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Las tiendas del barrio también levantan la persiana a los algoritmos

Publicado: diciembre 6, 2025, 10:41 pm

En las pequeñas tiendas, donde las tareas se reparten entre pocas personas, pensar en automatizar gestiones, ordenar datos o mejorar la atención al cliente con inteligencia artificial, suena como una opción atractiva pero a veces, inalcanzable. El punto de inflexión llega cuando el comerciante entiende que puede empezar por algo pequeño, útil y barato. «El reto no es tener IA, es entender qué sentido tiene para su empresa y cómo puede ayudarles en el día a día», afirma Luis León, cofundador y CEO de IA TRI Projects. La primera barrera «no es técnica sino emocional, porque detrás de la idea de que la IA es cara y para empresas grandes, hay mucho miedo y desconocimiento». Es un miedo a no entenderla, a equivocarse o incluso a los cambios que conlleva a la vez que se acompaña del clásico, «no tengo tiempo para esto». Pero León insiste en que no es una cuestión de horas, sino de no saber por dónde empezar. En esta misma línea, Susana Gilabert, directora general de la Asociación Española del Retail (AER), declara que, para muchos, la IA sigue percibiéndose como algo propio de grandes marcas o incluso como ciencia ficción. Además, «si hablamos con honestidad, el pequeño comercio se encuentra todavía en una fase muy inicial. Lo interesante es que, sin saberlo, muchos ya están teniendo contacto con ella a través de herramientas muy sencillas». A todo ello se suma la falta de tiempo, añade Julián López-Arenas, director de Competitividad de Cámara de España. «Con equipos reducidos y una elevada carga operativa diaria, muchos comercios sienten que no pueden dedicar horas a explorar, comparar o aprender nuevas tecnologías». La otra gran barrera es pensar que la IA no aplica a su sector, continúa León. «Cuando me dicen, tengo una carpintería, aquí la IA no pinta nada, hay que hacerles entender que, además de su trabajo hay una atención al cliente, una gestión de agenda, facturas, presupuestos, proveedores… y ahí sí hay muchísimas oportunidades». Especialmente, hay tres frentes en los que se puede aplicar fácilmente: tareas administrativas, atención al cliente y gestión interna. Esto se traduce en, «menos tiempo en tareas mecánicas y más tiempo para lo que realmente da valor, que en una tienda de proximidad suele ser estar con el cliente y cuidar la relación». Como ejemplo, comenta León, la responsable en un comercio pequeño dedicaba buena parte de la mañana a contestar siempre los mismos correos y mensajes. Dudas sobre productos, precios, plazos, preparación de presupuestos… Implementaron un sistema muy sencillo que genera esas respuestas y esos presupuestos en segundos, los revisa y los envía. «Para ella el cambio no fue tener IA, fue dejar de sentir que el papeleo se comía su día y podía dedicar más tiempo a los clientes». En otro negocio, el dueño pensaba que todo iba bien porque vendía más, pero no tenía control real. Se automatizó el desglose de facturas y el cierre de caja. «La IA mostró que el negocio estaba en pérdida. Fue duro pero necesario. A partir de ahí pudo ajustar y recuperar margen». La IA, insiste, no solo ahorra tiempo: «te pone delante la realidad del negocio». Gilabert lo subraya. Existe la sensación de que la IA es cara, compleja y requiere conocimientos técnicos avanzados. A esto se suma la falta de formación práctica y de acompañamiento real. «El pequeño comerciante no necesita discursos futuristas, necesita entender para qué le sirve hoy y cómo puede ayudarle a ahorrar tiempo, vender más o comunicarse mejor. Cuando la IA se explica desde la utilidad cotidiana y no desde la tecnología, el miedo desaparece». El problema aparece cuando la herramienta se empieza a usar con entusiasmo las primeras semanas, después llegan los cambios, las dudas… y, poco a poco, se abandona porque da más trabajo mantenerla que hacerlo a mano. Otro mito habitual es creer que, sin grandes volúmenes de información, la IA no tiene sentido para ellas. Pero ocurre justo lo contrario. «El primer paso consiste en ordenar lo que ya existe, poner en un sitio común procesos, plantillas, respuestas habituales, documentos sueltos que viven en la cabeza del dueño o en notas dispersas», explica León. A partir de ahí, se puede construir un asistente interno que responda dudas del equipo, automatizar tareas mecánicas y empezar a registrar bien la información. Hoy en día, continúa explicando López-Arenas, la mayoría de soluciones de IA son accesibles para un pequeño comercio o están integradas en herramientas que ya utiliza en su actividad diaria. TPV, plataformas de e-commerce, software de gestión o redes sociales. Son adopciones asequibles y sencillas, que no requieren grandes inversiones ni conocimientos técnicos avanzados. En cuanto al coste aproximado, León alega que no existe una cifra concreta. «El mayor coste no suele ser la tecnología, sino el tiempo del propio equipo para parar, revisar cómo trabajan y validar los cambios. Basta con unas pocas sesiones para entender los procesos, identificar qué puede mejorarse y probarlo en pequeño antes de extenderlo. Para ello no hace falta un departamento técnico, pero sí alguien dentro del negocio que se implique, tome decisiones y haga de puente en esa transición». Llegados a este punto el principal error según todos los expertos, es implementar la IA por moda, adoptar herramientas sin objetivo o esperar que la tecnología arregle problemas estructurales. La IA no es magia, analizan desde AER. «Necesita una mínima estrategia, priorizar lo que aporta valor real y avanzar paso a paso». También es frecuente intentar hacer demasiado desde el inicio, cuando lo más efectivo es empezar por una o dos aplicaciones útiles, destinar recursos y crecer desde ahí. Para que esa transición sea posible, las asociaciones, las administraciones y los agentes digitales tienen un papel clave como traductores entre la tecnología y la realidad del mostrador, facilitando formación accesible, herramientas adaptadas y casos de éxito cercanos. Desde Cámaras de España llevan años acompañando la modernización del pequeño comercio. «La capilaridad territorial nos permite estar cerca del día a día de los negocios y actuar como asesores independientes, guiando a cada comercio en la elección de las soluciones que realmente se ajustan a su nivel de madurez digital y evitando inversiones que no necesitan», puntualiza López-Arenas. Ese acompañamiento se concreta en informes personalizados con recomendaciones específicas y un itinerario de mejoras que, además, facilita el acceso posterior a convocatorias de ayudas y programas destinados a implantar estas soluciones. «La Inteligencia Artificial ofrece oportunidades para mejorar ventas, optimizar operaciones y conocer mejor al cliente, pero el nivel de uso real es limitado y se concentra en herramientas muy básicas como recomendaciones automáticas en redes sociales, chatbots simples para la atención al cliente o funciones de automatización incorporadas en plataformas como TPV, ERP de pequeño comercio o soluciones de e-commerce». «El pequeño comercio necesita acompañamiento, formación práctica y ejemplos reales, no discursos teóricos». La IA puede ser una palanca de competitividad si se baja al terreno y se explica como lo que es: una aliada para simplificar, optimizar y dar visibilidad. A nivel de rentabilidad, es necesario empezar con una pequeña auditoria. Desde IA TRI Projects explican cómo es necesario revisar los procesos reales de la empresa, identificar dónde se va el tiempo y qué se puede automatizar o mejorar. Preguntas del tipo, qué pasa si esa persona dedica ese tiempo a algo de más valor (clientes, ventas, producto) o qué se espera tener de más si se implementa X, ayuda a proponer escenarios concretos. «Si una automatización consigue ahorrar, por ejemplo, una hora al día a una persona clave, en un mes son unas 20 horas liberadas. Cuando pones un valor a esas horas y lo comparas con lo que cuesta diseñar y mantener esa solución, se ve rápido si compensa o no. Si no lo vemos claro, preferimos no implementarlo». Ahora mismo, finaliza León, «una pequeña tienda que use bien la IA puede convertirlo en una ventaja competitiva. Trabaja mejor, con menos carga, mejor análisis y más foco en el cliente. Pero dentro de poco dejará de ser una ventaja y será simplemente un requisito mínimo para seguir el ritmo».

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