Publicado: octubre 9, 2025, 2:11 am

La autorÃa intelectual de la destrucción de los gasoductos Nord Stream, en septiembre de 2022, un ataque de consecuencias significativas contra la infraestructura energética alemana, sigue todavÃa por resolver. La reciente detención de un nuevo sospechoso en Polonia, un ciudadano ucraniano aparentemente relacionado … con la acción de sabotaje a gran escala que terminó con el flujo de gas ruso hacia Alemania, parecÃa abrir nuevas esperanzas de hallar vÃas adicionales de investigación.
Alemania ya habÃa intentado arrestar a VolodÃmir Sch. en Polonia el año pasado, pero las autoridades polacas no ejecutaron la orden de detención europea, sino que lo trasladaron a su paÃs de origen en un vehÃculo del agregado militar de la Embajada de Ucrania en Varsovia. No está claro por qué ni cómo regresó a Polonia, pero el caso es que el buzo ucraniano fue arrestado el martes pasado en Varsovia y un tribunal polaco ha dictaminado que debe permanecer bajo custodia durante 40 dÃas.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, sin embargo, rechaza la extradición del sospechoso al paÃs vecino. «El problema de Europa, Ucrania, Lituania y Polonia no es que Nord Stream 2 haya explotado, sino que fue construido», ha alegado Tusk por toda explicación. La defensa del sospechoso se opone a la transferencia a Alemania y aduce que la ejecución de la orden de detención europea es inadmisible a la vista de la guerra de Ucrania. Tusk le ha dado la razón a la defensa y ha recordado que la decisión recae en última instancia en el tribunal de distrito competente de Varsovia. Lo que deberÃa constituir una colaboración policial y judicial rutinaria entre dos paÃses vecinos y socios se revela como una fuente más de tensión entre dos gobiernos que se distancian por momentos.
Hace sólo unos meses, recién llegado al cargo, el canciller alemán Friedrich Merz fijaba su relación con Varsovia como uno de los pilares de su polÃtica exterior. Con la llegada de Tusk al poder en 2023 se abrió una ventana de colaboración y ya su antecesor en la CancillerÃa de BerlÃn, Olaf Scholz, habÃa comenzado a tender puentes. En febrero de 2025, durante su visita oficial inaugural a Varsovia, Merz afirmó que su prioridad era «recomponer los lazos con Polonia», prometió un tratado de amistad germano-polaco para junio de 2026, con el objetivo de institucionalizar la cooperación bilateral en defensa, energÃa y memoria histórica, y fue recibido con honores equivalentes a los de un jefe de Estado, lo que marcó un contraste con la frialdad que caracterizó la etapa del anterior gobierno alemán. Merz querÃa equilibrar la relación con Francia, añadiendo a Polonia como tercer punto de apoyo del nuevo liderazgo europeo.
La llegada de Nawrocki
Las elecciones presidenciales polacas, la pasada primavera, han dado al traste con esos planes y han vuelto a dar un giro a la relación de vecindad. El nuevo presidente, Karol Nawrocki, de un perfil marcadamente nacionalista y antialemán, está ejerciendo su propia presión contra BerlÃn. Tusk, por otra parte, está reorientando sus posturas, teniendo en cuenta el nuevo clima electoral. Uno de los más claros sÃntomas de este giro es la reciente decisión de reducir el apoyo estatal a los refugiados ucranianos en el paÃs, condicionando su permanencia a la situación laboral y restringiendo para ellos beneficios sociales como el subsidio familiar, servicios sanitarios no esenciales y ayudas a la integración.
Estas medidas desencadenaron en su momento una encarnizada polémica entre el Ejecutivo y la Presidencia, que ha dado lugar a un texto final menos asfixiante para los refugiados ucranianos, pero la oficina de Nawrocki está trabajando ya en dos nuevos proyectos de ley que buscan extender los requisitos de residencia para restringir el derecho a la ciudadanÃa polaca y criminalizar la promoción de movimientos nacionalistas ucranianos dentro de su territorio. Se trata de cambios tangibles del alejamiento de Polonia de la lÃnea europea, marcada por Alemania y Francia.
Además, persisten otras diferencias entre los intereses de los dos paÃses. Polonia exige inversiones concretas en infraestructura defensiva, mientras que Alemania busca una relación más simbólica y europeÃsta. La sombra del pasado, la presión migratoria y el auge de la ultraderecha en Europa complican el acercamiento. Y las reiteradas reclamaciones de Polonia de nuevas indemnizaciones por los crÃmenes nazis durante la ocupación, que BerlÃn sigue tajantemente rechazando, no sólo no sirven para amansar las aguas, sino que alimentan la tormenta nacionalista polaca antigermana.
A Merz le queda sólo la baza del enemigo común. El canciller alemán subraya en cada ocasión disponible que «la libertad y la paz están amenazadas» y que Alemania está dispuesta a reforzar su compromiso con la seguridad en Europa del Este. También ha respaldado los controles fronterizos más estrictos como parte de su polÃtica migratoria y ha evitado al respecto tensiones con Polonia, pero lo único que los dos paÃses parecen tener actualmente en común y sin matices es a Putin como amenaza.
