Publicado: septiembre 5, 2025, 9:32 pm

Donald Trump ha decidido resucitar un nombre con fuerte carga histórica. Este 5 de septiembre, el presidente de Estados Unidos firmó una orden ejecutiva para que el «Departamento de Defensa» pase a llamarse «Departamento de Guerra», el título que tuvo desde que lo creó George … Washington en 1789 hasta su reorganización en 1947 bajo Harry Truman. El secretario Pete Hegseth adoptará ahora el título de secretario de la Guerra, aunque formalmente el país no esté en guerra con nadie.
El Departamento de Defensa fue creado por la Ley de Seguridad Nacional que reorganizó las ramas militares tras la Segunda Guerra Mundial. Ese cambio se hizo por iniciativa del Congreso, no solo por orden ejecutiva. Para volver a llamarlo oficialmente «Departamento de Guerra» también se necesita una ley aprobada por ambas cámaras y firmada por el presidente. El senador Rick Scott presentó este mismo viernes el proyecto correspondiente.
Según justificó Trump: «Ganamos la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial… entonces se llamaba Departamento de Guerra, y para mí eso es lo que realmente es. La defensa forma parte de ello, claro, pero es necesario cambiarlo». El presidente, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, eludió el servicio militar en la era de Vietnam por un diagnóstico de espolones óseos en los pies, equivalente a una exención médica.
Lo que Trump pudo hacer por decreto es autorizar el uso del término en comunicaciones, ceremonias o documentos internos, como ya anunció. Pero para que el cambio quede registrado en el estatuto federal y en toda la administración pública, se requiere legislación del Congreso, que avanza rápido gracias a la mayoría republicana.
No es el único cambio
Desde su regreso a la Casa Blanca en enero, Trump ha convertido los símbolos oficiales en terreno de batalla política constante. En su primer día rebautizó el golfo de México como «golfo de América». Aunque México y Cuba rechazaron la decisión, Google ya muestra el nuevo nombre para los usuarios en EE.UU. La presidenta Claudia Sheinbaum protestó y pidió que se corrigiera lo que consideró una imposición unilateral, pero pronto olvidó la causa.
En Alaska, la montaña más alta del continente volvió a llamarse Monte McKinley, anulando la decisión de Barack Obama en 2015 de reconocer el nombre nativo de Denali, «el Alto». Trump calificó aquel cambio de «afrenta a la memoria del presidente William McKinley», recordado por su política arancelaria. El parque nacional, sin embargo, seguirá llamándose Denali.
El Ejército también retrocedió sobre sus pasos. En Carolina del Norte, la base militar que había dejado de honrar a un general confederado en 2023, Fort Bragg, recuperó su nombre en febrero. Para sortear la prohibición legal de ensalzar a mandos de la Confederación, el Pentágono anunció que ahora rinde homenaje a otro Bragg: un soldado raso de la Segunda Guerra Mundial condecorado en la batalla de las Ardenas. «Bragg is back», celebró Hegseth.
Las fiestas nacionales tampoco escaparon
En mayo, Trump sugirió rebautizar el 11 de noviembre, Día de los Veteranos, como «Día de la Victoria en la Primera Guerra Mundial», e incluso señaló el 8 de mayo para conmemorar el triunfo en la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Oficina de Personal mantiene la fecha como Día de los Veteranos, el presidente ya lo ha promovido en sus redes.
Alrededor del Congreso, algunos aliados republicanos han tratado de ampliar este mapa simbólico con guiños al mandatario. Un proyecto de ley buscaba renombrar el aeropuerto de Dulles como Aeropuerto Internacional Donald J. Trump, aunque quedó paralizado en comisión. Otro proponía que el metro de Washington pasara a llamarse «Trump Train». Incluso el Kennedy Center podría ver su ópera rebautizada en honor a Melania Trump si prospera una enmienda presentada este verano.
Con cada cambio, Trump busca proyectar una narrativa de restauración y victoria. «No somos solo defensa, somos la fuerza más letal del planeta», argumentó el senador Rick Scott al presentar la ley en el Capitolio. En la misma línea, Hegseth ha dejado claro que su objetivo es devolver al Ejército una cultura de combate sin concesiones: habla de «letalidad» como eje rector, ha impulsado la reversión de cambios asociados a la Confederación y ha defendido restricciones contra los militares transgénero, en sintonía con la visión de Trump de unas Fuerzas Armadas centradas exclusivamente en la preparación para la guerra y ajenas a lo que ambos consideran distracciones ideológicas.