Inés Lemmel, psicóloga: "Lo que llamamos 'persona tóxica' no es más que una respuesta a una herida que no ha sanado" - Estados Unidos (ES)
Registro  /  Login

Otro sitio más de Gerente.com


Inés Lemmel, psicóloga: «Lo que llamamos 'persona tóxica' no es más que una respuesta a una herida que no ha sanado»

Publicado: noviembre 1, 2025, 7:23 am

¿Y si la ‘toxicidad’ de la que tanto se habla en las relaciones sociales fuera, en realidad, un grito de dolor no escuchado? La psicóloga Inés Lemmel, autora del libro ‘Cómo tratar con personas tóxicas’ (ed. Robin Book) nos invita a hacernos algunas preguntas en torno al estereotipo de que hay personas ‘malas’, ‘tóxicas’, y eso no tiene vuelta atrás. Lemmel apuesta, sin embargo, por sanar sin resentimiento y comprender sin justificar para romper el ciclo del dolor en torno a estos perfiles.

De hecho, la experta llega a afirmar que «todos, en algún momento, podemos ser esa manzana podrida, y también tenemos derecho a florecer». En su propuesta, la experta desmonta el concepto de ‘persona tóxica’ para profundizar en el origen de las conductas que nos merman emocionalmente y nos alejan de nuestros objetivos. La manipulación emocional, el sarcasmo pasivo-agresivo, el control disfrazado de preocupación… «necesitan que aprendamos a poner límites sin culpa ni miedo al rechazo». ¿Cómo lo hacemos?

¿Qué es una persona tóxica y quiénes son candidatos a ello?

Una persona tóxica es alguien que, de forma consciente o inconsciente, genera malestar en quienes le rodean a través de comportamientos repetitivos como la manipulación, la crítica constante, el victimismo, la falta de empatía o la invalidación emocional. No se trata de un rasgo aislado, sino de un patrón que desgasta la autoestima y la energía de los demás.

Sin embargo, es importante que tengamos en cuentas según Lemmel, que «todos podemos tener conductas tóxicas en algún momento de nuestra vida: cuando estamos estresados, inseguros o gestionamos mal nuestras emociones. La diferencia es que una persona tóxica lo convierte en un estilo de relación habitual. No hablamos de ‘ser tóxico’ como identidad, sino de ‘actuar de manera tóxica’ con frecuencia y sin responsabilidad sobre el daño que se causa».

Por otra parte, las personas tóxicas «no necesariamente son más listas, pero suelen desarrollar estrategias que les permiten mantener el control o la atención: manipulación emocional, chantaje afectivo, hacer sentir culpa, victimismo, rumores o críticas constantes. Su objetivo no siempre es hacer daño, sino satisfacer necesidades internas no resueltas, como miedo al abandono, inseguridad o necesidad de control».

¿Y si los tóxicos fuéramos nosotros?

Detectar a una persona tóxica no siempre es sencillo porque muchas veces el desgaste aparece de forma progresiva. Sin embargo, hay señales que nos ayudan a identificar estas dinámicas. «Una de las más claras es la sensación de agotamiento o culpa después de interactuar con esa persona: en lugar de sentir apoyo o tranquilidad, terminamos cargados de malestar».

Inés advierte de otros síntomas: «También es común sentir que nunca somos suficientes o que nuestras emociones son constantemente invalidadas, como si lo que sentimos no tuviera importancia. En este tipo de vínculos suele aparecer la manipulación, el chantaje emocional o el control excesivo, de manera que la relación termina girando en torno a las necesidades de la otra persona, sin reciprocidad ni equilibrio».

En cualquier caso, «la mejor brújula para identificarlo es observar cómo nos sentimos tras la interacción: si de manera repetida la consecuencia es el malestar, la inseguridad o la pérdida de energía, probablemente estemos ante un vínculo tóxico». Pero, ¿y si los tóxicos fuéramos nosotros?

Lemmel aconseja, en este sentido, cuál debe ser el proceder para detectar la ‘toxicidad’ en nosotros mismos. «El primer paso es la autocrítica: preguntarnos cómo se sienten los demás a nuestro lado, si solemos pedir perdón, si sabemos escuchar o si intentamos imponer siempre nuestra visión. También ayuda observar si repetimos conflictos similares en diferentes relaciones. Reconocer que podemos actuar de forma tóxica no es un fracaso, es una oportunidad de cambio y crecimiento personal.

«Lo que llamamos toxicidad no es más que la respuesta a una herida que no ha sanado»

Cuando detectamos a una persona tóxica a nuestro alrededor, la psicóloga recomienda «poner límites claros. No se trata de enfrentamientos, sino de marcar lo que necesitamos para proteger nuestro bienestar. También es importante mantener cierta distancia emocional y no engancharse a sus juegos de manipulación. Y, si es posible, reducir el contacto o incluso alejarnos. Recordemos que cuidar nuestra salud mental no es egoísmo».

Una de las estrategias más útiles es practicar la asertividad: «expresar lo que pensamos y sentimos con claridad, sin agresividad, pero con la firmeza suficiente para marcar límites. Esto nos ayuda a no entrar en un terreno donde predominan el reproche o la manipulación, porque cuanto más nos enganchamos a su juego, más terreno pierde nuestro bienestar. Es fundamental recordar que no podemos cambiar la forma de ser del otro, pero sí decidir cómo respondemos y hasta dónde dejamos que nos afecte».

En este proceso, rodearnos de vínculos sanos, de personas que nos suman y nos apoyan, es clave para mantener el equilibrio. Y, por supuesto, no debemos olvidar el autocuidado: reservar espacios para descansar, dedicar tiempo a hobbies, hacer ejercicio, acudir a terapia o cualquier actividad que refuerce nuestra estabilidad emocional. Pero tampoco hay que olvidar que lo que llamamos toxicidad no es más que la respuesta a una herida que no ha curado, y se puede sanar«.

Consejos para no desgastarnos frente a una relación tóxica

Cuando en nuestro camino nos cruzamos con un perfil tóxico, «no se trata de dominar ni de vencer al otro, sino de sentirnos en paz dentro de la relación. Lo sabremos cuando podamos interactuar sin perder energía, sin sentirnos culpables ni atrapados, porque hemos logrado establecer límites claros y fortalecer nuestra autoestima. A veces se mezclan emociones contradictorias: afecto, dependencia emocional, miedo a estar solos o la esperanza de que la persona cambie»

Y sí, una persona tóxica puede cambiar, «pero solo si reconoce su comportamiento y se responsabiliza de él. La terapia psicológica, el autoconocimiento y la educación emocional son claves. Sin embargo, no siempre hay voluntad de cambio, y en esos casos lo más sano es protegernos y no esperar a que la otra persona se transforme».

Related Articles