Publicado: junio 29, 2025, 2:33 am
La foto fija a la que estamos acostumbrados es la de Vladimir Putin y Xi Jinping caminando sobre una alfombra roja desplegada en el Kremlin, conversando amigablemente como si fueran viejos amigos. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, se ha debatido sobre este preocupante cortejo de dos gobiernos autoritarios, que, en conjunto, reúnen a casi 1.600 millones de personas y alrededor de 5.000 armas nucleares. En esta relación, China saca partido de lo que Rusia ya no puede vender a Europa y se lo compra a un tercio de su precio, mientras que Putin depende de Pekín como su ‘línea de vida’.Pero, entre bastidores, el juego es otro a largo plazo. El gigante asiático, entre imperios en decadencia, busca convertir a Europa en una colonia y a Rusia en un simple peón, destinado eventualmente a ser peso muerto. Pekín no olvida las humillaciones del pasado —los tratados firmados en tiempos de los zares ni los territorios aún en disputa— con un país con el que comparte más de 4.200 kilómetros de frontera. Y Moscú lo sabe muy bien.

Frontera en tre Rusia (verde) y China (naranja)
Rusia, ¿aliado o futura víctima?
Un documento secreto de ocho páginas del FSB (la nueva KGB), cuya autenticidad fue confirmada por ‘The New York Times’, muestra que Rusia considera a China una amenaza para su seguridad. «Ofrece la visión más detallada hasta la fecha» sobre por qué se la percibe como un posible «enemigo». Entre apretones de manos y alianzas estratégicas, se libra una batalla silenciosa con múltiples frentes. «Los países no tienen amigos permanentes, solo intereses permanentes. Por eso, China podría terminar devorando a Rusia, especialmente en su parte oriental… pero, por ahora, le es útil como llave maestra», explica a ABC Fernando Cortiñas, profesor del IE Business School.
El legado de los zares y la venganza territorial
Pero «Rusia tiene motivos para temer a China. La idea es recuperar sus tierras por las buenas o por las malas», afirma Rafael Martín Rodríguez, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas. «Desde la época de Mao, China nunca ha renunciado a recuperar los territorios cedidos por la dinastía Qing en un tratado con los zares del siglo XIX que siempre ha considerado injusto», añade.
En 2023, China publicó un mapa oficial que enfureció a varios países vecinos, e incluía un detalle que pasó desapercibido para muchos: mostraba como propia la isla de Bolshoy Ussuriysky, actualmente bajo control compartido con Rusia. India, Malasia y Filipinas protestaron públicamente. Rusia no dijo nada. Putin sabe que no puede ofender a su mejor cliente.
Los nacionalistas chinos llevan años agitando el debate en redes sociales y presionando a Xi Jinping para que revise los tratados del siglo XIX mediante los cuales Rusia se anexionó territorios como Vladivostok. En ese contexto, una Rusia debilitada por la guerra y centrada en Ucrania parece una presa fácil. De hecho, el informe filtrado señala que académicos chinos ya están sentando las bases para reclamar oficialmente parte del territorio ruso. Pekín está buscando vestigios históricos de asentamientos chinos en el Lejano Oriente ruso, como argumento para influir en la opinión pública local. «Y en Siberia ya se usan unidades de origen mongol como punta de lanza para estos intereses», apunta Rodríguez.
Aunque Xi Jinping, por ahora, frena las ambiciones de los internautas más exaltados —quienes proclaman que «si Rusia se desintegra por segunda vez, nuestro ejército debe correr hacia el norte y recuperar Manchuria»—, el Partido Comunista Chino no pierde de vista sus objetivos a futuro. «Es por lo que creo que ha empezado a mover ficha. A largo plazo, se prepara ante una posible ruptura con Moscú y con la idea de recuperar sus tierras por las buenas o por las malas. Y en Rusia especulan que esto podría suceder cuando termine la guerra en Ucrania», concluye Rodríguez.
¿Qué dice el documento secreto?
Tras la retirada masiva de empresas occidentales de Rusia, China entró con fuerza para ocupar ese vacío. Chips, petróleo, gas, cooperación nuclear y espacial se han convertido en la moneda de cambio oficial entre ambos países. Pero en los márgenes, crece una desconfianza mutua. Tres días antes de que Putin invadiera Ucrania en 2022, el FSB activó el programa de contrainteligencia ‘Entente-4‘, destinado a evitar que China socave los intereses rusos. Justo cuando todos los recursos de seguridad y militares se desviaban hacia Ucrania —a más de 6.400 km—, Rusia temía que Pekín aprovechara la desprotección de su frontera con el gigante asiático.
El documento revela que China está ansiosa por comprender la guerra moderna de envergadura. Su ejército no combate desde el conflicto relámpago contra Vietnam en 1979, y existen dudas internas sobre su capacidad frente a las armas occidentales en un posible conflicto por Taiwán o el Mar de China Meridional. Por eso, Pekín busca desesperadamente información sobre el uso de drones, software de combate y técnicas occidentales. Entre sus blancos prioritarios figuran pilotos militares, ingenieros en aerohidrodinámica y especialistas rusos mal remunerados, como los que trabajaron en el ekranoplan —el aerodeslizador de guerra estrenado por los soviéticos.
El documento además detalla que la inteligencia china ha reclutado periodistas, funcionarios, ingenieros, empresarios y rusos con cónyuges chinos. Como respuesta, el Kremlin ha hackeado cuentas de la mensajería china WeChat. El documento también señala que Pekín planea aprovechar la experiencia de los mercenarios del grupo Wagner en conflictos en el sudeste asiático, África y América Latina. Y pone sus ojos más allá de Rusia.
Las llaves del mundo del mañana: Asia Central y el Ártico
El geógrafo Halford J. Mackinder ya advirtió que Asia Central era el ‘heartland’ del planeta: quien la controle, controla el mundo. En los siglos XVIII y XIX, esta región fue disputada por los imperios chino y ruso. Hoy, países como Kazajistán —primer productor mundial de uranio y rico en tierras raras, gas, petróleo, minerales y en chernozem que son los suelos más fértiles del mundo— son clave para las ambiciones de ambas potencias.
China ha desplegado su iniciativa de la Ruta de la Seda para ganar influencia estratégica en infraestructuras clave de la región. «Funciona como una red de tentáculos con los que Pekín expande su poder global, especialmente desde el año 2000», explica a ABC Pablo Rubio, doctor en Historia Contemporánea y colaborador de la Fundación Alternativas. El Kremlin teme que Pekín esté socavando sus intentos de restaurar su esfera de influencia. «Durante la era soviética, Asia Central respondía a Moscú. Hoy, eso está cambiando. Uzbekistán es un primer ejemplo», recoge el memorándum.
Otro foco crucial es el Ártico. Allí se produce más del 70 % del gas natural ruso y el 17 % de su petróleo. China, a través de bases y proyectos mineros, quiere ganar peso en la zona. «Históricamente, Rusia ha intentado mantener un control estricto sobre la actividad china en el Ártico. Sin embargo, Pekín cree que las sanciones occidentales obligarán a Rusia a recurrir a China para mantener su anticuada infraestructura ártica. El gigante gasístico ruso Novatek ya ha recurrido al gigante asiático para rescatar su proyecto de gas natural licuado (GNL) en el Ártico, tras haber descartado previamente a la empresa estadounidense Baker Hughes», detalla el documento.
China siempre tiene un plan
A pesar de las tensiones encubiertas, el documento del FSB deja claro que ningún agente ruso actuará sin la aprobación del Kremlin: no pueden arriesgarse a perder el apoyo del socio que les da oxígeno económico. Mientras tanto, otras potencias, como EE. UU., observan con atención. «Voy a tener que desunirlos, y creo que puedo hacerlo», afirmó Donald Trump. China, por su parte, no permanece impasible. «Cuando Trump inició negociaciones con Putin, la televisión estatal china comenzó a emitir documentales sobre el sufrimiento del pueblo ucraniano. Es una forma de preparar a su población para posibles giros de guión. China siempre tiene un plan A, B y C», comenta Rodríguez.
Recientemente, tras los eventos en Irán —proveedor de hidrocarburos clave para China—, Pekín ha reconsiderado invertir en un nuevo gasoducto ruso. Cortiñas resume: «Rusia sería a China lo que es hoy Reino Unido a EE.UU. , una potencia militar de las más grandes de Europa, y EE.UU. la usa como caballo de Troya para jugar sus cartas». Pero lo que es hoy puede no serlo mañana. Y «el pragmatismo feroz» de China nunca debe subestimarse.