Publicado: marzo 4, 2025, 3:11 pm
ajuste de cuentas
El verdadero objetivo de Trump es China y para eso debe romper la alianza oportunista que la invasión de Ucrania creó entre Moscú y Pekín
El mundo actual es como un edificio con ascensores donde las potencias mundiales y regionales suben y bajan en influencia y poder. Es necesario entender esto para salir de los análisis que beben mecánicamente del vínculo atlántico o de la dinámica de la última Guerra Fría, marcos mentales que funcionaron en un mundo bipolar pero no en uno que está en transformación. Si seguimos la teoría de la Trampa de Tucídides planteada por Allison en 2015, el riesgo de guerra en el mundo se acrecienta cuando una potencia incumbente es desafiada por otra en ascenso. Así sucedió cuando Atenas desafió a Esparta o Alemania retó al Reino Unido. Sin embargo, hay excepciones, como el caso del Imperio español, que superó a la potencia marítima portuguesa sin recurrir a la guerra, resolviendo el conflicto con la complicidad del Papa en el Tratado de Tordesillas.
El verdadero objetivo estratégico de Donald Trump es China, que es la potencia ascendente si consigue superar su invierno demográfico. Para enfrentarse a ella con garantías de éxito, tiene que fracturar la alianza oportunista que se ha formado entre Moscú y Pekín debido a la invasión de Ucrania y las sanciones occidentales. Digo «oportunista» porque las relaciones entre China y Rusia, como todos los países que comparten una larga frontera terrestre (4.209 kilómetros), no han sido fáciles ni armoniosas. El imperialismo ruso le impuso a China los ‘tratados desiguales’ del siglo XIX. Y en el siglo XX, aunque en una breve etapa Stalin y Mao se entendieron bien, con Kruschev las relaciones se deterioraron hasta llegar al enfrentamiento militar del río Ussuri en 1969.
El objetivo a largo plazo de Trump es aislar y reducir a China, a la que ve como la auténtica amenaza, y para eso Rusia debe dejar de depender de Pekín y recuperar su autonomía para definir sus intereses que no necesariamente coinciden con los de Xi Jinping. Si para eso la Casa Blanca necesita sacrificar a Ucrania y tratar a Putin mejor que como lo trata Pekín, lo hará. Europa no ha terminado de digerir esta situación, porque es verdad que no hay vínculo atlántico que valga en estas circunstancias. Conviene ver el cuadro completo para entender que quizá el realismo obligue a Europa a redefinir sus criterios para elegir qué ascensor tomar. Desde luego no puede ser con un Estado agresor. Pero a partir de ahí hay gradaciones. jmuller@abc.es