Publicado: agosto 23, 2025, 6:40 am
Las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela han entrado en una nueva fase de confrontación tras una serie de medidas impulsadas por el presidente estadounidense Donald Trump contra el gobierno de Nicolás Maduro. Aunque ambos países habían dado señales de distensión en semanas recientes, los últimos acontecimientos muestran un marcado giro hacia un aumento de la presión.
Un frágil acercamiento previo
Hasta hace poco, se percibía una cierta apertura en el diálogo bilateral. Un intercambio de prisioneros permitió la liberación de diez estadounidenses detenidos en Venezuela, a cambio del regreso forzado de 252 migrantes venezolanos desde EE.UU. A esto se sumó la reactivación de operaciones de la petrolera estadounidense Chevron en territorio venezolano, lo que sugería una voluntad de pragmatismo económico.
De la diplomacia a la hostilidad
Sin embargo, el tono cambió drásticamente a inicios de agosto, cuando el gobierno de Trump anunció un aumento sin precedentes de la recompensa por Nicolás Maduro, llevándola a 50 millones de dólares, la más alta registrada bajo el Programa de Recompensas por Narcóticos de EE.UU. «Es uno de los narcotraficantes más grandes del mundo y una amenaza a nuestra seguridad nacional», declaró la fiscal general Pam Bondi, asegurando que la DEA ha incautado 30 toneladas de narcóticos provenientes de Venezuela en lo que va de año, 7 de ellas directamente vinculadas a Maduro.
La recompensa por Maduro supera incluso la ofrecida en su momento por Osama bin Laden (25 millones de dólares), lo que ha sido interpretado por Caracas como un acto de hostilidad abierta.
Venezuela responde con movilización militar
La tensión escaló aún más con el despliegue de tres destructores Aegis estadounidenses en el Caribe, a pocos kilómetros de las costas venezolanas. Según fuentes del Departamento de Estado citadas por ABC, los buques —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— tienen la misión de «recabar inteligencia sobre los cárteles» y estar listos para «ataques selectivos si fuera necesario». A ello se suman la dispersión de cerca de 4.000 marineros en el sur del Caribe, dentro de un contingente que incluirá aviones espía P-8, buques de guerra y al menos un submarino de ataque.
Ante el aumento de la presión estadounidense, Maduro ordenó el despliegue de más de 4,5 millones de milicianos chavistas en todo el país, acusando a EE.UU. de preparar una agresión. Estas milicias fueron creadas por el expresidente Hugo Chávez y estaban pensadas para incorporar voluntarios que pudieran asistir a las fuerzas armadas en la defensa de ataques externos e internos.
«El imperio se volvió loco», aseguró el mandatario, quien también ha prohibido el uso de drones civiles en el espacio aéreo venezolano, en alusión al supuesto atentado fallido de 2018 contra su vida que fue perpetrado usando estos dispositivos.
Narcotráfico y geopolítica
Para Washington, el punto central es el presunto vínculo de Maduro con redes de narcotráfico. La fiscal Bondi lo acusó de utilizar organizaciones como el Tren de Aragua, el cártel de Sinaloa y el cártel de los Soles para introducir droga en EE.UU. Según Insight Crime, este último no es un cártel tradicional, sino una red informal dentro del régimen chavista que facilita el tráfico de cocaína. Su estructura la dirigen altos funcionarios venezolanos, incluidos militares, los cuales facilitan el paso por territorio venezolano de estupefacientes producidos en Colombia. Y la BBC detalla que el nombre del grupo proviene de las insignias que portan los generales venezolanos en sus uniformes.
Maduro y sus ministros han negado categóricamente estas acusaciones. «Es todo un invento», declaró el ministro del Interior venezolano, Diosdado Cabello, quien también ha sido señalado como cabecilla del cártel de los Soles. El canciller Yván Gil, por su parte, calificó la recompensa como «una cortina de humo ridícula» para desviar la atención de escándalos internos como el caso de los papeles del delincuente sexual Jeffrey Epstein y su amistad con Donald Trump.
Algunos dirigentes observan con recelo
El despliegue militar de EE.UU. también ha generado inquietud entre varios líderes. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, reiteró su rechazo al «intervencionismo», y el presidente colombiano Gustavo Petro advirtió que una invasión estadounidense «convertiría a Venezuela en otra Siria». Y añadió de que los traficantes de droga sacarían partido de esta situación para «apoderarse de las riquezas del subsuelo y los minerales, y eso significa más economía para la muerte y no para la vida».
Por su parte, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, incidió en que Trump está «preparado» para frenar el narcotráfico y recordó que el «régimen de Maduro no es el Gobierno legítimo de Venezuela», sino que, en su opinión, es un «cártel del narcotráfico».
Todo esto refleja que el conflicto entre Trump y Maduro no es un simple cruce de acusaciones, sino un choque de intereses en el que convergen la lucha contra el narcotráfico, la política migratoria, los recursos energéticos y la pugna por la influencia en la zona. A medida que ambos gobiernos endurecen su postura, crece el riesgo de que la tensión política derive en una crisis de mayor escala.