Publicado: octubre 11, 2025, 6:26 pm

Mientras en Israel cuentan los segundos para la llegada de los cautivos y Tel Aviv vivía un sábado de movilización en la plaza de los Rehenes, que podría ser el último, Gaza pasó su primer día de alto el fuego y miles de personas … regresaron a Ciudad de Gaza para encontrarse cara a cara con la devastación absoluta. La invasión israelí ha dejado barrios enteros convertidos en un mar de escombro sobre el que van apareciendo tiendas de campaña. Desde los túneles han vuelto a emerger los milicianos y policías de Hamás para desplegarse por toda la Franja que sigue sin presencia israelí.
Akram Mahmoud, vecino de 55 años del barrio de Sheikh Radwan, una zona antes comercial y bulliciosa de Ciudad de Gaza en la que la familia tenía un edificio de seis plantas, regresó a pie en cuanto callaron las bombas por la carretera de la costa. En el edificio vivían más de 60 personas y Akram ha sido el encargado de la familia de viajar desde el sur para ver su estado.
«No queda nada de nada, no existe el edificio, voy a intentar limpiar algo de escombro y levantar una tienda sobre la parcela que ocupaba», comenta con rabia. Akram piensa que «este alto el fuego no durará mucho, en cuanto tengas a sus rehenes volverán a atacar, no lo dudo».
Ibrahim Salama, de 36 años, estaba también en el sur en una tienda y lo que hizo fue recoger esa tienda y regresar al barrio de Al Nasser, otra de las arterias comerciales de Ciudad Gaza. «Mi casa y mi calle no existen, pero aquí nos quedamos porque los vecinos harán lo mismo y al menos nos conocemos todos, en el sur no hay vida», explica al tiempo que responde, rotundo, que confía «cero en la tregua, los israelíes nunca respetan un acuerdo». Muchas de estas personas rebuscan entre los escombros de los que fueron sus edificios los cuerpos de familiares y vecinos de quienes no tienen noticias desde hace semanas.
Sami al Haj, de 43 años, ha tenido algo más de suerte porque de su casa, en el campo de refugiados de Yabalia, «quedan unas paredes en pie de la primera planta y allí vamos a empezar de nuevo, no hay otra. No creo que estemos mucho tiempo en el norte porque Donald Trump, al no ganar el Nobel de la Paz, seguro que se olvida pronto de esto y no le importará que Israel nos machaque del todo tras el intercambio».
600 camiones cada día
La ayuda humanitaria ha comenzado a llegar y, según el acuerdo aceptado para la primera fase, cada día entrarán 600 camiones de ayuda y 50 camiones de combustible y gas, se abrirá el cruce de Rafah con Egipto, se ampliará la construcción de campamentos y «se iniciará de inmediato la reparación de las tuberías de agua y alcantarillado, así como la renovación de hospitales, panaderías y carreteras». Una misión que solo se podrá llevar adelante si se mantiene el alto el fuego.
La ansiedad de los gazatíes del norte por regresar a esa parte de la Franja la perdieron hace tiempo los del sur, porque Rafah dejó de existir como ciudad hace meses. Salem Hijazi no tiene prisa por volver a su casa con el alto el fuego porque, como la mayoría de vecinos de Rafah, lo perdió todo en mayo de 2024, fecha de la operación israelí.
Desde entonces vive en una tienda cerca de la playa, en Jan Yunis y desde allí repasa dos años en los que «han muerto 85 miembros de mi familia. Sueño con una vida sin bombardeos, con que este alto el fuego dure lo máximo, al menos 60 días, pero me temo que no. Ni Hamás, ni Israel quieren un acuerdo, a ellos les preocupan los civiles, sólo quieren demostrar que son quienes controlan el terreno. La única forma de que esto aguante es la presión exterior, es nuestra única esperanza».
De momento, cuentan con las garantías de Donald Trump, a quien esperan el lunes Israel y Egipto para la firma del acuerdo. Su enviado Steve Witkoff visitó ayer Gaza para comprobar en primera persona la retirada de los israelíes.
Salem, como todos los gazatíes, sabe muy bien de lo que habla. Horas después de la retirada del Ejército a la línea amarilla delimitada por Estados Unidos, el ministerio de Interior de la Franja anunció el despliegue de agentes de seguridad «para restaurar el orden». Enmascarados a las órdenes de Hamás tomaron las calles y rotondas y comenzaron a perseguir a quienes colaboraron con Israel.
En redes sociales se viralizaron vídeos de ejecuciones, palizas y disparos en las rodillas a personas acusadas de haber colaborado con el enemigo. Hamás prometió perseguir y castigar a los grupos armados e hizo lo mismo con tribus que intentaron rebelarse. Los islamistas saben que los israelíes no harán nada contra ellos al menos hasta el lunes, fecha prevista para la liberación de los rehenes, y lanzaron su operación de castigo. Los milicianos salen de los túneles para desplegarse por toda la Franja.
«Estamos exhaustos»
«El alto el fuego es una sensación increíble, estamos exhaustos por tanta muerte y la vida en tiendas genera muchos problemas en el día a día, todo es difícil, necesitábamos que esto parara», cuenta Saeed Abu Sareay, enfermero del hospital de Al Nasser de Jan Yunis.
El sector sanitario trabaja sin descanso desde el 7 de octubre de 2023 y profesionales como Saeed ven cada día «a heridos y muertos, estoy con sus familias y sufro por tanta vida perdida sin sentido. Cuando callan las armas, para esta agonía diaria. Trabajamos como máquinas, un día tras otro sin descanso y no puedo dormir por las pesadillas. Ahora espero poder descansar».
Saeed es también de la desaparecida Rafah y tras perder su casa vive en la «zona humanitaria» de Al Mawasi con su esposa y dos hijos, cruza los dedos y sueña con «un cambio, que Hamás decida vivir en paz e Israel, respetar acuerdo. Lo que ocurre es que sólo la presión exterior a las dos partes puede hacer que esto dure».
