Publicado: noviembre 13, 2025, 6:30 pm
Con un año de retraso, un retraso por mal tiempo y otro por culpa de una tormenta solar, la misión ESCAPADE (acrónimo de ‘Escape and Plasma Acceleration and Dynamics Explorers’) por fin ha despegado desde Cabo Cañaveral rumbo a Marte. Sin embargo, y pese a lo impresionante del proyecto, todos los ojos estaban puestos en el cohete que lo transportaba: el New Glenn. Porque si el lanzador, propiedad de Blue Origin (compañía del magnate Jeff Bezos, también dueño de Amazon), era capaz de regresar su primera etapa sana y salva a la Tierra en una plataforma naval sobre el Atlántico, se erigiría como el nuevo rival del hasta ahora todopoderoso Elon Musk, creador de SpaceX y de los, también hasta ahora, únicos cohetes reutilizables. Y Bezos lo ha conseguido. Con más de 45 minutos de retraso y tras un largo parón que hizo que la cuenta atrás se reiniciara de nuevo, finalmente el New Glenn, con una altura de 82 metros y un diámetro de 7, se lanzó hacia la órbita terrestre en un vuelo sin mayores sobresaltos, a pesar de que llegar hasta este punto ha sido difícil. Primero las malas condiciones climáticas y después la amenaza de tormenta solar, acompañada del cierre del Gobierno, que obligó a suspender los vuelos comerciales (Blue Origin ha tenido que lidiar con la suspensión temporal de lanzamientos), ha convertido casi en agonía el despegue del segundo vuelo del gigante de Bezos. No obstante, ha logrado su mayor reto: demostrar que posee un prototipo reutilizable listo para funcionar, transportar cargas de hasta 45 toneladas hasta (de momento) 2.000 kilómetros sobre nuestras cabezas y ser el nuevo rival de los hasta ahora únicos Falcon de SpaceX, que han revolucionado el sector espacial al reducir costes con sus lanzadores funcionales para más de una misión. Un hito que, sin embargo, no consiguió en su debut el pasado mes de enero, cuando a pesar de estar previsto la recuperación de la primera etapa, esta se malogró tras separarse y acabó perdida en el Atlántico. Blue Origin espera utilizar New Glenn como su cohete principal para lanzamientos de satélites comerciales, vuelos de carga pesada y futuras misiones a la Luna con el módulo de aterrizaje Blue Moon -aún en construcción- tanto con como sin tripulación a bordo; es decir, el mismo esquema que sigue SpaceX, dirigiéndose tanto a agencias espaciales como a actores privados. Además, el contexto está de su parte: este nuevo hito además se produce después de que el actual jefe interino de la NASA, el también senador de Transportes Sean Duffy, afirmara que abriría el contrato pactado con SpaceX para las primeras misiones a la Luna del Programa Artemis (Bezos lo hará desde la quinta misión, dos viajes después del primer alunizaje), con el que los astronautas volverán a pisar nuestro satélite. Duffy argumentó que la empresa de Musk se estaba «retrasando» con las pruebas de Starship, el megacohete de SpaceX. «Han extendido sus plazos y estamos en una carrera contra China -señaló el actual jefe de la NASA-. El presidente y yo queremos llegar a la Luna durante este mandato, así que voy a abrir el contrato», señaló en ese momento, algo que tensó las relaciones entre el actual jefe de la agencia espacial estadounidense y Elon Musk, quien no dudó incluso en descalificarle en redes sociales. Por su parte, Blue Origin, si bien siempre había pugnado por estar más presente en las misiones de la NASA, de momento solo contaba con su cohete New Shepard, que usaba para llevar experimentos que requerían de microgravedad hasta la línea Kartman (a 100 kilómetros de la superficie terrestre) y vuelos turísticos de apenas minutos en los que han participado el propio Bezos o celebridades de la talla de Katy Perry o Jesús Calleja . De forma paralela, y con varios años de retraso, estaba desarrollando el New Glenn, capaz de alcanzar la órbita baja de la Tierra (de 160 a 2.000 kilómetros de altura). Además, consiguió un contrato con la NASA para que su Blue Moon fuese el segundo aterrizador lunar a partir de la quinta misión del Programa Artemis (la 3 y la 4 en teoría lo harían con el módulo de SpaceX); no obstante, quizá este espaldarazo y las malas relaciones entre el actual administrador de la NASA y Musk puedan cambiar el escenario. Escapade es la primera misión que la NASA envía a Marte en más de cinco años, desde que el rover Perseverance y el helicóptero Ingenuity despegaran juntos en julio de 2020. La misión estaba originalmente programada para lanzarse en octubre de 2024 (meses antes de que el New Glenn despegara por primera vez), pero la agencia espacial estadounidense pospuso el vuelo hasta la primavera de 2025 para evitar posibles sobrecostes en caso de no poderla lanzar en el tiempo previsto. «Ha sido un largo camino, y estoy muy agradecido a todos los socios que han trabajado tan arduamente con nosotros durante tantos años», declaró Robert Lillis, investigador principal de Escapade del Laboratorio de Ciencias Espaciales de la Universidad de California, Berkeley, que supervisa la misión para la NASA, en una rueda de prensa previa al lanzamiento el pasado sábado. De hecho, Escapade no partirá directamente a Marte, sino que el New Glenn dejará a las naves gemelas Blue (azul) y Gold (oro), los colores de la Universidad de Carlifornia, Berkeley, por quien serán operadas (si bien el diseño, con un coste inferior a 80 millones de dólares, ha corrido a cargo de la compañía Rocket Lab), en el Punto de Lagrange Tierra-Sol 2 (L2), un punto gravitacionalmente estable a unos 1,5 millones de kilómetros de nosotros donde ambas naves permanecerán estudiando el clima espacial. Doce meses después, y tras un sobrevuelo a la Tierra en noviembre de 2026, se ‘empujarán’ sobre nuestra gravedad para poner rumbo a Marte, donde llegarán diez meses después. Esta compleja trayectoria es necesaria debido a la dinámica orbital: la Tierra y Marte se alinean solo una vez cada 26 meses para un viaje interplanetario eficiente, y la próxima ventana de este tipo se abrirá a finales de 2026. «Estamos utilizando un enfoque de diseño de misión muy flexible en el que entramos en una órbita de espera alrededor de la Tierra para, de alguna manera, esperar hasta que la Tierra y Marte estén alineados correctamente en noviembre del próximo año para ir a Marte», señaló Lillis. Después de que las sondas Escapade lleguen al Planeta Rojo, pasarán unos siete meses descendiendo hasta alcanzar órbitas alineadas con precisión, y luego recopilarán datos durante al menos otros once meses. En concreto, los orbitadores «volarán en formación para mapear los campos magnéticos, la atmósfera superior y la ionosfera de Marte en 3D, proporcionando la primera vista estéreo del entorno espacial único del Planeta Rojo», escribió la UC Berkeley en la descripción de la misión. «Lo que descubran ayudará a los científicos a comprender cómo y cuándo Marte perdió su atmósfera y proporcionará información clave sobre las condiciones del planeta que podrían afectar a las personas que aterricen o se establezcan en Marte», añadió la universidad.
