Publicado: septiembre 17, 2025, 3:00 pm
Todo (o casi) lo que sucede en nuestro cerebro tiene una explicación para la psicología, aunque en la mayoría de las ocasiones no somos capaces de descifrar el motivo. En el caso de los recuerdos sucede lo mismo, puesto que «el cerebro va dejando de darle importancia a las cosas que amamos, y lo peor de todo es que no nos damos cuenta».
Franco Pisso, master en oratoria, docente y experto en comunicación no verbal, publica un vídeo en sus redes sociales en el que nos invita a reflexionar y a no olvidar. «Es duro pensar en esto, pero es cierto. Muchas veces, tu cerebro te ha sacado de situaciones terribles cuyos detalles puedes haber olvidado. Ese es un mecanismo de defensa del cerebro para cuidarnos«. ¿Y qué pasa cuando olvidamos lo bueno?
La memoria selectiva no es una frase hecha… ¡es real!
Que nuestro cerebro sea capaz de olvidar los malos momentos vividos, como ha explicado Pisso, es un mecanismo de defensa que nos sucede a todos. Incluso, en las situaciones realmente complicadas de nuestra vida no está mal que el cerebro corra un tupido velo, según el experto.
«El problema surge cuando hablamos de algo bueno, por ejemplo de querer mucho a alguien; amar, sentir esa sensación. Lo que pasa en estos casos es que el cerebro se acostumbra a esa sensación y empieza a normalizarlo. Una vez que lo normaliza, uno deja de ser consciente, de agradecer y de valorar lo que realmente está sintiendo. Esto te lo digo para que reflexiones e intentes no olvidarte de todas las cosas buenas que te pasan cada día», dice Pisso.
Ante semejante puesta en escena de algo que nos sucede a menudo, hemos consultado con el experimentado psicólogo Buenaventura del Charco, de Estarcontigoterapia.es, para intentar comprender por qué la mente hace que olvidemos algunas circunstancias, incluso aunque sean buenas.
El cerebro es un órgano vivo en constante aprendizaje
Hay algo curioso en cómo funciona nuestra cabeza: «la memoria no es un archivador objetivo que guarda todo lo que pasa, sino un mecanismo vivo, interesado, sesgado. Y uno de sus grandes trucos es borrar o distorsionar lo que nos duele. ¿Por qué? Porque somos animales frágiles. Nuestro cerebro aprendió que no podía estar todo el día reviviendo traumas, humillaciones o escenas de dolor, porque eso nos paralizaría», explica Del Charco.
En vez de dejarnos ver toda la crudeza de lo que ocurrió, «a veces nos protege con lagunas, olvidos o versiones edulcoradas. La mente prefiere que sobrevivamos aunque sea a costa de la verdad. No es que todo lo malo desaparezca (¡ojalá!), sino que lo negativo puede ser escondido en un sótano emocional. El nombre técnico para esto es ‘disociación’ o ‘represión’, pero en la práctica se siente como: sé que algo pasó, pero no lo tengo tan claro».
Así pues, como comenta el psicólogo consultado, «el dolor se convierte en una niebla. Y aunque creamos que lo hemos olvidado, el cuerpo no se lo traga tan fácilmente: las emociones quedan, los miedos aparecen sin motivo, los sueños se llenan de símbolos extraños. Es decir, olvidamos con la cabeza lo que seguimos cargando con las tripas».
Cuando lo bueno, lo que nos sostiene… ¡También se esfuma!
En la otra cara de la moneda, Ventura se traslada a las situaciones contrarias. «Cuando el cerebro detecta peligro, hace justo lo contrario: Lo bueno, lo luminoso, lo que nos sostiene… ¡Se esfuma! Si estoy atrapado en un incendio, no pienso en la última carcajada con mis amigos. Si alguien me grita y siento que mi seguridad está en juego, no me acuerdo de que esa persona también me quiere«, explica el experto.
«El sistema nervioso corta todo lo que no es urgente y activa el modo supervivencia; y el modo supervivencia solo tiene un objetivo: salir indemne, lo más posible. En ese instante la ternura, el amor, la calma… dejan de existir, desaparecen como si nunca hubieran estado».
En momentos de ansiedad o trauma, el psicólogo habla de que «parece que nuestra vida solo está hecha de dolor. Se nubla el recuerdo de lo bueno, no porque no haya existido, sino porque en ese estado el cerebro no puede permitirse distraerse con la belleza. Lo malo tapa lo bueno. El peligro hace que el amor se vuelva invisible».
La memoria filtra las emociones ‘por miedo’, para defenderse del peligro
¿Y cuál es la trampa de este fenómeno tan extraño? «Que después creemos que somos así: que olvidamos lo malo porque ‘no era tan grave’, o que vivimos solo lo malo porque ‘mi vida es un desastre’. En realidad, lo que ocurre es un efecto de la memoria filtrada por el miedo. Lo doloroso puede ser expulsado, y lo bello puede ser borrado en los momentos de angustia».
En ambos casos se trata de un mecanismo de protección… pero con un precio alto: terminamos desconectados de la realidad entera, fragmentados entre recuerdos que se borran y otros que se exageran.
La salida, en palabras del experto, «no consiste en forzar a la memoria a que funcione como un disco duro, porque nunca lo hará; sino aprender a habitar lo que aparece. Si lo malo vuelve hay que darle un lugar y atravesarlo; si lo bueno desaparece en el miedo, recordarnos -aunque sea con esfuerzo- que sigue existiendo, aunque en ese momento no lo sintamos. No somos la suma de lo que recordamos: somos también todo aquello que nuestra memoria intenta proteger, lo que nos fue arrebatado por el miedo, y lo que aún está esperando a ser recordado con amor.»