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Alarma en la noche francesa: las discotecas parisinas comienzan a cerrar en masa

Publicado: agosto 23, 2025, 8:04 am

23/08/2025 a las 10:04h.

Durante décadas, el ocio nocturno fue un ritual sagrado. Bailar hasta el amanecer no era solo una forma de divertirse, sino un emblema de juventud, libertad y pertenencia. Sin embargo, para los franceses, algo está cambiando. En los años 80 y 90, los clubes de París como ‘Le Palace’, marcaron una época en la que la pista de baile era el lugar donde se medía la modernidad. Hoy, sin embargo, el panorama es otro: la Generación Z ya no vibra al ritmo de los DJs. Prefieren la comodidad del salón de su casa, pasar horas con la PlayStation, organizar partidas de juegos de mesa con amigos o dejarse llevar por la inercia infinita de TikTok y Netflix.

La escena que un día deslumbró al mundo se apaga poco a poco. En la capital francesa, los clubes nocturnos cierran en masa, y lo que fue una forma de vida para toda una generación, ahora parece un pasatiempo de otra época.

Las cifras lo dejan claro, según Clarín, de los 6.000 clubes que había en Francia en la década de 1980, hoy sobreviven apenas 1.400. Más de dos tercios de las discotecas han echado el cierre, arrasadas por una tormenta perfecta de factores que va desde la pandemia del Covid-19 hasta el aumento de la inseguridad, la precariedad económica de los jóvenes y la competencia de las pantallas digitales.

Para Thierry Fontaine, presidente de la sección de clubes nocturnos en el sindicato UMIH, la conclusión es amarga: «La fiesta ya no se vive igual. El ‘clubbing’ no es más que un recuerdo de otra época». Y añade: «Los costes de entrada, que pueden dispararse cuando actúan DJs reconocidos, se han convertido en una barrera insalvable para muchos estudiantes».

Asimismo, los dueños de locales coinciden en que la pandemia marcó un antes y un después. Durante los confinamientos, miles de jóvenes se acostumbraron a quedarse en casa, descubriendo que podían divertirse sin necesidad de pagar entradas ni copas a precio de oro. Y aunque el virus ya no dicta la vida cotidiana, sus consecuencias aún se sienten en la forma de socializar.

Los nuevos hábitos de la Generación Z

«Nadie que conozco va de fiesta», confiesa Antonin, un parisino de 19 años que resume con crudeza el sentir de toda una generación. «Prefiero placeres sencillos, como charlar con amigos o la PlayStation. Somos una generación hogareña», afirma.

Ese cambio de mentalidad ha sido constatado por clubes como ‘Dune’, en La Grande Motte, un balneario mediterráneo cercano a Montpellier. Su director de marketing, Mathieu Dagneaux, lo explica así: «Antes, en verano, los jóvenes venían tres o cuatro noches por semana sin importar qué música sonara. Hoy solo salen si hay algo realmente especial que les atraiga».

El sociólogo Jérémie Peltier, autor del ensayo ‘La fête est finie’ (Se acabó la fiesta), interpreta este fenómeno como un desplazamiento del ocio nocturno hacia lo privado. Y es que los jóvenes siguen bailando, pero ahora lo hacen en sus casas. Allí controlan la música, la lista de invitados y la seguridad, ya que salir se ha convertido en algo caro, estresante y, en ocasiones, peligroso.

Violencia, drogas y toques de queda

Ese peligro no es una metáfora. En muchas ciudades del sur de Francia, la droga y la violencia vinculada al narcotráfico han convertido las noches en un espacio de riesgo. En Nimes, Béziers o Arles, las autoridades han respondido a estos problemas con medidas drásticas: toques de queda para los adolescentes.

En Nimes, el alcalde Jean-Paul Fournier prorrogó a principios de agosto la restricción que impide a los menores de 16 años salir de noche sin acompañante. El toque de queda se aplica desde las 21.00 hasta las 06.00 en los barrios más conflictivos. «La situación no permite levantar el toque de queda en este momento. Es fundamental extenderlo para brindar la máxima protección a la población, en particular a los jóvenes», declaró.

Medidas como estas refuerzan la percepción de que la noche francesa ha perdido el brillo que un día la caracterizó. Si antes salir era sinónimo de aventura, hoy se asocia a controles policiales, inseguridad o gastos que pocos pueden permitirse.

¿Un adiós definitivo?

Los dueños de discotecas más veteranos se resisten a hablar de un final. Confían en que la música y la necesidad de encuentro social encuentren nuevas formas de resurgir. Pero lo cierto es que el ritual del sábado por la noche ya no ocupa el mismo lugar en la vida de los jóvenes franceses.

Lo que para la Generación X o los ‘baby boomers’ era un símbolo de libertad, para la Generación Z es apenas una curiosidad cultural. La fiesta se ha trasladado de las luces estroboscópicas a las pantallas, del humo de la pista a las habitaciones con consola, y de los DJs a los algoritmos de TikTok.


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