Publicado: julio 21, 2025, 2:09 am

Un multimillonario, con mensaje populista, batallador con la montaña de déficit que arrastra Estados Unidos, decide crear un tercer partido para romper la hegemonÃa corrupta del bipartidismo que rige la primera potencia mundial. Elon Musk ha podido tener muchas ideas visionarias. Pero esta, la de … crear una nueva formación polÃtica, expresada a comienzos de mes en medio de su guerra con Donald Trump, no lo es.
Suena mucho a la de un nombre legendario en la polÃtica estadounidense: Ross Perot. Aquel millonario es lo más cerca que ha estado EE.UU. de romper la baraja con un tercer partido en el último siglo. Perot, un texano que hizo fortuna en el sector tecnológico a finales de los 60, fue el gran protagonista de la campaña electoral de 1992, en la que en algún momento pareció poder imponerse al demócrata Bill Clinton –a la postre, ganador– y al presidente republicano en el cargo, George H.W. Bush.
El caso de Perot es relevante para entender la apuesta de Musk porque ejemplifica lo duro que es el camino para quien trata de abrir una tercera vÃa polÃtica en EE.UU. Aquel año consiguió el mejor resultado en un siglo para un candidato fuera de los dos grandes partidos. Presentándose como independiente, logró un 19% de los votos. Es decir, se quedó muy lejos de cualquier opción de victoria. Cuatro años después, ya bajo la marca de una formación nueva, el Partido Reformista, acabó con un 8,4%.
Fueron resultados espectaculares si se tiene en cuenta la historia de las terceras vÃas. La última vez que un senador ganó un escaño con las siglas de un partido que no fuera ni el demócrata ni el republicano –sin contar algunos que se presentan como independientes, que en realidad no lo son tanto– fue James Buckley en 1970 por el Partido Conservador. Y la última vez que un partido ganó un estado en unas presidenciales sin ser uno de los dos grandes fue el Partido Independiente Americano de George Wallace. La única vez desde comienzos del siglo XX que alguien estuvo cerca de ganar con su propio partido fue un presidente, Theodore Roosevelt, que rompió con su sucesor, William Taft, y creó el Partido Progresista para ir a por un tercer mandato.
Es probable que Musk conozca todo esto, asà como la burocracia larga, compleja y exigente de poner en marcha de manera oficial una formación polÃtica. Pero para alguien que dice que va a poner a un humano en Marte en un puñado de años, lo de crear un tercer partido que sea competitivo quizás no parezca tan complicado.
«En lo que tiene que ver con arruinar a nuestro paÃs con derroche y corrupción, vivimos en un sistema de un partido, no en una democracia», defendió Musk hace unos dÃas, en el anuncio de lo que calificó como la «creación» de su nuevo invento, el Partido de América.
En realidad, era el último episodio de su relación explosiva con Trump. Musk ha pasado de ser el gran financiador de su campaña y mano derecha en la Casa Blanca a un proscrito del trumpismo. La alianza entre el hombre más rico del mundo y el más poderoso se deterioró con los aranceles de Trump –que Musk ve con escepticismo– y estalló con la aprobación de la llamada ‘One, Big, Beautiful Bill’ (Ley ‘Una, Grande y Bella’), la descomunal regulación fiscal y presupuestaria. Musk la tildó de «abominación asquerosa» por su efecto en un déficit ya disparado: añadirá 3,3 billones de dólares a la deuda en diez años.
La billetera no siempre gana
Que el Partido de América pueda convertirse en una alternativa real al Republicano y al Demócrata es una quimera, por mucho dinero que tenga Musk para dedicar a su juguete polÃtico (un ejemplo es la reciente elección a juez del Tribunal Supremo de Wisconsin, donde el músculo financiero de Musk la convirtió en la más cara de la historia de EE.UU. para un cargo de ese tipo, pero su candidato perdió). Pero eso no es lo determinante.
En toda la historia de las terceras vÃas, la cuestión no ha sido si se convertÃa en alternativa, sino a quién perjudica más. Un ejemplo es el Partido Libertario, que no ha conseguido más éxitos que el de derribar candidatos de los grandes partidos en algunas elecciones presidenciales. Los libertarios nunca han obtenido más de un 3% de los votos, pero no significa que no hayan sido decisivos. Por ejemplo, los votos a su candidato en 2000, Ralph Nader, probablemente dejaron sin presidencia a Al Gore, en su ajustadÃsima derrota frente a George W. Bush. Y, sin los votos al también libertario Gary Johnson y a la lÃder del Partido Verde, Jill Stein, la elección de 2016 se habrÃa inclinado hacia Hillary Clinton, y no hacia Trump.
Los planes de Musk son poco más que un esbozo, sin mucha forma. Lo único seguro es que él nunca podrÃa ser el candidato a la Casa Blanca: solo pueden presentarse los nacidos en EE.UU. y él vio la luz en Sudáfrica. «Una forma de ejecutar esto serÃa centrarse completamente en solo dos o tres escaños del Senado y entre ocho y diez escaños de la Cámara de Representantes», dijo al anunciar el Partido de América. «Dados los mÃnimos márgenes legislativos, eso serÃa suficiente para servir como el voto decisivo en leyes disputadas, asegurando que sirven a la voluntad verdadera del pueblo», añadió.
Musk describió la estrategia básica con un ejemplo bélico clásico. «La forma en la que vamos a acabar con el sistema del unipartidismo es con una variante de cómo Epaminondas destrozó el mito de la invencibilidad de Esparta en Leuctra», dijo. «Fuerzas extremadamente concentradas en un lugar preciso del campo de batalla».
Trump respondió con una displicencia –«que se divierta, los terceros partidos nunca han funcionado»– que no ocultó el nerviosismo que le provoca la idea. «Es algo ridÃculo», aseguró a preguntas de los reporteros. «Los demócratas van sin rumbo, pero esto ha sido siempre un sistema de dos partidos y creo que empezar un tercero solo añade confusión».
Confusión en los votantes
Esa confusión en los votantes –que no sepan si votar al partido de siempre– puede ser muy peligrosa para Trump y los republicanos. Además de perder el altavoz –Musk tiene una presencia dominante en su red social, X– y el bolsillo del hombre más rico del planeta, que apoye con fuerza a candidatos de tercera vÃa en distritos disputados puede ser una gran amenaza para ellos.
Las encuestas ofrecen lecturas desiguales, por el momento, de qué impacto podrÃa tener el Partido de América. Por un lado, los estadounidenses quieren más que nunca que haya más de dos opciones polÃticas. En 2023, cuando EE.UU. se encaminaba a una nueva campaña electoral entre Trump y Joe Biden, dos candidatos impopulares, el porcentaje que querÃa un tercer partido batió su récord histórico en la encuesta de Gallup, el 63%.
Que haya mucho interés en un tercer partido no quiere decir que el interés sea en el que cree Musk. De hecho, un sondeo reciente de la Universidad de Quinnipiac apunta que el 49% desea otra formación, pero el 77% no quiere la de Musk, al que solo apoyarÃa un 17%. Es un porcentaje pequeño que, sin embargo, podrÃa romper el equilibrio de apoyos entre republicanos y demócratas. Y, según un estudio de la firma Echelon, los perjudicados serÃan los republicanos. Para las elecciones al Congreso del año que viene, los republicanos tienen una ventaja mÃnima frente a los demócratas: 48%-47%. Si se añade al Partido de América, los demócratas darÃan la vuelta y adelantarÃan a los republicanos: 45%-41% a su favor.
Musk tiene todavÃa que hacer realidad su promesa, algo que no se le da muy bien. Pero es evidente que, si se empeña, puede agitar de verdad la polÃtica de EE.UU., con consecuencias impredecibles.