Publicado: agosto 22, 2025, 12:11 pm
La sexualidad es quizás una de las dimensiones más complejas de los seres humanos, y tiene una influencia determinante en nuestra forma de estar en el mundo y relacionarnos con los demás. Por ello, la educación en este área puede ser fundamental para proteger la salud y el bienestar de los más jóvenes.
Por su importante dimensión social, la sexualidad no es inmune a grandes cambios culturales y materiales como la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Precisamente, son muchos los expertos que señalan a este factor como uno determinante en la popularización de determinadas prácticas en los adolescentes y adultos jóvenes, en algunos casos con riesgos específicos.
Una práctica común que afecta más a las mujeres
Un caso interesante es el de la asfixia erótica, que según indican algunos estudios recientes está cada vez más extendida en esta demografía; por ejemplo, un estudio publicado el año pasado en la revista académica Archives of Sexual Behavior por las Universidades de Melbourne y Queensland (Australia) encontró que nada menos que un 47% de los jóvenes de entre 18 y 35 años en el país oceánico la había practicado alguna vez.
Más cerca de nuestra esfera, un trabajo del mismo año realizado en Alemania y publicado en Perspectives on Sexual and Reproductive Health halló que el 43% de los germanos menores de 40 años habían participado en prácticas sexuales violentas de manera consensuada, incluyendo la asfixia erótica; el año anterior, una encuesta de la Universidad de Reykjavik daba con una tasa similar del 44% en personas de entre 18 y 34 años.
Son las mujeres quienes adoptan con más frecuencia el rol pasivo en esta práctica, y por lo tanto reciben la mayor parte del riesgo. Así lo atestiguaba por ejemplo una investigación llevada a cabo en Estados Unidos en 2022 y también publicada en Archives of Sexual Behavior, que concluía que el 58% de las estudiantes universitarias encuestadas había sido estrangulada durante las relaciones sexuales.
Popularidad ligada a la pornografía
Los expertos coinciden en general en señalar al consumo de pornografía como uno de los principales motores de la popularidad de prácticas violentas hacia las mujeres, como incide Herbenick, autora principal del estudio estadounidense, en una entrevista concedida al medio británico BBC: «Con el porno online», dice, «el sexo se ha vuelto más violento entre jóvenes y adolescentes».
Según esta experta, la asfixia erótica forma parte de la pornografía, y también se cuela en otros canales como las redes sociales o hasta en la letra de canciones pop. «Ahora es muy fácil acceder a esos contenidos», desarrolla, y argumenta que un porcentaje importante de los jóvenes la practica porque asume que es lo más común. «Creen que así es el sexo».
Precisamente, una investigación llevada a cabo sobre adolescentes gallegos de entre 12 y 17 años publicada este miércoles en Archives of Sexual Behavior reafirmaba esta triple relación entre el consumo de pornografía, las prácticas de riesgo en el sexo y actitudes sexistas. Según hallaron sus autores, el 21% de los jóvenes que había accedido a esta clase de contenidos en el mes previo (en los varones, el porcentaje alcanzaba el 40%) marcaba de media significativamente más alto en una escala de actitudes machistas. Similarmente, tenían más probabilidades de haber participado en conductas de riesgo (con todo, hay que apuntar que en este caso los investigadores no preguntaron explícitamente por prácticas violentas)
De modo similar, otro artículo publicado este año en el medio científico Behavioral Sciences que reportaba los resultados de una encuesta sobre una muestra representativa de la población general manchega asoció de manera clara las prácticas sexuales violentas, incluyendo agarrar del cuello, no sólo con el consumo de pornografía sino incluso con la frecuencia del mismo.
Riesgos para la salud y la vida
La asfixia erótica conlleva una serie de riesgos evidentes. Una restricción de la respiración durante el tiempo suficiente puede provocar hipoxia cerebral (falta de suministro suficiente de oxígeno al tejido del cerebro), lo que en último término puede causar daños permanentes o incluso la muerte. Se han reportado numerosos casos de muerte por esta causa en un contexto sexual en la literatura médica, ya fuera durante relaciones sexuales como en prácticas autoeróticas.
Hay que apuntar además que las consecuencias pueden no ser inmediatas, sino que pueden aparecer de manera acumulativa. Los episodios leves pero recurrentes de hipoxia pueden provocar lesiones cerebrales crónicas y síntomas como problemas cognitivos o trastornos de salud mental, como resalta el portal divulgativo Medline Plus de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.
En los casos en los que esta práctica se realiza de manera consensuada y deseada por todos los participantes, es posible tomar determinadas precauciones para reducir la probabilidad de sufrir daños (minimizando la obstrucción del flujo de aire de manera completa y restringiendo el tiempo en el que se realiza). Con todo, es importante contar con información para ello, y la mejor manera de prevenir el riesgo completamente es evitar la práctica.
Además, otra problemática es el hecho de que, como documenta la propia Herbenick en otro artículo publicado en Archives of Sexual Behavior, una proporción importante de las mujeres estranguladas durante el sexo no lo hacen de manera consensuada o lo aceptan únicamente para satisfacer a sus parejas masculinas, lo que las pone a merced de una serie de riesgos específicos en materia de salud mental.
Si tenemos en cuenta lo extendida que parece que está la asfixia erótica entre los más jóvenes, la asimetría de género que atraviesa la práctica (y su consentimiento) y los riesgos que supone para la salud, se convierte en un caso muy ilustrativo sobre la importancia de la educación sexual y en igualdad a este segmento de la población. Es vital que no dejemos que los tabúes sociales o las tendencias políticas priven a los más pequeños de esta herramienta fundamental para llevar una vida sexual más justa, segura y enriquecedora.
Referencias
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