Publicado: febrero 16, 2025, 9:50 am
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El entierro del principal líder opositor ruso, Alexéi Navalni, que tuvo lugar el 1 de marzo de 2024, reunió a miles de personas en el cementerio Borísov de Moscú y en las inmediaciones, pese a que la Policía se afanó en obstaculizar las … exequias acordonando la zona y practicando decenas de arrestos. Para evitar otra concentración multitudinaria con motivo del primer aniversario la muerte del destacado disidente, las autoridades rusas han adoptado a lo largo del año multitud de medidas intimidatorias para disuadir a sus seguidores.
Como resultado de tales presiones, la ofrenda floral en la tumba de Navalni, con motivo de su misterioso fallecimiento el 16 de febrero de 2024, ha quedado este domingo deslucida y reducida a la asistencia de unos cuantos centenares de personas. Las fuerzas de seguridad ni siquiera han impedido el acceso al cementerio.
Bien es cierto que a la entrada del recinto montaba guardia un nutrido grupo de fornidos hombres de paisano ataviados con amplios abrigos oscuros y provistos de gafas de sol, según la publicación digital rusa ‘Meduza’, serían agentes del departamento de lucha contra el extremismo. Los llamados canales de Telegram «patrióticos» advertían que todos los asistentes a depositar flores serán fotografiados con cámaras ocultas y registrados en una lista. Según los automovilistas, la navegación ha estado fallando en las cercanías del cementerio, algo que no suele ocurrir en ése área.
Entre los primeros en acudir por la mañana a rendir tributo a Navalni estaba la embajadora de Estados Unidos, Lynne Tracy. Luego desfilaron otros embajadores occidentales, entre ellos el español Ricardo Martínez, que estuvo acompañado de su colega polaco, Krzysztof Krajewski, cuyo país ostenta la presidencia de turno de la UE, y del representante diplomático de la Unión Europa, Roland Galharague.
«Su muerte era previsible, incluso esperada, pero cuando se produjo cayó sobre nosotros como una hecatombe. En el transcurso de este último año, el vacío que ha dejado se ha hecho aún más evidente, no ha sido reemplazado por nada ni por nadie (…) Navalni jugó un papel enorme en la política, la esfera mediática y en la cosmovisión de millones de rusos a los que infundió esperanza», escribe en su canal de Telegram el historiador y politólogo, Serguéi Medvédev.
Navalni, que ahora hubiera tenido 48 años, fue condenado a 19 años de cárcel por «extremismo», por denunciar las corruptelas y abusos en el seno de la cúpula del país a través de su Fundación de Lucha contra la Corrupción (FBK). Todo lo que está relacionado con él, incluso pronunciar su nombre o llevar una camiseta con su retrato supone riesgo de multas y prisión. Ser seguidor del fallecido activista hoy día en Rusia significa ser considerado miembro de «grupo extremista» con las consecuencias penales que ello acarrea. Cuatro periodistas están siendo juzgados por el sólo hecho de haber sacado fotos para gente del equipo del opositor, para el FBK. Y, el pasado mes de enero, tres abogados que defendieron a Navalni fueron condenados a penas de entre tres años y medio y cinco de prisión.
La muerte de Navalni no ha sido esclarecida y ni siquiera se ha abierto una causa penal o investigación al respecto. El Servicio Penitenciario de Rusia (FSIN) insiste en que su fallecimiento fue «natural», resultado de un cúmulo «combinado» de dolencias. Los facultativos que exigieron una mayor transparencia y acceso a los datos médicos han sido objeto de acoso e intimidación. Navalni fue arrestado en enero de 2021, al regresar a Rusia tras ser tratado en Alemania del envenenamiento que sufrió en agosto de 2020 en la ciudad siberiana de Tomsk. De manera que los últimos tres años de su vida los pasó entre rejas en varias cárceles y con durísimas condiciones de reclusión al ser confinado en celdas de castigo con extraordinaria frecuencia. Dos meses antes de su muerte, fue trasladado a una colonia penitenciaria de alta seguridad y régimen severo en Jarp, en el Ártico. Para impedir una investigación independiente, según la oposición rusa en exilio, el personal de la prisión incautó 75 objetos con los que Navalni tuvo contacto: libros, un colchón, restos de vómitos, pelo, muestras de nieve del patio, los guantes de un preso que ayudó a los médicos y grabadoras de vídeo.