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En el búnker de la Casa Blanca: Trump dice que su plan es «hermoso»

Publicado: abril 7, 2025, 2:12 pm

Trump se atrinchera ese lunes en la Casa Blanca, que se ha convertido en un búnker en sentido literal: está vallada y aislada por la visita del israelí Benjamín Netanyahu, mientras el presidente prepara la fase final de su revolución comercial.

Con los mercados cayendo y los empresarios que le apoyaron en campaña desconcertados, Trump sigue adelante con sus aranceles masivos, convencido de que puede doblegar al mundo.

En contra de las evidencias a su alrededor, Trump dice que la economía va bien: bajan los precios del petróleo, los alimentos y los tipos de interés —aunque critica a la Reserva Federal por no recortar más rápido—. Asegura que no hay inflación y que Estados Unidos recauda miles de millones en aranceles. Acusa a China de ser el principal abusador comercial y de subir aún más sus aranceles, ignorando sus advertencias.

Y afirma que si se buscan culpables, estos son otros: «La largamente abusada EE.UU. está ingresando miles de millones de dólares por semana de países abusadores gracias a los aranceles que ya están en vigor. Nuestros antiguos ‘líderes’ tienen la culpa de haber permitido que esto, y tantas otras cosas, le ocurrieran a nuestro país», dijo en redes sociales. Antes, en otro mensaje, dijo que sus aranceles «son algo hermoso».

Confrontación comercial global

En la Casa Blanca, el ambiente es de cierre. Trump y su equipo están encerrados en una lógica de confrontación comercial global, convencidos de que los aranceles masivos forzarán a otros países a ceder. El mensaje es claro: quien quiera evitar el castigo, que invierta en Estados Unidos y haga el viaje a Washington a pedir clemencia.

La estrategia no sigue un guion estructurado. Dice el propio presidente que más de 50 países están intentando negociar acuerdos arancelarios, pero no hay un marco definido ni una coordinación clara. Las llamadas se hacen a varios niveles, sin una hoja de ruta precisa.

La lógica tradicional de compromisos diplomáticos ha sido sustituida por una política de presión constante y respuesta impredecible. Eso ha llevado a los socios en Canadá y Europa a buscar alianzas alternativas, algo que enciende aún más al presidente.

Lejos de buscar una solución pactada, el presidente insiste en que se trata de una «revolución económica», cuyos resultados —vaticina él— serán históricos, aunque eso implique asumir una caída bursátil global limitada. A bordo del Air Force One, lo explicó así el domingo: «A veces hay que tomar medicina para arreglar las cosas».

Trump no cede. Este fin de semana: juega al golf, organiza cenas de recaudación de fondos a un millón de dólares el cubierto, y exhibe un nuevo visado de color dorado con su semblante, que exige una inversión de cinco millones para acceder.

Su equipo, en cambio, lidia con advertencias internas: incluso miembros del gabinete han alertado en privado de que los aranceles y los recortes pueden volverse en su contra. Uno de ellos es Elon Musk, socio de Trump, multimillonario que ha perdido cientos de millones desde que el presidente regresó al Despacho Oval.

En su red social, X, Musk ha compartido mensajes todo el fin de semana a favor del libre comercio, exaltando las teorías del economista Milton Friedman y proponiendo una zona de libre comercio con Europa.

Pese a todo, el presidente mantiene el rumbo. Cree que, al igual que doblegó a universidades y bufetes de abogados, podrá hacer lo mismo con gobiernos. El problema, según no pocos republicanos, no es la meta, sino el método: sin un plan claro, sin gradualidad, y con efectos inmediatos que podrían costar empleos, inversiones y confianza. La Casa Blanca, mientras tanto, sigue cerrada, aislada, atrincherada.

Un grupo de senadores, a los que se han sumado republicanos como Chuck Grassley, prepara una ley para poner coto al poder presidencial sobre los aranceles. Se espera que Trump la vete si llega a su mesa.

El malestar se extiende. Rand Paul ha advertido que esta política comercial podría costarle al Partido Republicano el control del Congreso «durante otros 60 años». Aunque las encuestas no reflejan aún un giro claro, varios líderes del partido temen que el impacto económico a corto plazo erosione la coalición electoral de Trump justo cuando se juega su reelección.

Mientras tanto, en el extranjero, aumentan las represalias. Irán ha advertido que está listo para responder con misiles a cualquier provocación militar, en un contexto de máxima tensión. La política arancelaria y exterior del presidente ha abierto frentes simultáneos, que desde dentro del Gobierno algunos describen como «una apuesta sin red».

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