Publicado: noviembre 23, 2025, 9:07 pm
«El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes». Este es el texto del primer epígrafe del artículo 56 de la Constitución, con el que comienza el título de la Corona. Se trata de una decena de disposiciones que son la hoja de ruta del Rey Felipe VI: diez preceptos que articulan las funciones de los monarcas españoles desde el 6 de diciembre de 1978. Un texto que, según el catedrático de Derecho Constitucional Javier Tajadura, «sigue plenamente vigente».
En la semana en la que se celebran 50 años de la monarquía parlamentaria en España, el papel del Jefe del Estado como «símbolo de unidad y permanencia» y «árbitro y moderador» sigue siendo fundamental para el funcionamiento del país. Dicen que «el rey reina pero no gobierna», y Tajadura lo describe como un elemento indispensable: «Neutral quiere decir suprapartidista; pero neutral no quiere decir neutralizado. Un rey neutral no es un rey neutralizado, es un rey que no toma partido político, pero es un rey que está ahí y que cumple una función de garantía del sistema porque entre los que quieren destruir la Constitución y los que quieren mantenerla, no es neutral, está siempre a favor de quienes quieren mantenerla».
Juan Carlos I, en el discurso que marcó el fracaso definitivo del 23-F.
«Felipe VI no se separa ni un milímetro de la Constitución, que es el marco en el que debe estar», opina Francisco Beltrán Adell, profesor de política comparada en IE University y Director de la Red de Estudios de las Monarquías Contemporáneas REMCO. Quien también explica que «la función de moderación, de estar por encima de los partidos, es imprescindible, y lo vemos en estos tiempos de bloqueo», analiza.
A lo largo de estas cinco décadas, ese poder moderador para el «funcionamiento regular de las instituciones», como dispone la Carta Magna, ha constituido el trabajo fundamental de los reyes. En el caso de España, han sido dos los momentos en los que Juan Carlos I y después Felipe VI tuvieron que encarnar el mandato constitucional. Para Tajadura, en el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, Juan Carlos I «fue quien salvó la Constitución, eso es indiscutible». Algo similar ocurrió con Felipe VI en 2017, cuando intentó consumarse el desafío independentista. Aunque la situación era distinta, el Rey se dirigió a la nación en un momento de parálisis política: «El mensaje del rey fue el que impulsó al Gobierno a actuar. En esos dos casos se vio la función de garante que tienen los Monarcas en el sistema español».
Frente al golpe de Estado y el desafío independentista, tanto Juan Carlos I como Felipe VI hicieron suyo el mandato constitucional. Fueron «símbolo de unidad y permanencia», pero también «árbitro y moderador» del funcionamiento de las instituciones. «El rey lo tiene que ser de todos, y en ese artículo se entiende su neutralidad. No puede simbolizar la unidad de Estado un presidente de Gobierno, que lo han elegido para un tiempo, y lo ha elegido una mayoría, y hay una minoría que está en la oposición. Un presidente de Gobierno, un primer ministro, no puede cumplir esa función simbólica de la unidad, eso solo lo puede hacer el Monarca». Beltrán explica que «todo lo que hace el rey es muy sutil, pero es lo que sustenta el orden institucional».
En su discurso de proclamación, Felipe VI se definió como «un rey constitucional», de un texto que le vino heredado. Su padre fue proclamado el 22 de noviembre de 1975 como heredero de Franco, un argumento manido entre quienes están en su contra. Sin embargo, Tajadura responde que «el rey Juan Carlos ha sido rey de dos monarquías distintas», afirma. En su análisis, el constitucionalista recuerda que «durante tres años, hasta que entró en vigor la Constitución el 28 de diciembre de 1978, el rey Juan Carlos no fue un rey constitucional porque no había constitución. Fue un rey quasi absoluto, el mérito fue rechazar ser el rey del 18 de julio y hacer una democracia. En política no se valoran las intenciones, sino los resultados. Y lo cierto es que trajo la democracia. Y a partir del 78, con la Constitución, que es el principal fruto de la Transición, a partir del 28 es rey constitucional».
Cabe mencionar un hecho objetivo: la Transición ha dado a España el mayor periodo de estabilidad de los últimos dos siglos. Y Beltrán explica que «la legitimidad del rey no se la dio Franco, se la dio la Constitución, la representación del Estado». Añade que «los españoles tienen que ver que la institución es útil, tienen que entender el papel que juega en la sociedad española». Uno de los momentos que ejemplifican este papel sucedió en Paiporta después de la dana, cuando el Rey encarnó el artículo 56 de la Constitución en su persona. Un momento en el que fue símbolo de unidad. Pero también, décadas antes, en los Juegos Olímpicos, con Don Juan Carlos presidiendo la ceremonia de apertura, era una representación de todos los españoles.
Desde 1978, el artículo 56 es el que rige el funcionamiento de la Corona de manera escrupulosa: «Pocas instituciones pueden decir que no hayan sido desbordadas o que se hayan pervertido en alguna manera, pero la Corona cumple. La corona es la única institución que se ha renovado plenamente», afirma Tajadura, que va más allá: «Si la monarquía parlamentaria es destruida, existe el riesgo cierto y alto de que sea sustituida no por una sola república española, que habría que ver qué tipo de república es, sino por más de una».
La neutralidad de un rey como Jefe del Estado se antoja, pues, imprescindible en tiempos de inestabilidad y crisis de las instituciones. «Es más necesario que nunca que haya un referente, un rey de todos. Y para ser rey de todos tiene que ser neutral y para conseguir esa neutralidad, pues la herencia es muy ventajosa, porque no hay ningún sistema de elección y, por otra parte, no hay ninguna contaminación partidista».
Esa figura de herencia la encarna ahora la Princesa Leonor, quien en septiembre comenzará sus estudios universitarios una vez superada la formación en los tres ejércitos. Aunque no se ha desvelado cuáles serán sus estudios, hay algo que para Tajadura es imprescindible: «Tiene que saber Derecho Constitucional, tiene que conocer el funcionamiento del Estado, la función constitucional de la Corona, el funcionamiento del sistema político o el Derecho Constitucional comparado».
La Princesa Leonor se prepara para asumir la herencia familiar y para encarnar, en el futuro, el artículo 56 de la Constitución. Un texto que «sigue vigente» pero que debe cambiar algo: «Hay que suprimir la discriminación de la mujer en la sucesión», sentencia Tajadura. «No es urgente, pero en cuanto la princesa contraiga matrimonio va a empezar a ser urgente». Por lo demás, 50 años después, «el estatuto constitucional de la corona sigue plenamente vigente».

