Publicado: septiembre 6, 2025, 2:13 am

Hace ahora diez años que decenas de miles de sirios, huyendo de la sangrienta guerra civil, se agolpaban en las fronteras de entrada a Europa. La situación humanitaria amenazaba con colapsar y la entonces canciller alemana, Angela Merkel, dio un paso al frente … con criterios de solidaridad y responsabilidad. Llamó a los alemanes a adaptar su país, uno de los más ricos del mundo, a la gran operación de acogida. Pronunció una frase por la que pasaría a la historia: «Wir schaffen das» (lo lograremos), y el pueblo alemán se volcó en la aventura solidaria.
Los gimnasios de los colegios, los hangares de los aeropuertos y numerosas instalaciones públicas se convirtieron de un día para otro en albergues de refugiados. Decenas de miles de voluntarios enseñaban alemán, ayudaban con los trámites administrativos o servían de traductores. Incluso muchos ciudadanos abrieron la puerta de sus casas durante meses y meses a solicitantes de asilo, a los que cuidaron y alimentaron.
En ese último trimestre de 2015 entraron oficialmente en el país 800.000 refugiados, que a finales de 2016 serían casi 2 millones. El balance, una década después, muestra numerosos casos de éxito en la integración, pero también el lado oscuro de una apertura de fronteras descontrolada de la que Alemania todavía no se ha recuperado: colapso administrativo y sanitario, aumento de la delincuencia en las calles, descenso significativo del rendimiento escolar y pérdida de libertad y seguridad de las mujeres, sin duda las más perjudicadas del proceso.
Además, un partido antieuropeo y antiextranjeros, Alternativa para Alemania (AfD), ha pescado en este río revuelto y se ha convertido en el más votado en buena parte del territorio, poniendo en peligro el sistema político que ha sostenido Alemania desde el final de la II Guerra Mundial.
«No estábamos preparados, faltaba estructura y las redes de tráfico de personas fueron más rápidas: se ganaba más dinero con los refugiados que con las drogas», recuerda Albrecht Broemme, coordinador de refugiados de Berlín. «Es importante para mí no olvidar nuestra misión cristiana: aquellos niños llegaban con zapatos sin suela por los miles de kilómetros caminados», anota, pero señala la necesidad de organización previa.
Broemme sugiere un registro europeo uniforme como el que propone el Centro Internacional para el Desarrollo de Políticas Migratorias en Viena, el «Smart Identity Migration», que combina datos biométricos con un sistema de gestión de identidad digital, y advierte que estos diez años han sido sólo el principio. «No debemos engañarnos: los grandes movimientos de refugiados de Siria, Afganistán y Ucrania han sido un anticipo de lo que está por venir. Debido al cambio climático y las guerras, varios cientos de millones de personas en todo el mundo pronto se verán obligadas a huir y Europa seguirá siendo el objetivo».
«Han sido años muy difíciles, tanto para Alemania como para los que llegamos aquí con lo puesto, pero ha merecido la pena», dice Mohamed Alkazir, recién licenciado como dentista en Siria cuando llegó sólo a Alemania. Un dentista de Schleswig-Holstein, Henning Janke, lo acogió en su casa hasta que aprendió alemán e hizo de nuevo sus estudios, que Alemania no homologaba. Hoy tiene su propia consulta, se ha casado y fue padre en 2024. «Sólo pido en mis oraciones que no estalle una guerra. Si eso sucediera, huiría de nuevo para empezar de nuevo de cero en un entorno seguro para mi familia», sentencia.
«Tenemos mucho por hacer»
«Hemos logrado mucho, pero todavía tenemos mucho por hacer», concluye ahora Angela Merkel, que reconoce que «hay déficits que no deben perderse de vista, pero también hay que echar un vistazo a cuántos de los refugiados que llegaron en ese momento lo han logrado y ese también es un gran exponente que lo que se logró«. Admite que no vio en ese momento lo difícil que sería conseguir que las personas que no se integraban abandonasen el país nuevamente, pero sigue entendiendo que fue una decisión sin alternativa. »¿Habríamos situado en la frontera al Ejército con cañones de agua? ¿Qué habría pasado con nuestros valores?», sigue preguntando.
Pero ni siquiera Merkel niega las consecuencias gravísimas en el sistema educativo, especialmente en grandes ciudades como Berlín, donde el número de niños que ingresa sin saber alemán lastra al conjunto. El Instituto de Calidad Escolar de Berlín (ISQ) certifica que el rendimiento entre los estudiantes de cuarto grado entre 2016 y 2021 registra un aumento de un tercio en el grupo en riesgo en lectura y matemáticas básicas. El grupo de los que se quedan atrás y repiten casi se duplicó, del 15% al 27%. Desde 2021, sólo la mitad de los alumnos cumplen los requisitos mínimos en ortografía, los estudiantes de procedencia extranjera están en promedio cuatro años por detrás de los niveles exigidos en comprensión lectora y la excelencia, sencillamente, ha quedado fuera de las aulas.
La sanidad alemana, que no conocía las listas de espera, sigue hoy colapsada. Tampoco se ha recuperado todavía el mercado inmobiliario. Las instituciones comenzaron a alquilar edificios enteros para albergar el incesante flujo de refugiados, lo que estranguló la oferta y disparó los precios. Comenzaron a aparecer también los guetos.
«En 2015, nadie quería escuchar que la situación en las calles, plazas y parques estaba cambiando rápidamente. Los jóvenes de Oriente Próximo y África del Norte dominaron algunas áreas en unas pocas semanas a base de daños corporales, delitos sexuales, contra la propiedad y drogas», dice Carsten Milius, de la Federación de Investigadores Criminales Alemanes y sobre el terreno en Berlín en 2015. «Sabemos por los interrogatorios de los detenidos que no se tomaban en serio los modales, los valores y las leyes en este país. Si algún chaval sirio estaba interesado en una de las chicas que se sentaban por la tarde tranquilamente en Alexander Platz, no siempre tenía claro que la intimidad requiere el consentimiento de la otra persona».
En una ciudad hasta ese momento paraíso de seguridad y libertad para las mujeres, los padres aconsejan a las menores todavía hoy no volver solas. «Las mujeres hemos sido las más perjudicadas», lamenta Emma, que repartió donaciones de ropa de abrigo durante aquel invierno en las mismas plazas que hoy evita.
Berlín contrató más policías y traductores de kurdo y árabe. «Trabajamos casi como trabajadores sociales», insiste Milius, «pero la policía no puede reemplazar una educación libre y democrática«. »Las alemanas son putas y los alemanes son gays«, justificó durante un interrogatorio un egipcio que llevaba pocos meses en el país los motivos por los que participaba en violaciones y cacerías de homosexuales. También comenzó a escucharse frecuentemente en las calles de Berlín la palabra «kuffar», un despectivo de significado «infiel».
Es imposible saber qué ha sido de las decenas de miles que yihadistas que llegaron en 2015, muchos registrados con nombres falsos y que recibieron beneficios sociales en dos o tres estados federados al mismo tiempo. Uno de ellos Anis Amri, que entró en Alemania en julio de 2015 y se quedó en Friburgo, Dortmund, Hildesheim y Berlín bajo varios alias; robó, agredió, traficó y defraudó fondos de la Seguridad Social hasta que llevó a cabo una masacre en el mercado de Adviento de Breitscheidplatz, en diciembre de 2016, con 13 muertos y 67 heridos.
En 2015, Alemania no tenía estadísticas oficiales de ataques con cuchillo en calles y transporte público. En 2021 se registraron 10.101 casos y en 2024 más de 29.000. El impacto en las arcas públicas resulta también evidente. En 2024, más de 518.000 ciudadanos sirios seguían recibiendo en Alemania prestaciones sociales y sólo el 32,7% estaban empleados y cotizando a la Seguridad Social. Y la extrema derecha no es la única amenaza al sistema político democrático: Muslim Interaktiv reúne a miles de personas que exigen en manifestaciones públicas la instauración de la sharía en Alemania y, el pasado mes de julio, los árabes sirios se reunieron frente al Ayuntamiento de Berlín y exigieron en fluido alemán que los islamistas que ahora gobiernan Damasco maten a los kurdos, alauitas y drusos de la oposición.