Publicado: mayo 27, 2025, 12:38 pm

Maryam Abu Dagga tiene dos años y Osama al-Rawab cinco, sin embargo, el tiempo se detuvo para ellos mucho antes de aprender a reír sin miedo. Sus frágiles huesos son testimonio de una infancia robada por la guerra. No conocen juguetes, solo el sonido de los bombardeos. No conocen la abundancia, solo el silencio del estómago vacío.
La desnutrición severa que padecen no es solo una urgencia médica, es una herida abierta que interpela al mundo. Porque detrás de cada cifra de víctimas, hay un niño como ellos: pequeño, indefenso y olvidado.
Este es el rostro más cruel de la guerra. Hoy, sus cuerpos necesitan alimento. Pero también necesitan paz.