Publicado: abril 10, 2025, 2:36 am
de lejos
El libro de Fitzgerald se ha convertido en una de las mejores referencias para entender el trumpismo

Pese a los méritos premonitorios de ‘La conjura contra América’ de Philip Roth, la novela ‘El gran Gatsby’ –publicada por F. Scott Fitzgerald hoy hace justo cien años– se ha convertido en una de las mejores referencias para entender el trumpismo en su apoteosis de … irresponsabilidad. El libro retrata toda la extravagancia y glamour mal digeridos por Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado. Pero según explica la profesora Sarah Churchwell, de la Universidad de Londres, debajo de tanta opulencia y posibilidades «se esconde un mundo en el que los sueños se marchitaron bajo la corrupción y la malicia».
Desde el primer mandato del presidente Trump, esa gran novela americana ha ganado relevancia al diagnosticar una cultura en la que el poder goza de impunidad, la crueldad borra sus huellas, y los líderes que buscan grandiosidad no pasan de la autodestrucción por su temeraria deshonestidad. El final de ‘El gran Gatsby’, escrito en Roma a la sombra de un Mussolini recién llegado al poder, resuena más que nunca ante la dolorosa actualidad: «Eran gente descuidada… destrozaban cosas y criaturas y luego volvían a refugiarse en su dinero o en su enorme descuido, o en lo que fuera que les mantenía unidos, y dejaban que otros limpiaran el desastre que habían hecho».
Donald Trump ha acumulado deméritos suficientes para encabezar esa literaria categoría de «gente descuidada». Su negligencia abarca desde secretos oficiales a resultados electorales, pasando por la verdad y la identidad esencial de Estados Unidos como un país comprometido con el imperio de la ley en casa y un papel constructivo en el mundo. Con el agravante de haber contagiado a la cuadrilla de incompetentes que forman su gobierno toda esa desidia hacia las normas.
La temeraria demolición en curso del sistema de comercio mundial, tras haber arrasado con todo el poder blando de Estados Unidos y con partes esenciales del gobierno federal, confirman hasta qué punto llegan los «descuidos» del gran Donald Gatsby: quemarlo todo primero y calcular las consecuencias después.
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