Publicado: junio 17, 2025, 11:27 pm
Cómo nos reímos suele hablar más de nosotros mismos que de lo que nos provoca la risa. Hay risas de rubor, hay risas de seducción, hay risas para dentro, hay risas que señalan. Y luego está la risa infalible: la risa que es como una cama elástica que hinchamos en nuestra cabeza para que duelan un poquito menos las caídas de la vida.
Reírnos de los sobresaltos es un superpoder del que disponemos, alegrías que nos otorga la IE (la inteligencia emocional). Eso no cambia, aunque sí cambiemos nosotros. Y la sociedad, que nos ha marcado desde pequeñitos de qué nos podemos reír dependiendo de nuestro sexo.
Ahí sí que vamos evolucionando. Solo basta con ver de qué nos desternillábamos en el año que nació 20minutos, en el 2000 que nos sentimos protagonistas de un salto de milenio. Eran los tiempos en los que nos reíamos de los freaks, del No cambié de Tamara antes de llamarse Yurena. Lo sigue cantando. Pero ya no la miramos con la mofa de la condescendencia. Ya no nos reímos de ella como antes. Veinticinco años después, preferimos reírnos de nosotros mismos a golpe de memes y vídeos que hacemos con un móvil que no soltamos, que nos tiene hiperconectados. A pesar de habitar en esa prisa, la risa siempre termina creando una foto serena de cómo es España. Un país que, pase lo que pase, es mejor cuando consigue entenderse con la comedia.