Publicado: octubre 25, 2025, 4:36 am

El mayor barco de guerra jamás creado está ya rumbo al continente americano. El portaviones Gerald R. Ford, la joya de la Armada de EE.UU., se ha convertido en el símbolo de la presión militar que Donald Trump ha puesto sobre … los cárteles de la droga y contra el régimen al que responsabiliza de parte del narcotráfico, el de Nicolás Maduro en Venezuela.
En medio de una campaña de ataques a narcolanchas en mar abierto por parte del ejército de EE.UU., y entre advertencias de Trump de que podrían hacer lo mismo con objetivos terrestres, el despliegue del Gerald R. Ford y de la escuadra de ataque que le acompañan es una de las mayores muestras de músculo militar que puede hacer la primera potencia mundial.
El Gerald R. Ford es el primer producto de la última generación de portaviones de EE.UU., que lleva el nombre de aquel presidente de paso fugaz por la Casa Blanca –asumió la presidencia por la dimisión de Richard Nixon y no logró la reelección– pero muy vinculado a la Armada: sirvió en un portaviones durante la Segunda Guerra Mundial, en el teatro del Pacífico.
La nave es una isla flotante, con una longitud equivalente a tres campos de fútbol y que desplaza un peso de 100.000 toneladas. Todo eso lo mueven dos reactores nucleares, que ponen al portaviones en una velocidad de 30 nudos –55 kilómetros por hora– con facilidad. A ese ritmo, puede cubrir 1.200 kilómetros en un día de navegación.
En sus tripas se aloja una pequeña ciudad, una comunidad de más de 4.500 marineros. El Gerald R. Ford empezó a surcar los océanos en 2017 –fue el propio Trump quien le dio la bienvenida al servicio poco después de comenzar su primer mandato– y se espera que tenga una vida de 50 años. Se calcula que tuvo un coste de unos 13.000 millones de dólares.
Pero, más que por su tamaño, el Gerald R. Ford es un monstruo de los mares por su poderío militar. En la cubierta puede alojar hasta noventa aviones. Ahora mismo en ella descansan cuatro escuadrones de F/A-18 Super Hornets, cazas de combate avanzados; un escuadrón de una variante de los Super Hornet que tienen la capacidad de inhabilitar las comunicaciones de los enemigos; dos escuadrones de helicópteros de ataque, con capacidad incluso para torpedear submarinos; naves de vigilancia E-2 Hawkeye y aviones de transporte.
Además, el Gerald R. Ford es la cabeza de un escuadrón de ataque con su mismo nombre en el que se incluyen cinco buques destructores para monitorear y atacar amenazas enemigas, equipados con misiles de todo tipo, incluidos los poderosos Tomahawks, además de otros buques de apoyo. En ocasiones, le acompaña un submarino de ataque.
La base del Gerald R. Ford está en la base naval de Norfolk, en Virginia, la mayor de EE.UU. Pero ahora mismo se encontraba desplegado en Croacia, donde desarrolla maniobras militares con aliados de la OTAN. El portaaviones ha navegado las inmediaciones de la costa española en varias ocasiones desde el pasado verano, para salvar en varias ocasiones el Estrecho de Gibraltar. Ahora cruza el Atlántico, en medio de la guerra declarada por Trump contra un enemigo más diminuto que jamás pudo imaginar el Gerald R. Ford, las narcolanchas. Pero dentro también de una escalada militar en el Caribe –entre tensiones con Venezuela y Colombia– de futuro incierto.
