Publicado: noviembre 12, 2025, 5:03 pm
Para la liga +35, la noche porteña dejó de ser sinónimo de bancarse boliches de veinteañeros. Crece un formato que combina cocina bien pensada, coctelería seria y sonido prolijo: se cena cómodo, se charla, y cuando baja la luz se abre la pista sin estridencias. Es el regreso del plan mesa + pista, con ambientes de diseño y foco en el disfrute antes que en la multitud.
La clave pasa por la experiencia completa: cartas sabrosas y livianas para no perder el ritmo, barras que alternan clásicos y autor, y DJs que encienden la nostalgia con hits de los 90 y 2000. Según el día, algunos espacios quedan solo en modo restaurante y otros corren las mesas a medianoche para bailar; los lineups se anuncian por redes y el combo práctico suma reservas, buen servicio y hasta valet en ciertos casos.
Diseño marroquí y paellas antes de la pista

En los 90, la Costanera Norte ofrecía el plan completo: gastronomía y boliches. Eran épocas de chori al paso después de ir a bailar, pero entrado el nuevo siglo, los restaurantes y carritos fueron desapareciendo, apenas quedaron un puñado de discos orientadas a la música electrónica y al público bien joven. Así fue hasta que, a fines del año pasado, abrió Costa 7070 (Av. Costanera Rafael Obligado 7070, Palermo) y los más 40 sintieron que la brisa del río les ofrendaba algo del encanto de otra época.

La fachada le hace un guiño a la arquitectura marroquí contemporánea y convoca la atención de los transeúntes. Eso es apenas el comienzo. Adentro, lo espectacular escala, un cubo de luces —creado por el reconocido arquitecto y escenógrafo Sergio Lacroix— marca el punto focal. Suspendido desde el primer piso sobre la barra central, se advierte desde todos los ángulos del salón, y crea un efecto hipnótico durante toda la noche gracias a animaciones que varían, segundo tras segundo, en color, ritmo e intensidad.

A nivel gastronomía, tiene a dos maestros en lo suyo: Inés de los Santos, en coctelería, y Pedro Bargero, en los fuegos, ambos también como creadores de este proyecto. La cocina toma inspiración de la proximidad del río y se advierte que no solo es obra de manos talentosas, también está bien pensada, propone platos que satisfacen sin dejar una sensación de pesadez que entorpezca el baile.

Para el comienzo, dos mega recomendados: el crudo de pescado —que sale con una salsa de fresca de lima, coco y jengibre— y la tortilla de papas —babe, siempre babe— con un topping de carpaccio de langostinos. Entre los principales, las paellas de arroces melosos marcan el pulso y dejan contentos a todos. La propuesta puede disfrutarse en la planta baja o en el salón del primer piso, que también tiene un ingreso independiente.

Miércoles y domingos, el plan se circunscribe a lo gastronómico, mientras que de jueves a sábados también se baila. El lineup de cada fecha se anuncia por redes.
Una institución de la vida nocturna de Recoleta y San Isidro

Con dos locaciones en Buenos Aires y una en Miami, queda claro que no importa dónde esté, Presidente Bar aplica siempre un arma letal: se come muy bien, se bebe espectacular y se baila con un repertorio musical que tira hit tras hit para que la noche no decaiga.
El primer Presidente fue inaugurado en 2017, en un elegante petit hotel de Recoleta (Pdte. Manuel Quintana 188) que supo albergar a un adolescente Adolfo Bioy Casares y a su familia.
La puesta en valor del edificio mantuvo detalles arquitectónicos, como la boiserie y las molduras, y le añadieron otros, como unas imponentes lámparas de cristal sobre la barra.

Al poco tiempo de abrir, la noche porteña cayó rendida a los pies de este lugar comandado por Seba García, el bartender y anfitrión, y seis años después, en 2023, abrieron una segunda locación en el Hipódromo de San Isidro (Av. Marquez y Av. Fleming).
En zona norte ganaron espacio y comodidad; más metros distribuidos en dos plantas, una pequeña terraza que da a la pista de carreras, y un servicio codiciado: valet parking.

La variedad de la carta de comida es amplia y cada plato está bien ejecutado. Hay propuestas más minuteras, como una hamburguesa o una milanesa de ojo de bife con lingüini, y hasta sushi, ceviches y pulpo, para los que prefieren opciones frescas y livianas.

La coctelería clásica convive con la de autor y generan una tercera categoría, la de los clásicos de la casa. Creaciones como el Gimlet de mandarina —una reversión con cordial de mandarina en lugar de lima— y el Patagonia Fix —vodka, limonada de flores de sauco, menta y frutos rojos— ya son una marca registrada.
A la medianoche, un gesto marca el ritual: se corren las mesas y empieza la fiesta. Los DJs residentes se ocupan de que los hits tomen el control de las bateas para que no bailar se vuelva casi imposible.
Una puerta separa el restaurante del boliche

La mayoría de los restaurantes de la Costanera se encuentran frente al río, Maro (Av. Costanera Rafael Obligado 6553, Palermo), en cambio, se emplaza a sus pies, así marca su primer gran diferencial con otras propuestas de la zona.
La noche empieza a delinearse en dos gestos: dejar las llaves al valet parking y atravesar la pérgola rodeada de verde que conduce hasta el ingreso del restaurante.
El salón destaca por su amplitud, se agradece la separación justa entre las mesas, y el juego de opuestos en el que la solidez del hormigón se contrasta con la calidez de la madera.
Sillas y mesas cómodas, espectacular cocina a la vista y una barra discreta determinan una estética industrial refinada y sobria.
Maro no descansa en su entorno privilegiado ni en la estética cuidada de su ambientación, la cocina tiene tanto o más peso, de ahí que el nombre completo del restaurant sea Maro x chef Solnicki, en alusión a Alán Solnicki, el artífice detrás de los fuegos y la propuesta.

La carta se organiza en platos de diferentes tamaños, cuanto más pequeño, mayor la influencia nikkei: tiradito de salmón curado con salsa ponzu trufada, tartar de trucha y ceviches, entre otras fusiones japo-peruanas. El Mediterráneo llega con un pulpo que sale cocido en un punto correcto y se corona con unos crocantes chips de papas.
A la hora de los principales, el Josper toma la delantera; el pollo, la pesca y las carnes salen de este horno tan valorado por intensificar sabores y lograr texturas perfectas.
Los acompañamientos se piden aparte, las papas fritas trufadas generan adicción, también hay buena presencia de vegetales.
La carta de vinos es bastante breve, aunque cubre la mayoría de los paladares y a un precio muy competitivo. También cuentan con cócteles clásicos y de autor.

En Maro no se baila, pero solo una puerta lo separa de Archi, que funciona como la disco del lugar. Como inauguraron hace cuatro meses, por el momento abren solo algunas noches, anuncian las fechas en su perfil de Instagram (@archiclub.ba).
Claro que, después de los 35, la noche solo se sobrevive si el sol se cuela más seguido, Maro también abre al mediodía durante los fines de semana.
