Hambruna, vendida en China y trabajos forzados: la odisea de Jihyun Park para huir de Corea del Norte... dos veces - Chile
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Hambruna, vendida en China y trabajos forzados: la odisea de Jihyun Park para huir de Corea del Norte… dos veces

Publicado: junio 15, 2025, 2:25 am

De Corea del Norte, el país más hermético y controlado del mundo, Jihyun Park consiguió escaparse no una, sino dos veces. Una proeza por partida doble que demuestra la fuerza, determinación y también suerte de esta mujer, protagonista de una odisea de película en busca de algo que no tenía en su país: libertad para vivir sin miedo y comida para no morirse de hambre.

Jihyun Park, quien ha cambiado el orden habitual de los nombres coreanos para colocar el apellido en segundo lugar, nació en 1968 en Chongjin, una urbe de la costa nororiental conocida como la ‘Ciudad del Hierro’ por su industria. Su infancia la recuerda como «años felices», cuando jugaba a la guerra con sus amigos y «nuestra misión era matar americanos». Al mismo tiempo que los niños eran adoctrinados para «odiar a Estados Unidos, se nos lavaba el cerebro para idolatrar al líder Kim Il-sung (fundador del país y abuelo del actual dictador), cuyo retrato preside todas las casas«. De aquella época, también se acuerda del orgullo que sentía por su padre, un conductor de una grúa de obras que había estado en el Ejército y era un fiel miembro del Partido de los Trabajadores.

Lo suficientemente lejos de Pionyang, la capital, para librarse de su estricto control, y lo suficientemente cerca de China para recibir desde allí todo tipo de artículos de contrabando, en Chongjin floreció a mediados de los años 80 un incipiente comercio privado, prohibido por el régimen comunista. «Mi madre fue una de las pioneras: iba a la frontera con China y traía cosas que vendía. Para ello, tenía que sobornar a los guardias con dos kilos de arroz o cien wones«, explica Jihyun Park, quien ha participado esta semana en una Charla Ted en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), que tiene un observatorio especializado en Asia.

Pero aquellos buenos tiempos se fueron oscureciendo cuando, a partir de la década de los 80, disminuyeron las raciones que distribuía el Sistema de Reparto de Alimentos que funcionaba en este régimen, el más aislado del planeta y muy dependiente de la Unión Soviética. «No nos enteramos de la caída del Muro de Berlín ni de la disolución de la URSS, pero llegó la Gran Hambruna a mediados de los 90«, narra Jihyun Park, quien era maestra de escuela.

«Mi tío murió de hambre delante de mí. Nos pedía comida, pero su cuerpo estaba ya tan deteriorado que no podía digerirla y se deshidrataba por las fuertes diarreas. Aunque veía muchos cuerpos tirados en la calle, no podíamos decir que era por hambre porque eso no existía en nuestro Estado socialista«, cuenta apesadumbrada. »Lo peor de todo es que ni siquiera hablaba de ello con mi familia porque, debido al lavado de cerebro del régimen, no podíamos confiar en nadie«, detalla el nivel de deshumanización en Corea del Norte.

Al hambre se sumaba la represión, que su hermano menor sufrió cuando huyó del Ejército a finales de 1997. «Lo encontraron en nuestra casa y, delante de nosotros, la Policía le dio una paliza de cuatro horas que casi lo mata», relata Jihyun Park, quien en febrero de 1998 huyó con su hermano a China.

Aunque allí le habían prometido un trabajo, acabó cayendo en una red de trata de personas. «Me vendieron por 5.000 yuanes (unos 600 euros de la época) y a mi hermano lo devolvieron a Corea del Norte. Nunca he vuelto a saber de él«, asegura compungida. Casada con un chino que solo la quería para que trabajara en el campo y en la casa, tuvo un hijo al que su marido hasta pensó en vender para pagar sus deudas de juego. Pero ella, que había tardado 17 horas en dar a luz en casa porque no podía ir a un hospital al no tener papeles, se plantó harta de tanta brutalidad. «¡No somos cerdos ni perros para que puedan vendernos. Somos seres humanos!», se indigna cuando lo piensa.

Para no ser deportada a Corea del Norte, tuvo que pagar algún soborno a la Policía china. Pero no pudo evitar su expulsión cuando, en 2004, hubo redadas masivas de desertores norcoreanos en las provincias vecinas a la frontera y en su casa aparecieron diez agentes del Ministerio de Exteriores.

«Me enviaron a la cárcel y, cuando llegué, solo me hicieron tres preguntas: ¿has conocido a algún surcoreano? ¿has ido a alguna iglesia? ¿has intentado ir a Corea del Sur? Como no había hecho ninguna de las tres cosas, me mandaron a un campo de trabajos forzados«, rememora. Allí, la explotación era tal que enfermó a los dos meses y se le inflamaron las piernas. Tanto que »pensaba que me iba a morir y los guardias me mandaron a un orfanato para no tener que enterrar más cadáveres«.


Jihyun Park sufrió todo tipo de penalidades hasta que finalmente se exilió como refugiada en el Reino Unido


IGNACIO GIL

Cuando fue liberada, sabía perfectamente lo que tenía que hacer: buscar a los tratantes de personas y aceptar ser vendida de nuevo para regresar a China en busca de su hijo. Cruzando la frontera con un grupo de desertores norcoreanos durante varios días a través de las montañas, el mandarín que había aprendido en sus seis años anteriores en China les hizo pasar desapercibidos y los salvó a todos de ser detenidos y devueltos a su país. Especialmente en una charla con un taxista, habitualmente soplones de la Policía, que sospechaba de ellos. En agradecimiento por su ayuda, el traficante de personas la dejó marchar para que recuperara a su hijo, al que se llevó en 2005 de la granja donde vivía porque su familia política lo tenía prácticamente abandonado.

En aquella época, los norcoreanos que escapaban a China intentaban entrar a la fuerza en la Embajada de Corea del Sur en Pekín o en sus consulados en las ciudades de Shenyang y Qingdao, lo que llevó a la Policía a blindarlos de agentes en el exterior. Con otro grupo de desertores norcoreanos, Jihyun Park y su hijo se dirigieron hacia Mongolia, pero casi se pierden y se mueren entre sus estepas. Se salvaron gracias a uno de sus compañeros de viaje, que luego se convirtió en su marido.

Escarmentados, se ocultaron entre la masa en Pekín, donde sobrevivieron con unos carnés de identidad falsos y vendiendo ‘kimchi’, la típica verdura coreana fermentada. Hoy, con todos los controles tecnológicos que hay en China, no habrían durado ni una semana. Gracias a un cura que habían conocido, en 2008 se exiliaron como refugiados en el Reino Unido, donde Jihyun Park ha rehecho su vida y hasta se presentó en 2021 como candidata a concejala en Bury, cerca de Mánchester. Aunque no ganó, volverá a concurrir a las próximas elecciones y está convencida de que lo logrará. Será fácil para alguien que ha conseguido escapar de Corea del Norte no una, sino dos veces.

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