
Para ello, en julio de 2020 organizaron unas primarias que atrajeron una movilización récord. Pero lo que parecía el principio resultó en realidad el final. La posibilidad de una pérdida de control estaba demasiado cerca para China, que se cansó de jugar a la democracia trucada. Tras la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional, llegó una reforma electoral. Esta minimizó el número de escaños elegidos por sufragio directo y exigió que los investidos pronunciaran un voto de obediencia.
«Está recuperándose, pero el Hong Kong de antes no va a volver»
Alicia García-Herrero
Economista jefe para Asia de Natixis
«Me negué a jurar fidelidad al Partido Comunista», apunta Lau. En junio de 2021, un año y medio después de su nombramiento, dimitió. «Pensé que mi renuncia sería el final, pero empezaron a seguirme y acosarme. De aquella todavía vivía con mi familia, así que por la seguridad de todos tuve que irme». Tomó la decisión de un día para otro. Una mañana de julio se despidió de sus padres y, gracias al programa de asilo ofrecido por el Reino Unido, abandonó el único hogar que había conocido en sus 26 años de vida, Hong Kong. Quizá para siempre.
Control total
Entretanto, la purga de los demócratas avanzaba a toda velocidad. En enero de 2021 ‘Los 47 de Hong Kong’, las más destacadas figuras opositoras, fueron detenidas en una redada simultánea. Todos los partidos cesaron sus actividades de manera progresiva. La disolución del último organismo activo, La Liga de los Socialdemócratas, tuvo lugar el pasado domingo ante la «inmensa presión política» imperante en este nuevo Hong Kong.
Ni siquiera en el extranjero pudo Lau escapar a la persecución. A principios de 2022 las autoridades emitieron contra ella una orden de arresto por incitar a la participación en dichas primarias, y a finales de 2024 recurrieron a la Ley de Seguridad Nacional para acusarla formalmente de «subversión» y «colusión con fuerzas extranjeras». El pasado mes de marzo, sus vecinos recibieron una carta remitida por la Policía que ofrecía un millón de dólares hongkoneses a cambio de su entrega a la embajada china en Londres.
La verdad está también en los periódicos. Por eso desaparecen. 18 medios de comunicación han cerrado tras la imposición de la Ley de Seguridad Nacional, entre ellos ‘Apple Daily’, el diario líder del territorio; y 28 periodistas y editores han sido encausados. Hong Kong se ha desplomado en el Índice Mundial de Libertad de Prensa que Reporteros Sin Fronteras elabora cada año entre 180 países: en 2002 ocupaba el puesto 18º, en 2024 el 140º. La última coacción contra los escombros del periodismo hongkonés adopta forma fiscal. La Asociación de Periodistas ha denunciado investigaciones invasivas contra reporteros, el propio sindicato e incluso familiares.
«Tras las encarcelaciones de periodistas, tenemos que elegir cuidadosamente nuestros reportajes y entrevistas»
Tom Grundy
Cofundador y director de ‘The Hong Kong Free Press’
«Sortear inspecciones gubernamentales y normas no escritas que cambian constantemente se ha convertido en mi trabajo a tiempo completo, además de intentar cuadrar las cuentas», afirma Tom Grundy, cofundador y director de ‘The Hong Kong Free Press’, uno de los dos medios independientes todavía activos. «Nos esforzamos por proteger la cobertura de noticias locales y encontraremos la forma de contar cualquier historia; pero, tras las recientes encarcelaciones de periodistas, tenemos que elegir cuidadosamente los reportajes y entrevistas. Y la sección de opinión es en gran medida tierra muerta».
Futuro dubitativo
El curso de los acontecimientos amenaza también la prosperidad de Hong Kong, dependiente de su paradoja originaria, ya caduca: conformar una sociedad libre, abierta y moderna pese a formar parte de la más poderosa dictadura. Por eso la economía china salía aquí al encuentro del mundo, y viceversa.
«Para reinventarse están jugando con fuego», explica Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia de Natixis. «Hong Kong exporta fundamentalmente semiconductores a Rusia y China. Ya no es el lugar donde estadounidenses y europeos invertían en China, ahora hay mucho capital de Oriente Medio y Rusia. Eso es un riesgo gigante porque quien hace las listas de paraísos fiscales no son ellos, sino Occidente. Hong Kong no aplica las sanciones derivadas de Ucrania, Singapur sí», incide, con conocimiento de causa tras quince años de residencia en el territorio. «Dicen que Hong Kong está recuperándose, y es verdad que algo está recuperando, pero no es el Hong Kong de antes. Eso no va a volver».
Jim, por ejemplo, tampoco va a volver. Él es uno de los 400.000 hongkoneses que según estimaciones oficiales han emigrado. El corresponsal habló por última vez con este joven hace dos años. Entonces todavía vivía en Hong Kong, y no reconoció haber participado en las protestas hasta asegurarse de que su identidad quedaría protegida bajo un nombre ficticio.
«La embajada china me molesta de vez en cuando, no puedo decir dónde estoy»
Jim
Hongkonés emigrado al extranjero
Hoy contesta desde otro continente. Su paradero no es lo único que ha cambiado. «Me mudé a un país de Sudamérica y me casé con una mujer de aquí». La cautela, sin embargo, permanece. «La embajada china siempre quiere «organizar y gestionar» la comunidad de los chinos y me molesta de vez en cuando. Por eso no puedo contarte en qué país estoy».
Lau prosigue con su actividad política desde el extranjero. «Tengo fe en nuestro movimiento y creo que quizá algún día podamos volver a nuestra patria en libertad. Hay gente en la diáspora y sobre el terreno que están trabajando muy duro para que el movimiento siga adelante pese a la represión».
Puede que tenga razón. Tal vez en Hong Kong la verdad no esté desaparecida, solo oculta. En la librería, el corresponsal se da media vuelta y echa un último vistazo a las estanterías antes de irse.
—Yo conozco ese libro —susurra una voz anónima—. Si quieres, puedo conseguirte una copia.