El Tribunal Correccional de París sospecha que el tirano libio Muamar el Gadafifinanció con dinero negro buena parte de la victoriosa campaña presidencial de 2007 de Nicolas Sarkozy, que ya fue condenado el 18 de diciembre pasado por otros delitos de corrupción y tráfico de influencias a tres años de cárcel, dos de prisión con remisión de pena y otro de prisión firme, que podrá cumplirse sin entrar en la cárcel, sustituida por un brazalete electrónico y limitación de movimientos en el territorio francés.
Se trata del descenso de un nuevo peldaño en el hundimiento político de Sarkozy, que ejerció como presidente entre 2007 y 2012.
Con el inicio anunciado de un nuevo proceso, a partir de este lunes, el Tribunal Correccional (TC) culmina una larga década de instrucción de un caso en el que están implicados Sarkozy, cuatro de sus exministros (Presidencia, Interior, Economía y Presupuestos del Estado), ocho intermediarios (franceses, libios y libaneses), Gadafi, uno de sus hijos y cuatro colaboradores íntimos del tirano africano asesinado por las turbas que lo derrocaron en octubre del 2011.
Poco antes de la caída de la tiranía de Gadafi (1942-2011), uno de sus hijos, Saïf al-Islam, fue el primero en declarar que su padre había entregado a los hombres de Sarkozy importantes sumas de dinero para financiar, en alguna medida, la campaña presidencial del 2007.
Tras esa primera información, varios medios parisinos publicaron las declaraciones de Moussa Koussa, antiguo jefe de los servicios de seguridad y espionaje libios, en las que afirmaba que Gadafi había entregado a los gestores de la campaña electoral de Sarkozy unos 50 millones de euros, en billetes, de dinero «negro».
Inicio a finales de 2005
Según esas y otras versiones, el fabuloso escándalo comenzó a finales de 2005, cuando Sarkozy, ministro del Interior del entonces presidente Jacques Chirac -también condenado por corrupción-, visitó Libia para «discutir» sobre los problemas de la «inmigración clandestina». Tras esa tapadera, el aspirante francés a jefe del Estado y el «guía supremo» norafricano llegaron a un acuerdo sustancial: el primero apoyaba la «rehabilitación» internacional de Gadafi y, a cambio, este último «ayudaría» económicamente a Sarkozy en sus aspiraciones presidenciales.
Los primeros beneficiarios de los acuerdos conocidos y ocultos entre Sarkozy y Gadafi fueron varios personajes particularmente siniestros acusados de delitos terroristas por los servicios de seguridad de varias democracias occidentales. Elegido presidente, el francés recibió al dictador en el Elíseo, tras aceptar que el tirano libio instalase su tienda en los alrededores. En su día, fue una imagen esperpéntica.
Asesinado Gadafi, sus herederos y hombres de confianza «tiraron de la manta» de los millones ofrecidos presuntamente a Sarkozy, en dinero «negro». El escándalo estallaría con rapidez. Su instrucción judicial ha tardado una década.
Desde el primer día, Sarkozy denunció el «montaje» de una «fábula totalmente falsa». Sus exministros repitieron el mismo rechazo frontal de las acusaciones. Los fiscales han recogido 650 páginas de testimonios, acusaciones, informaciones, presunciones y sospechas. El expresidente francés se propone ahora «demostrar» su «completa inocencia», al considerarse víctima de un «rosario de falsedades amañadas».
«Sospechas sólidas y suficientes»
El Tribunal Correccional de París, por su parte, ha estimado que existen «sospechas sólidas y suficientes» para iniciar un proceso previsiblemente largo y complejo.
En un primer plano se juzgará el presunto delito más evidente: financiación ilegal, con dinero negro y extorsión de fondos públicos libios de una campaña electoral victoriosa. Sarkozy fue condenado el 18 de diciembre por delitos menos graves.
En un segundo plano se juzgará el puesto de Francia y su diplomacia de Estado en el norte de África, que ofreció supuestamente su cobertura oficial a un tirano implicado en numerosos delitos: de la criminalidad reconocida de un autócrata peligroso a un atentado terrorista contra un avión DC-10 de la compañía UTA que costó la vida a 170 hombres y mujeres, entre los que había 54 franceses, el 19 de septiembre de 1989.