Publicado: noviembre 14, 2025, 8:23 am
Blue Origin ha vivido este jueves un nuevo momento de gloria. Tras años de retrasos, pruebas fallidas y comparaciones inevitables con SpaceX, la compañía de Jeff Bezos consiguió por fin lo que llevaba tiempo persiguiendo: recuperar con éxito la primera etapa de su cohete New Glenn, posándola suavemente sobre una plataforma en mitad del Atlántico. Un hito reservado, hasta ahora, a la empresa de Elon Musk.
Todo ha ocurrido después del lanzamiento de Escapade, la misión doble de la NASA rumbo a Marte formada por los satélites Gold y Blue. El despegue no fue precisamente tranquilo: varios aplazamientos por mal tiempo, una tormenta solar y una cuenta atrás que llegó a detenerse a 20 segundos del final hicieron pensar que el vuelo volvería a retrasarse. Pero el New Glenn rugió finalmente hacia el cielo de Florida y lo que vino después cambió el tablero.
Porque mientras la segunda etapa seguía rumbo al planeta rojo, el enorme propulsor regresó a casa. O mejor dicho, a la plataforma marítima situada a cientos de kilómetros de la costa, donde descendió con una precisión quirúrgica. Para Blue Origin no era solo un aterrizaje: era la confirmación de que podía competir en el terreno donde SpaceX ha dominado sin discusión durante una década.
Una misión clave para Marte y para la reputación de Bezos
Escapade estudiará cómo interactúa el viento solar con el campo magnético de Marte, una pieza esencial para entender por qué el planeta perdió su atmósfera y, con ella, gran parte del agua que pudo tener.
La misión también permitirá a los científicos comprender mejor el clima espacial, lo que puede proteger a los astronautas y satélites mientras orbitan la Tierra y exploran el sistema solar.
En un terreno más técnico, la misión llevará a cabo una maniobra inédita: en lugar de la clásica transferencia de Hohmann (que restringe los lanzamientos a una ventana de pocas semanas cada 26 meses), los satélites viajarán primero hacia un punto de Lagrange, desde donde pondrán rumbo a Marte.
Esto permitiría abrir nuevas ventanas de lanzamiento y flexibilizar futuras misiones interplanetarias.
La rivalidad con SpaceX entra en una nueva fase
El éxito de Blue Origin llega justo cuando Starship, el megacohete de SpaceX, vive un momento extraño: por un lado, acumula pruebas exitosas que acercan a Musk a su sueño de llegar a Marte —su último vuelo, como contamos recientemente, fue un avance enorme en control y reentrada—. Pero, por otro, enfrenta dudas cada vez más públicas sobre su viabilidad dentro del programa lunar Artemis.
Hace solo unas semanas, publicábamos que la NASA podría incluso replantearse el papel de Starship como módulo de aterrizaje lunar, preocupada por los retrasos y por la complejidad del sistema.
La competencia entre ambos multimillonarios se había inclinado claramente hacia Musk durante años. SpaceX recuperaba cohetes como quien aparca un coche. Blue Origin, en cambio, avanzaba más despacio, acumulando promesas, prototipos y retrasos.
En ese contexto, el aterrizaje del New Glenn adquiere otra dimensión: no solo es un éxito técnico, es una declaración de fuerza.
Y así, en un momento en el que SpaceX intenta demostrar que Starship está listo para la Luna, Blue Origin se presenta como la alternativa madura, fiable y —ahora sí— competente también en reutilización.
