Publicado: agosto 16, 2025, 2:31 am

VladÃmir Putin llegó a Alaska, a la fugaz cumbre con Donald Trump, habiendo ganado ya la batalla y la guerra: las de su rehabilitación internacional. El presidente ruso pisaba territorio estadounidense, invitado por la Casa Blanca, en un estado que durante la Guerra FrÃa … fue un puesto avanzado frente a la URSS.
Lo hacÃa pese a la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional, y sin haber cedido un ápice en su postura sobre Ucrania que a pesar de todo lleva invadida desde 2014. A ojos de sus aliados y de buena parte de su opinión pública, ya no era el paria diplomático que Occidente quiso aislar.
Putin aterrizaba acompañado de una delegación de empresarios rusos, en busca de reabrir canales comerciales con la primera potencia mundial, y en un contexto en el que Rusia intensificaba sus ataques contra objetivos civiles en Ucrania. En los dÃas previos, habÃa lanzado casi un centenar de drones Shahed y misiles balÃsticos contra trece localidades, dañando viviendas, infraestructuras y servicios básicos, en lo que Trump interpretó como un intento de «preparar el terreno» para la negociación.
El encuentro se celebraba en la base militar conjunta Elmendorf-Richardson, un enclave simbólico que en la Guerra FrÃa servÃa como plataforma de vigilancia frente a Moscú. Desde allÃ, Trump habÃa reconocido que la cumbre abordarÃa mucho más que la guerra en Ucrania. Recalcó antes que no negociarÃa en nombre de Kiev, sino que buscarÃa «poner a las partes en la mesa», abriendo la puerta a discutir intercambios territoriales y eventuales garantÃas de seguridad para Ucrania fuera del marco de la OTAN.
La presencia de Putin en Estados Unidos suponÃa, en sà misma, un mensaje polÃtico: el Kremlin lograba proyectar la imagen de un lÃder recibido en una fortificada base militar de su adversario histórico, con la oportunidad de ampliar la agenda a las relaciones bilaterales y a posibles acuerdos económicos, pese a las sanciones.
Para Moscú, el viaje era ya un triunfo diplomático. Cómodo, el viejo zorro de Serguéi Lavrov, uno de los más avezados diplomáticos del mundo, se plantó en Alaska llevando una camiseta con las iniciales de la URSS en cirÃlico, todo un recordatorio de las viejas glorias de su paÃs.
La cumbre en Alaska empezó a decidirse semanas antes, cuando se supo que Putin aceptarÃa la invitación de Trump para reunirse cara a cara por primera vez desde que ambos retomaron el poder. La logÃstica del viaje fue en sà un mensaje polÃtico: Washington autorizó un vuelo directo del avión presidencial ruso al aeropuerto militar de Anchorage, levantando de forma temporal varias restricciones impuestas por las sanciones, incluido el veto a aeronaves estatales rusas en el espacio aéreo estadounidense.
Protocolo especial
La llegada de Putin a suelo estadounidense no fue rutinaria. El ingreso se hizo bajo un protocolo especial que permitÃa a un dirigente con una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional pisar territorio de un Estado que, aunque no es signatario del tribunal, habÃa respaldado polÃticamente sus dictámenes en el pasado. La Casa Blanca justificó la excepción en razones de interés nacional vinculadas a la oportunidad de poner fin a la guerra en Ucrania.
La delegación rusa incluyó a altos funcionarios y empresarios cercanos al Kremlin, algunos sancionados por Washington, lo que evidenció que el Kremlin buscaba algo más que una conversación polÃtica: aspiraba a explorar oportunidades para suavizar el aislamiento económico. Para Trump, permitir ese acceso respondÃa a su planteamiento de que, si se lograba algún avance en la paz, se abrirÃan también vÃas para el comercio y la cooperación bilateral.
Trump habÃa querido rebajar las expectativas antes de la cumbre, consciente de que Putin iba a ceder muy poco sobre Ucrania. En el vuelo a Alaska, advirtió de que no habÃa «nada escrito en piedra» y, aunque deseaba un alto el fuego rápido, no confiaba en que se alcanzara ese mismo dÃa. «Quiero ver un alto el fuego de forma rápida. No sé si va a ser hoy, pero no voy a estar contento si no lo es», dijo a los periodistas a bordo del Air Force One. Añadió que no actuaba como representante de Europa, aunque tendrÃa en cuenta las opiniones de sus lÃderes y del presidente ucraniano, VolodÃmir Zelenski. Sobre su interlocutor, afirmó que Putin es «un tipo listo» y que ambos llevaban «mucho tiempo» en polÃtica. «Nos llevamos bien. Hay un buen nivel de respeto en ambos lados», aseguró. dando fe de lo obvio.